Fernando Lussón, Lanza, 27/07/1988
El escritor y diplomático Abel Posse ha publicado en España su último libro «Los demonios ocultos», en el que realiza una aproximación a los mitos cuasi religiosos del nazismo con el que abandona momentáneamente -«para ser libre frente a sí mismo»- la saga de novelas históricas sobre la conquista de América que comenzó con Daimón, y continuó con «Los perros del paraíso», que le valió el premio Rómulo Gallegos, uno de los más prestigiosos que se conceden en Latinoamérica.
Escritor barroco, crítico también con la realidad de su país y con la misma vocación universal del resto de los escritores latinoamericanos, Abel Posse se encuentra en España para intervenir en un curso sobre la narrativa hispánica. «Latinoamérica está atravesando su Siglo de Oro», afirma al enjuiciar la literatura latinoamericana de las últimas décadas. «Los escritores latinoamericanos somos hermanos de las mismas desdichas y de las mismas ambiciones, porque somos miembros de un continente difícil, y todos trabajamos por una especie de conciencia de América. Roa, con su historia del Paraguay; Fuentes, con «Terra nostra» y mis propias obras, son una especie de conciencia latinoamericana. Nuestra literatura de los últimos decenios trata de unificar lo que ni los filósofos ni los políticos lograron: sólo los hombres de cultura han sido los que han dado a Latinoamérica una conciencia unitaria. Se puede decir que los únicos que han cumplido la ambición de Bolívar de unificar Latinoamérica han sido los escritores. En todo lo demás el continente es una gran potencia desunida. El único «Mercado Común» que hemos logrado ha ser hasta ahora es el de la literatura», dice Abel Posse
Sin embargo, los escritores en Argentina no tienen mucho eco.
En Argentina los escritores ocupan un lugar menos destacado que en otras partes de América Latina y menos que en España; están muy marginados. Borges mismo era un marginado que escribía como un curioso opinador; eso es positivo porque no está integrado en el sistema y por eso la palabra del escritor suena como más verdadera. Los medios de comunicación argentinos excluyen al escritor. Borges nunca escribía artículos de opinión, sólo literarios; Sabato hace quince años que no escribe un solo artículo de opinión y eso que es un hombre de formación filosófica. Bioy Casares no escribe en ningún diario.
¿Y eso no es frustrante para el escritor?
Sí, pero Faulkner decía que el escritor así se hace más fuerte, cuando no está integrado en ninguno de los sectores del sistema y solamente produce su libro.
Usted afirma en su último libro que el hombre no puede soportar los paraísos que cree ir encontrando.
Una de las manifestaciones más claras de la desesperación de los humanos es tratar de hacer lo que ya logró. El hombre está acosado siempre por una nostalgia del paraíso y por una huida del paraíso.
Habla usted también de que la patria es el ámbito de la infancia.
Esa es una idea tomada de Faulkner. En mi caso ese ámbito es la ciudad de Buenos Aires. Aunque yo nací en el interior mis primeros años de conciencia, de adolescencia, la Universidad, los pasé en Buenos Aires. Muchos recuerdos de esa época están en la primera parte de «Los demonios ocultos». Buenos Aires era entonces una ciudad muy intensa. Precisamente la lucha contra la planicie provoca hombres muy raros, como Borges, con una cultura universal, que es producto de una formación absolutamente autodidacta, como la de la mayor parte de los hombres de cultura argentinos.
¿A qué se debe que los escritores latinoamericanos tengan una vocación más universalista que en otras culturas?
Porque cuando uno tiene una cultura no busca otra. La cultura española para bien o para mal es definitoria y va engendrando su propio circulo; lo mismo pasa en Francia o en Italia, que son culturas literarias antiguas. En las culturas más nuevas, en creación como la nuestra -que tiene la raíz hispánica, pero que tiene impulsos de otros grupos humanos debido a la inmigración de otros países, yo mismo tengo la mitad de la sangre española y la otra mitad italiana-, se da una universalidad mucho más visible que en otras culturas. Por eso le cuesta a un escritor español ser como Borges, tan libre frente a otras literaturas, como la hindú, la sufi o la alemana: El hablaba con la misma soltura de Quevedo como de Goethe.
En su último libro usted trata sobre las bases ideológicas y mitológicas del nazismo.
