Joaquín Arnaíz, Diario 16, 08/10/1989
MADRID.‑Sus palabras permanecen ceñidas por una entrañable a la vez que sutilmente distante ironía. Diplomático de carrera, el argentino Abel Posse ha recorrido medió mundo, desde el consulado dé Venecia juntó al Gran Canal alas embajadas de Moscú, París ó Israel, escribiendo sus novelas entre todos los paisajes y las culturas.
El autor de Daimón y de Los perros del paraíso ha pasado recientemente por Madrid, tras haber sido’ galardonado en México con el Premio Diana por su última novela, El viajero de Agartha, para preparar la edición española de esta obra, que se publicará en las próximas semanas.
“Me han dado ‑asevera‑ un premio de novela latinoamericana porque soy latinoamericano. La verdad es que‑mi narración empieza en Berlín y termina en Mongolia. Y así, cuando en México me hicieron entrevistas no tuve más remedio que decir que acaso esperaban una novela de ponchos y yo no había cumplido, les había dado un relato de nazis. Pero es que hay temas que son de nuestro tiempo y que definitivamente debemos apropiamos: el nazismo es uno de ellos”.
“El tema ‑continúa‑ lo utilicé un poco borgianamente. «El viajero de Agartha» es una novela de aventuras, casi de espionaje, con un‑agente nazi que viaja a Asia a buscar las fuentes del poder y termina en una especie de viaje iniciático. Una novela metafísica donde este oficial que fue a buscar el poder absoluto finaliza en un sueño de preguntas La introducción de temas esotéricos acabará así en una forma de juego cultural, de espejo borgiano”.
Aunque, por lo que afirma Abel Posse a D‑16, parece que esta «incursión» por la metafísica no va a continuarse en su obra siguiente: “Lo de Agartha está en cierto medida relacionado con «Demonios ocultos”; pero son novelas independientes. Después de esto retorno a la imagen queme he creado o que me han hecho tener de mí, la de creador de novela histórica. Voy a terminar «Los heraldos negros”; que es la aventura de los jesuitas del siglo XVII, que pretendieron fundar una Ciudad de Dios en la América selvática. Fue una de esas grandes locuras que redimen al hombre del aburrimiento”. ‘
Actualmente, Abel Posse trabaja en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Buenos Aires, aunque es probable que, pronto, otro nuevo destino le vuelve a cambiar de país. Espectador privilegiado de la crítica situación en la que se encuentra la cultura argentina, estima que “una crisis económica tan profunda y tan tremenda en un país tan poco prevenido de la importancia que tiene la economía en’ lo cultural hace que, indudablemente, la cultura resulte una de las primeras víctimas”.
En Argentina el momento es, según el novelista, malo para la accesibilidad de la cultura, aunque con algunos buenos propósitos para el futuro. “Los editores lo están pasando muy mal. La gente no puede comprar libros. Un libro medio español puede costar la mitad del sueldo de un empleado medio. Por otro lado, salvo los autores conocidos, pocos pueden publicar. Pero Buenos Aires sigue siendo un centro cultural ansioso, lleno de gente que quiere crear y donde no se ha llegado a una situación de necrosis. Creo que sigue existiendo una gran voluntad de conocimiento, pero que, claro, necesita el respaldo de una clara situación económica, que todavía no existe, pero que empieza a crearse con el nuevo gobierno».