Elisa Villegas, El Universal (México), 22/10/1989
«México es el centro, el pilar de nuestra cultura panamericana». Comentó Abel Posse, en tanto ocupaba un sillón en el salón privado del hotel en el que la noche anterior recibió el Premio Internacional Novedades-Diana 1989.
Recipiendario de varios galardones más, como el significativo Rómulo Gallegos 1987, Posse conserva con humildad la satisfacción de distinguirse entre muchos escritores famosos.
«El agradecimiento que tengo por haber recibido este premio, es grande -manifestó el escritor-, porque curiosamente, siendo muy conocido en España y América Latina; en México soy un escritor remoto. Considero que este reconocimiento servirá para acercarme a los lectores de este país».
Al decir esto, Posse meditó unos segundos y expresó que tenía deseos de introducir su trabajo en México, porque considera que es, además de las grandes capitales, el núcleo de la cultura panamericana.
Antes de entrar al saloncito, llegó a mi mente la idea de un Posse viejo y obstinado; no sé qué fue lo que me hizo pensar en ello.
Al estar frente a él quise reírme, por la tonta idea que de él tenía; es todo lo contrario, un hombre más bien joven, no ha de rebasar los 45, tez blanca, cabello castaño, rasgos finos, pero lo más agradable de él es cierto gesto borrachón.
Escasos minutos para charlar; en breve estaría en San Juan Teotihuacán, admirando construcciones de tamaño impresionante.
Aprovechar el tiempo era el caso entonces, indagar sobre la inquietud del México antiguo que aparece en El viajero de Agartha, libro que lo hizo acreedor del Novedades-Diana 1989, fue lo primero que llegó a la mente:
En la primera hoja su relato, habla del «dios sediento de sangre de los mexicas». ¿Qué relación tiene con el nazismo, tema central de su obra?
Efectivamente, incluso en Los Perros del paraíso, novela con la cual obtuve el premio Rómulo Gallegos, a mi juicio la más destacada de mis obras; México ocupa un lugar importantísimo porque es un poco como la otra voz de la conquista. Como dijo león Portilla: «La visión de los vencidos».
Justamente, prosiguió, centré en los aztecas esa expresión de los españoles, así digo que son ellos los que descubrieron Europa, no solamente fue el descubrimiento de América, que es una visión unilateral por parte nuestra, donde México ocupa un lugar importantísimo.
¿Qué hay de la relación con el nazismo?
En torno de ese tema, el relato tiene al final en su extraña peripecia de novela de aventura, que termina en una búsqueda ocultista, varios pasajes con relación a la América precolombina con alusión específica con México.
Así como en el tema de la muerte, porque una de las causas de la decadencia del Imperio Azteca fue precisamente el deceso sacrificial y en el nazismo hay un elemento significativo de este tipo de mortandad.
¿Existe alguna relación de los fenómenos que se dieron en ambos momentos?
Considero que los fenómenos que se dan en la condición humana no están programados solamente dentro de una dimensión cronológica, pueden ocurrir cosas tan similares aquí como lo que sucedió en civilizaciones que se extinguieron hace miles de años.
Entonces más allá de las formas que adopta un problema, un síndrome, un movimiento político, interesa ver la constante, las líneas de igualación de un común denominador.
Después de recibir el premio, ¿se le ha ocurrido elaborar alguna novela en especial?
No precisamente como consecución del premio, pero escribo una novela que a mi juicio es muy completa. Es una especie de trilogía sobre el llamado descubrimiento de América, se titula La simple pureza, está compuesta por una edición de Los perros del paraíso, Daimón, y esta tercera, donde analizo el tema de los jesuitas en Paraguay.
Concretamente, como la mayor parte de sus comentarios, Posse explicó algunos de los términos en los que se basará para desarrollar esa trilogía.
Creo que elegí un tema curioso, porque los jesuitas, trasladaron en Paraguay, la idea de crear un hombre nuevo con los guaraníes, crear algo así como la «Ciudad de Dios en la Tierra».
Ellos decían que los hombres de occidente ya estaban corrompidos por su propia historia y encontraron en América una masa dúctil, ingenua, nueva, como para crear esa ciudad divina. Es una aventura de hechos inciertos, que resultará interesante y forma parte o completa la visión de la conquista, en esa dimensión religiosa y espiritual.
¿El lector que se acerca a usted debe tener alguna cualidad que le permita, centrarse en las ideas que usted manifiesta?
No, creo que soy un escritor que no fuerza a conclusiones ideológicas. Más bien invito a un viaje por medio de la palabra, y del lenguaje, recorridos a veces bastante amables, como las novelas históricas, porque está narrado sarcásticamente, con un lenguaje barroco.
Pretendo que el lector que se acerque a mis libros, lo haga con la misma independencia con la que lo escribí y con un espíritu festivo.
La idea es que encuentre, las cosas sin buscárselas con solemnidad, o sea, más que salir a buscar objetivos, la intención es que cree, desde la primera página. Es un truco bastante antiguo, abierto, sin conclusiones muy claras, más bien un sistema de sugestión.
¿Hay una propuesta abierta para el lector en su trabajo?
Así es, lo invito a que construyamos juntos el libro. Un escritor no debe escribir más que el cuarenta o cincuenta por ciento de éste. Aplicar un sistema sugerente, en donde la imaginación del lector complete el texto. De esta manera, el autor escribe tanto como el que lee…