Vicenc Villatoro, El Correo Catalán, 18/03/1983
El novelista argentino habla del descubrimiento en “Los perros del Paraíso”
Abel Posse, el novelista argentino que se descubrió en «Daimón», ha estado en Barcelona para promocionar «Los perros del Paraíso». Una visión del descubrimiento de América en la que se mezcla lo fantástico y lo histórico.
A finales de los setenta, el novelista argentino Abel Posse construyó su «Daimón» a partir de la figura mítica de Lope de Aguirre. Ahora, en su siguiente novela, «Los perros del Paraíso», el edificio barroco y surreal de su prosa se funda en Colón y en los Reyes Católicos, en el descubrimiento y la conquista de América, en el inicio -lo dice el autor- del «mayor genocidio de la historia».
En la presentación del libro se dice que “España se descubre descubriendo América”. De la manera que pinta el descubrimiento, no es precisamente un halago.
No, no lo es. Con el descubrimiento y la conquista, España se pone a prueba, construye el mayor imperio de la. historia en muy pocos años y al mismo tiempo se desnaturaliza, se destruye en la formación de un imperio del que otros se aprovecharán. Pero también España se descubre a sí misma una cosmovisión represiva, asfixiada, que traslada a América. El fenómeno del mestizaje es sintomático, no se produce en ningún otro imperio: es el producto de un hambre de libertad sexual.
Las mentiras de la historia
¿Qué relación tiene su novelística con la historia?
La uso de trampolín para proyectarme imaginativamente. La historia es una forma de mentir ordenada y prestigiosa. Explica el uno por ciento de la realidad y se arroga todos los derechos, como si la explicara íntegro. La tarea del novelista es rescatar la realidad, y librarse con el impulso que le permite este trampolín al juego verbal. Mi novela es sobre todo juego con una esencia de verosimilitud y a partir de algunos hechos históricos.
En la novela, Colón cuando llega a América cree haber encontrado el Paraíso Terrenal, ¿esto es historia o juego?
Es historia. Hay un par de cartas reales -que cito en el libro- que demuestran cómo Colón estaba convencido de haber llegado al Paraíso. Y no al celestial, sino al terrenal, donde había vivido Adán. Incluso dice que tiene forma de seno con pezón… Este hecho histórico me permite varios juegos. Claro, si América era el paraíso, era intocable. Y los indios eran ángeles…
Isabel la Católica, como Jane Fonda
El tratamiento de algunos personajes históricos es sorprendente. Por ejemplo, de la reina Isabel de Castilla.
Trato de desmitificarla. Trato de terminar con esta imagen de Isabel como una santa, presentándola como un personaje erótico. Isabel fue una gran mujer. Una especie de Jane Fonda constructora de imperios.
Colón aparece a veces como el héroe ingenuo y positivo…
En Colón está toda la ambigüedad de occidente, visionario y al mismo tiempo trapulón. Puede despertar simpatía con su metafísica de poeta y su búsqueda de la no-culpa, de la no-muerte. En él, la novela se burla de los principios del occidente prometeico, de su voluntad prepotente de organizarlo todo.
Tras Lope de Aguirre, Colón. ¿Por qué esta fascinación por la conquista y el descubrimiento?
Corresponde a un interés por las raíces. América latina es una realidad que no funciona, inacabada, en formación. La reflexión sobre sus orígenes nace de esta inquietud. Como la reflexión sobre la conquista nacía de la constatación de que la figura del conquistador se repite, se reencarna en la realidad americana.
El arabesco, la distancia más corta.
Scorza nos decía, no hace mucho, que ‘la fantasía es el único realismo posible en América Latina.’
Yo lo digo de otra forma: en América latina la distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta, sino el arabesco. Todo intento de aplicarle el racionalismo europeo fracasa. Por eso somos barrocos. Y por eso la novelística, que no pretende ser una cosa seria, que es más juego que gravedad, ha recogido la visión más verdadera del continente. No hay una filosofía, una política, una sociología, pero hay una poética, una literatura.
Su novela admite una lectura irónica.
Es profundamente irónica, rabelesiana a menudo. Es una novela sin amargura, sin venganza. No tendría sentido. La historia es como es. Se cometió allí el mayor genocidio de todos los tiempos, pero sería absurdo escribir con espíritu de venganza. En este sentido, no creo en la leyenda negra.
Por cierto, hay en su libro una frase sobre Catalunya un tanto desconcertante. Viene a decir que Catalunya tiene una constatable vocación de abrigar a toda España ….
Es una pequeña broma. Aquí la palabra «abrigar» está tomada en su sentido más literal, más físico: dar abrigo. Es por lo de la industria textil, ¿entiende?