Gabriel Pandolfo, 14/06/1989
¿Qué pasaría si un escritor narrara pasajes de la vida de San Martín como García Márquez lo hizo sobre Simón Bolívar? ¿Y qué sucedería, además, si ese escritor fuera argentino?
Abel Posse, diplomático argentino, miembro de honor del Instituto Sanmartiniano del Perú, y escritor de novelas donde la historia tiene parte fundamental, como «Daimón«, «Los demonios ocultos» y «Los perros del paraíso«, entre otras, se atreve a internarse en otro laberinto, que no es el del general venezolano, y que aclara algo nuestra distancia con esos próceres que se han quedado en el bronce y en los manuales de escuela, para dar cuenta, solamente, de sus brillantes estrategias militares, sus batallas y sus documentos públicos o políticos.
¿Hubiéramos sentido menoscabada la figura de José de San Martín al buscar sus días privados, sus momentos íntimos, sus relaciones? ¿O es que San Martín no tuvo ni vicios ni debilidades, tanto que Leopoldo Torre Nilsson tuvo que recortar del guión de «El Santo de la Espada» muchas escenas, o cambiarlas, como la que describe su cruce por la cordillera de los Andes?
¿Qué opinión le merece la novela «El general en su laberinto»?
Es muy respetuosa. El impulso creador que conocemos del extraordinario García Márquez fue frenado por el respeto a Bolívar, que es sin duda, junto a Sarmiento, la máxima figura de América latina. Uno es el guerrero y el otro quien tiene la visión de la cultura de América. Fueron los dos polos de la grandeza, los mejores hombres.
¿Nunca pensó en escribir sobre San Martín?
Hace muchos años tomé notas para una novela sobre su ocaso. El viaje de regreso desde Chile. Cuando llega enfermo a Mendoza, muy mal. Me interesaba esa caída del guerrero, pero no me animé. Es muy difícil meterse en su intimidad. San Martín es abstracto, no es humano como nosotros. Está congelado en un estadio monumental.
Cruzar la cordillera perforado por una úlcera habla más de su valor y de su compromiso con los libertos. Mucho más que como se lo muestra en la película de Torre Nilsson. También se dice que para superar los dolores fumaba opio, ¿eso puede ser cierto?
No fumaba, tomaba láudano. Y ya veo donde usted apunta. Tener a San Martín en el bronce es un error. Sus debilidades ayudan a formar su grandeza. La condición humana es doble. No es una santidad, eso le hace un gran daño.
«Cuando volvió a la alcoba encontró al general a merced del delirio. Le oyó decir frases desconocidas que cabían en una sola: Nadie entendió nada. El cuerpo ardía en la hoguera de la calentura, y soltaba unas ventosidades pedregosas y fétidas. El mismo general no sabía decir al día siguiente si estaba hablando dormido o desvariando despierto, ni podía recordarlo. Era lo que él Ilamaba mis crisis de demencia.»
(De «El general en su laberinto», G. García Márquez.)
Lo que saca a San Martín del bronce se transmite como si fuesen chismes del ambiente del espectáculo, y en general es muy difícil dar con la fuente. Por ejemplo, la versión que habla de la infidelidad de su esposa y de la propia.
Era militar y vivía mucho tiempo fuera de su casa. Un argentino no sabe sólo cómo fue en la intimidad, sino también como hombre. Yo creo que las organizaciones dedicadas al culto sanmartiniano han impedido el acceso a la verdadera información del héroe en la Argentina, pero no en el Perú.
De ahí también pueden venir las tergiversaciones, como aquella corriente que asegura que San Martín trabajaba para el imperio británico.
Eso es totalmente falso. No era espía. Miranda, el jefe, Bolívar, San Martín, Alvear y O’Higgins, todos ellos tuvieron la genial comprensión como estrategas y militares de que no se podía derrotar al imperio más grande del mundo, que era el español, sin jugar con las ambiciones del británico. En este juego estratégico, ellos encontraron apoyo y coordinación a través de las logias para enfrentar a los españoles. Cuando termina Bolívar la campaña en Ayacucho, aparece la ideología, que es la fundación de la nación americana. Esos gigantes no tenían una idea nacional, sino continental. Por eso San Martín se sentía en su propia patria en Chile como en Perú. Después sí, cuando ellos desaparecen, la politiquería es presa de la ambición inglesa.
¿Con la documentación existente sería posible elaborar una novela con el contenido humano de San Martín?
Sería fascinante, pero no hay mucha documentación. San Martín era entrañablemente reservado. Era un militar por sobre todas las cosas. No se podría ahondar mucho, era muy cuidadoso y un poco distante. La mejor descripción que existe es la de Alberdi, en Francia.
¿Era físicamente como se lo ve en los retratos?
Son muy buenos, ni siquiera así deja de ser una figura distante.
¿Qué le pareció la película de Torre Nilsson sobre él?
Muy falsa. Parece una película de C. B, de Mílle. Responde a los límites que tenemos sobre su imagen. Sobre esto quisiera hacer una salvedad: García Márquez se sacrifica como novelista, se frena por respeto a la historia El otro extremo es D. Romero, donde utilizando los datos y chismes sobre sus vidas privadas entra en una cuestión deleznable.
“…Manuela no se quedaba a dormir. Se iba con tiempo bastante para que no la sorprendiera la noche en el camino, sobre todo en aquella estación de atardeceres fugaces. Al contrario de lo que ocurría en la quinta de La Magdalena, en Lima, donde el tenía que inventarse pretextos para mantenerla lejos mientras holgaba con damas de alcurnia, y con otras que no lo eran tanto…»
(De “El general en su laberinto”, G.M.)
¿Existió una pelea, o discrepancias acerca de la campaña libertadora entre San Martín y Bolívar?
Yo tengo mi propia teoría al respecto. Cuando se encuentran en Guayaquil, Bolívar y San Martín se reúnen y éste le dice que alguno de los dos se tiene que ir, «o vos o yo», y San Martín se va al barco. En el cuarto de Boulogne Sur Mer San Martín tenía un escritorito, y allí -todavía está, intacto- había un retrato de Bolívar. Si hubiese existido esa pelea no le veo sentido a esto.
¿Cuál es la diferencia entre uno y otro, con respecto a la sexualidad?
San Martín tenía amantes, pero no en público. Bolívar era mucho más libre en lo que respecta a su sexualidad. Era un gran señor del Caribe, y todos sabían que era así. San Martín era un guerrero.
¿Dos formas distintas de ser militar?
San Martín era contenido, austero. Bolívar estaba abierto a todas las ideas. Leía la última filosofía y a los poetas románticos.
¿Cuál fue la amante más conocida o permanente de San Martín?
La amiga de San Martín era Rosa Campusano, en Perú, a quien llamaban ‘La protectora’, ya que él era el Protector. Era también un personaje fascinante Se dice que ella sí era espía en favor de América, con una vida social muy intensa, cumplió misiones en favor de él. Ricardo Palma, gran escritor peruano, cuenta cuándo la conoce a Rosa Campusano, e hizo una descripción de ella y de su relación. Yo me temo que nunca se haya escrito aquí sobre estas cosas normales de la vida, porque el Instituto Sanmartiniano argentino, por exceso de celo, ejerció una equivocada acción historiadora de las investigaciones.
¿Con un objetivo?
Es una tendencia argentina al almidonamiento y la hipocresía, originada en la historiografía española, donde para hablar del rey se habla de santidad.
Pero también la historia argentina tiene problemas para estudiar a otros personajes.
Los revolucionarios y guerreros son todos iguales. El signo será otro, pero las cualidades no se miden por el signo ideológico. Tenemos los argentinos limitaciones ideológicas, estupideces de mentalidad represora que subsiste en nosotros peligrosamente.
¿Existe el miedo a expresar libremente las ideas?
Hay un esquema de represividad que forma la expresividad de opiniones y palabras. Eso se debe a muchos años de sistemas represivos. Se califica por cosas exteriores y no profundas Entonces entra el temor, la autocensura y la hipocresía. A una democracia hay que darle contenido y eso no se logra con tabúes.
¿Y cómo cree que sería recibida una novela sobre San Martín entre los argentinos, como la que escribió García Márquez?
Nosotros no podríamos escribir eso. No estamos maduros para recibir un libro donde esté la vida privada de San Martín. No, todavía no. A la gente le falta ese matiz democrático para comprender que los grandes hombres también tienen vicios En Francia se han filmado películas sobre la vida privada y erótica de Napoleón Bonaparte y nadie se consideró ofendido.
No estamos preparados, pero ¿quién nos va a dar ese permiso? ