María Angeles Castillo, Ya, 22/11/1995
Es un francotirador de las letras o «escritor de minorías»; según sus palabras. Abel Posse, argentino y diplomático de carrera, tiene en su haber títulos como “Los perros del paraíso” o “El largo atardecer del caminante’”
PREGUNTA: Le dedican unas jornadas en la Casa de América, qué le parece?
RESPUESTA: Supone un gran esfuerzo por parte del Instituto de Cooperación Iberoamericana. Todo lo que contribuya a difundir literatura es positivo.
- ¿El boom latinoamericano es cosa del pasado?
- El boom empezó con Rubén Darío. Luego, la literatura más creativa se puso de manifiesto desde los años sesenta, y confió en que siga viva. Carpentier, Borges, la Generación del 27… nunca pensaron en el negocio. La presión editorial, en estos momentos, crea una subcultura. En Estados Unidos, se ha constatado este hecho: no hay productos de calidad, porque se piensa demasiado en las cifras de venta.
- Usted se define como un «escritor de minorías».
- Así es. Es algo que se busca. Si uno se dedica a la poesía religiosa sabe que va a escribir para minorías.
- Pero tiene sus compensaciones…
- Yo no me cambio, aunque envidio las grandes ventas, pues indican que los libros llegan a más gente.
- En El largo atardecer del caminante escribió que todos los hombres tienen su molino de viento. ¿Cuál es el suyo?
- La literatura, que no es más que la insolencia ante la prepotencia de la sociedad moderna, de la decadencia de la modernidad. Soy muy crítico con esta época, pero es así: es decadente y brillante.
- ¿Y qué podemos hacer?
- Reconducirnos. Los jóvenes son como son porque huyen del futuro y se refugian en harapos, bebida y discursos huecos. Hay que ir hacia los valores, aún estamos a tiempo.
- ¿Qué es la literatura?
- Personalmente, una forma total de conocimiento, un viaje al pasado, la oportunidad para la creación estética. Y colectivamente, un bastión enorme en medio de esta noche. Es la catacumba en la que resistimos.
- ¿Se puede más con la pluma o con la espada?
- Hay mucha espada en lo político; no hay conducción filosófica ni política. Existe una división muy grande entre lo externo y lo interno. La decadencia es total. No hay grandes ideas, no hay héroes.
- ¿Qué se puede hacer desde la literatura?
- Decirlo e inquietar a quien se siente cómodo. Ser críticos, no puede haber literatura complacida.
- ¿La realidad supera a la ficción o al revés?
- La realidad es chata: está llena de sonido y ruidos fatuos. La literatura es un refugio para recrearla, y la supera.
- ¿Cuál ha sido la aportación de su paisano Jorge Luis Borges?
- Nos ha legado una forma de escritura y sugerencia muy profunda; con un extraordinario valor y en un momento en que la literatura peligraba. Aportó gravedad e intensidad. Yo fui amigo suyo; desde luego, hay que decir que es el escritor más internacional del siglo XX.
- ¿Y la literatura latinoamericana?
- Este siglo es un nuevo siglo de oro, el de nuestra literatura. Por su calidad, intensidad, no superada ni por la gran novela alemana ni por la norteamericana. La creatividad es grande; el problema es editorial.
- ¿Qué tiene ahora entre manos?
- Escribo ensayos para el periodismo, y estoy con una novela sobre los jesuitas en Paraguay (Los heraldos negros) que tengo muy demorada; llevo tres o cuatro años con ella.
- Tomás Eloy Martínez ha biografiado a Evita.
- Su novela es demasiado truculenta. Yo estuve diez años para acercarme a ese personaje y escribir La pasión según Eva.
- No cabe duda de que le han cautivado algunos personajes históricos: Eva Perón, Cabeza de Vaca…
- Sí, y Colón, Fernando e Isabel, Lope de Aguirre… por el heroísmo. Incluso cuando son malos cautivan por su vida arrojada, porque nos salvan de lo gris de la realidad. Esta sociedad liberal es más gris que la comunista que, describió Orwell en 1984. Esta es la auténtica sociedad de masas y de masificaciones.