Blanca Escudero de Arancibia, Revista Aleph, 01/04/1992
¿Qué es la literatura argentina?
La literatura argentina es una provincia (de las buenas) de ese gran continente verbal y espiritual de la cultura hispanoamericana.
Tiene rasgos diversos, particularidades idiomáticas y un acento diferente porque somos una etnia preferentemente europea dentro del panorama general del Continente.
Tenemos una propensión a la literatura conceptual. Vivimos lo folclórico o la relación hombre-naturaleza desde cierta nostalgia de hombres de dos culturas, especialmente en lo que hace a la creación urbana de Buenos Aires –o del Río de la Plata, mejor.
Nuestra literatura nació ligada a la tierra, a la América profunda (bastaría recordar a los grandes genios Sarmiento / Facundo y Hernández / Martín Fierro). Pero cuando Buenos Aires se adueña del país con su sueño europeísta y antilatinoamericano, se produjo una literatura que olvidó su relación con aquella América de siempre, la madre original. Pero en todo caso es también un episodio de la realidad, tan legítimo como la literatura urbana de Estados Unidos.
¿Cuál es su mecanismo de escritura?
Imagino, veo escenas, anoto palabras, en los textos históricos encuentro el absurdo o lo delirante cono adelantándose a mis fantasías.
Soy ocioso, pero continúo en mi deuda con el hacer, con la creación. Trato de aprender a parar cuando la pluma quiere correr. Sé que es una historia de palabras y no de cosas para contar… Me gusta la mañana. Escribo a mano con lapicera de tinta. Trato de mantener viva la insolencia, la sinrazón, la rabia. No me tomo en serio. Sé que el ángel se posa en las páginas más insospechadas. Siento que la cosa anda por el lado de la magia. Uno no puede fabricarse un talento. Se tiene o no. Pero hay que encontrar el punto de la propia voz para que el talento se exprese. Esto es muy difícil, exige intuición, coraje, cierta desvergüenza y costumbre de soledad: el verdadero creador es como gaucho en pampa abierta. Va solo. Tal vez arriba esté Dios y al lado, seguramente, el demonio…
¿Cuál sería su biblioteca personal mínima?
Seis libros: Tao Te King, Don Quijote, La Biblia, Paradiso de Lezama Lima, Ada de Nabokov, Nietzsche.
Pero quiero los libros, leí muchos libros. Leer ayuda a sentir, a gozar. No es sólo placer, como descubrió Barthes hace veinte años entre los aburridos críticos de Europa. La literatura conlleva la conciencia de existir. Enseña a sentir más la vida. Vive más el que lee, porque ve más y porque aprende a gozar el placer y el dolor.
«Abel Posse nació en Córdoba en 1936. Diplomático de carrera, ha ganado importantes premios nacionales y extranjeros por sus novelas, algunas traducidas a diez idiomas. Títulos: «Los bogavantes» (1968), «La boca del tigre» (1974), «Momento de morir» (1970), «Daimón» (1978), «El viajero de Agartha» (1990), «Los perros del Paraíso» (1983), «La Reina del Plata» (1988), «Los demonios ocultos» (1988), «Biblioteca esencial» (1991. Crítica). Actualmente es embajador en Checoslovaquia y reside en Praga.
¿Qué es para Ud. la posmodernidad?¿Se considera un escritor posmoderno?
Una palabra prestigiosa que algunos críticos aplican a Daimón y Los Perros del Paraíso. No entiendo bien su contenido. Hace 10 ó 15 años tampoco entendí bien eso de «estructuralismo». Siempre aparecen estas palabras.
Realmente no podría decirlo yo, aunque alguna vez me explicaron convincentemente que yo lo era. Pero en realidad yo no podría, por mis propios medios, definir o calificar a un escritor como posmodemo. Nunca me propuse serlo…
¿Qué líneas de fuerza cree advertir en la literatura argentina?
Es una pregunta verdaderamente interesante. Hablemos de líneas de fuerzas que podrían definirse positivamente:
1) la fuerza poética de muchos escritores sobre todo del interior, para salvarnos de la narración decadente, burguesa y sicoanalizante de Buenos Aires.
2) En lo que hace a la literatura dominada por Buenos Aires sería esperable que la desdicha de lo conceptual pueda sublimarse en estilo, en inventiva, en perplejidad filosófica, en apertura al misterio; como en la obra de Borges: un escritor conceptual salvado por el talento.