A mí lo que me ha interesado es el nazismo como ideología, el concepto de renacimiento pagano. La idea de que el hombre que somos ha de ser destruido para dar paso al nuevo hombre futuro. Y como esta ideología fue conservada por una especie de grupos nazis que se instalaron en América Latina. Me han interesado los fundamentos filosóficos, y sobre todo los mitológico-religiosos. La monstruosidad del nazismo ha sido tan grande, es tan condenable, que ‘todavía estamos en la etapa de la condena, no del análisis. Cuando yo conocía a algunos nazis en la Argentina la pregunta que siempre me hacía era ¿de dónde habrá sacado este hombre la convicción para hacer semejantes monstruosidades? ¿De dónde el monstruo? Por eso me he acercado al nazismo con la intención de analizar los mitos secretos de dónde procede, algunos mitos germánicos antiguos y toda la idea patente en la poética de Occidente del renacimiento, de que el hombre actual es sólo un proyecto y que el verdadero hombre está aún por hacerse. Los judíos, por ejemplo tienen la idea clara de que fue una guerra de religión, quizá sean las víctimas las únicas que sepan que la esencia del nazismo está en esos fundamentos religiosos: es la lucha del paganismo contra lo judeocristiano.
Usted está considerado como un escritor barroco.
El barroquismo es mi forma literaria natural, pero en esta novela no lo he utilizado porque el tema en sí ya era barroco, muy complicado y me ha permitido descansar de eso que se llama estilo. Yo creo que un escritor debe contradecir su estilo, ser libre frente a sí mismo y ante la obra anterior que tuvo éxito. Yo tengo varias vetas para expresarme; hay temas que me interesan desde un punto de vista narrativo y otros que me interesan desde un campo estético, Tengo una literatura estética que ejercito en mis novelas históricas y tengo una literatura de narración, donde la palabra no es protagonista fundamental, y que -como este libro que me parece muy modesto literariamente- tiene un valor de interés y de documento. El barroco es un poco América Latina. Yo creo que es un poco nuestra forma de ser, de expresar la fantasía, las diversidades, los supuestos, las paradojas, el lenguaje adecuado para reunir, tantos elementos. No es una opción simplemente. voluntaria, sino consustancial. El barroco se acerca a lo oscuro y a lo variable de la vida misma: detrás de una línea de hechos hay otra más finita de confusiones y sugerencias. Detrás de la linealidad del estilo sintético, del aparente clasicismo o del realismo puede esconderse un gravísimo error. A veces lo exacto no es la palabra que corresponde a lo real: se pueden ejercitar mecanismos de exactitud y no se abarca todo lo real, como pasa en la física moderna, que incluye el azar, el misterio…
¿Qué parte hay en su novela histórica de investigación y qué parte de imaginación?
La investigación es fundamental; incluso, para tergiversar, negar o mentir necesito una base histórica, porque hay un juego literario entre el duelo imaginativo y el universo historiográfico. Hay una correspondencia, pero también una caricatura, una crítica o una idea de perfección.
Abel Posse ha sido uno de los cuatro escritores latinoamericanos elegidos para intervenir en el curso de verano que sobre narrativa hispánica ha organizado la Universidad Complutense madrileña.’
«Voy a analizar las peculiaridades de la literatura hispanoamericana; nosotros habitamos un continente verbal extremadamente importante, porque el español es el idioma más vivo, más creativo del mundo, y además es una «lengua franca». Un español y un argentino, por ejemplo, comparten un universo que viene dado por la palabra, que es tan fuerte como la religión, porque transmite una forma de ser. El idioma español tiene una fuerza tremenda porque está acompañado de un contenido existencial y cultural que lo pone a la altura de casi una fuerza política, que los políticos no le han sabido dar. España nunca ha sabido capitalizar esa unidad y América Latina tampoco, porque somos anarquistas existenciales».
¿Cuál es la situación de la literatura latinoamericana actual?
La producción de la novela latinoamericana sigue tan poderosa como siempre: es una de las pocas novelísticas en creación, es como un mundo en formación y siguen surgiendo escritores jóvenes en todo el continente. Hay momentos de caída en algunos países, pero en un momento determinado la poesía de tal país -de tal provincia, como me gusta decir a mí- se hace más fuerte que otra. Yo tengo la mayor fe en que continuará, y si no continúa no importa porque siempre hay ciclos. La literatura latinoamericana es extremadamente rica y estamos viviendo un Siglo de Oro. Borges es el escritor más famoso del mundo; el clásico de nuestro tiempo lo produjo la literatura hispanoamericana.
Usted habla del descubrimiento como nuestro querido desastre».
El 92 nos invita a una reflexión profunda, de ninguna manera una celebración, porque son absurdas, sirven simplemente para la diversión de los gobiernos. En cambio, es necesario hacer una reflexión hispánica y americana, para comprender en qué medida formamos una unidad o en qué medida se produjo un mestizaje y sobre todo nos debemos esforzar para rescatar nuestras civilizaciones precolombinas. No se trata de reiterar una vez más la leyenda negra, pero tampoco caer en la leyenda rosa, sino simplemente comprender con madurez que se produjo una guerra. Fue un genocidio; de ese genocidio surgió una nueva realidad con la que tenemos que vivir y que introdujo una nueva cultura, una nueva idiosincrasia y no se trata de mirar hacia atrás para acusar. Heidegger decía muy inteligentemente que uno no puede vengarse del pasado.