Se escribe, hay insistencia, eso es fuerza también. El panorama actual está muy maleado por la mediocridad que ocupa espacios de prestigio. Los eternos tontos de izquierda y de derecha de los que hablaba Ortega. Izquierdistas muy enfermos, que más que el poder tienen una morbosa atracción por la nostalgia de la persecución, exilio, palos, y que producen una literatura rencorosa, complaciente, dominada por la angustia de los temas más que por el estilo; y una derecha provinciana, refugiada en cuevas de poder, sacristías, universidades o suplementos literarios. Hoy muy poca gente es libre y tiene su personalidad. Por eso cuando uno se topa con un gigante como Enrique Molina se puede sentir inclinado a pensar que no todo esté perdido en esta Argentina cipaya, pequeña, sin sentido de heroísmo. Es el ombú Enrique Molina…
¿Cree que el «lector medio» del interior acepta su «mitología de Buenos Aires»?
No. No creo. En realidad no tengo una idea clara de «lector medio». Creo que todo lector pertenece a una aristocracia. Como los felinos, son todos nobles.
¿Por qué no ha publicado aún cuentos o ensayos?
Nunca tuve facilidad ni atracción por el peligroso género del cuento, tan cultivado en Argentina. En cuanto a los ensayos me gustaría, tengo muchas ideas, pero las voy desgranando en artículos. Escribo con mucha frecuencia en ABC, EL PAIS, DIARIO 16 y a veces también en esa especie de noticieros para escolares que son muchos diarios argentinos, salvo contadísimas excepciones. (Sin irreverencia y coraje, no puede haber periodismo…).
¿Es escéptico acerca del papel del intelectual?
Para nada. Todos nosotros, los «intelectuales»: críticos, escritores, profesores, lectores, periodistas, etc., somos quienes tienen la tarea de hacer vivible este mundo y rescatarlo de su entusiasta autodestrucción. Todos nosotros mantenemos esa «conciencia social reflexiva» de lo que hablaba el sociólogo Sorokin. Somos la conciencia del dolor, la única posibilidad de imaginar y modelar un mundo mejor. Ya podemos estar seguros que después de la fulmínea caída del imperio soviético estamos ante el peligro de una especie de paradójico liberalismo stalinista, que desconoce toda moral de solidaridad.
Ante el silencio cómplice y/o la estupidez de los políticos no quedan más que los hombres de fe y los intelectuales, los hombres de la reflexión y de la fantasía; los que impulsarán a la reacción salvadora.
Somos guardianes del espíritu divino de la infancia. Los guardianes del Principio de Fantasía.
¿El ensayo argentino ha ayudado a pensar la identidad?
En algunos casos sí. Pero muchas veces la reflexión sobre Argentina pecó de negatividad. Es el caso de Martínez Estrada que pensaba que todos los males de la condición humana se concentraban en Argentina, o en Murena que pensó en un «pecado original» argentino en relación a un supuesto equilibrio de los pueblos europeos de nuestro origen. Me parece que en Argentina el único pensador que se acerca a las raíces, pensando con razón en todo el Continente latinoamericano y no sólo en la provincia argentina, fue Rodolfo Kusch. América Profunda es un libro fundamental por las puertas que abre. Pero en general los pensadores no han pensado al servicio de nuestras realidades. La mayoría de ellos fueron negativos, descalificadores, sean Mallea, Martínez Estrada o Murena. Era como si partiesen del pecado original (personal) de ser argentinos, sudamericanos, en relación a un inundo mejor, de primera… Los poetas y novelistas encontraron los valores humanos, creyeron más, amaron más, fueron más libres: crearon un lenguaje propio, los pensadores no. Son bien sucursales latinoamericanos de la conceptualidad europea, salvo las excepciones y entre ellas Kusch.
Massuh considera que la reflexión localista puede ser más que iluminadora, autocomplaciente y peligrosa. Es raro que los argentinos sigamos hablando tanto de nosotros mismos.
¿Qué es una novela?
Un diálogo con las posibilidades de vivir, como dijo Gide. Una reescritura de «la historia oficial»; una crónica del yo profundo de cada hombre y de la sociedad; la repetición del mundo tal cual es (ejercicio éste retórico y fracasado), o la reinvención del inundo. Puede ser crónica de la grandeza humana (el Quijote) o de la miserabilidad (Balzac, Zola). Puede ser despliegue del lenguaje hacia lo siempre nuevo (etimológicamente novela-nuevo-novedad) o repetición ramplona del lenguaje periodístico (Hemingway).
Avenidas de palabras. Lenguaje abierto para que entre el lector y ponga con su propia imaginación y fantasía la otra mitad necesaria para que la palabra escrita renazca, reviva.
Es el género de nuestro tiempo. Puede incluir la poesía y el pensamiento abstracto. Como admite mucho, es una trampa para el más estrepitoso fracaso.
¿Qué hay en el comienzo de toda creación?
Voluntad de ver, de comprender, de ser. Fascinante aventura de sacar algo nuevo del silencio, de la nada.
Ese genético resto de divinidad que parece que lleva este curioso bípedo que llamamos hombre.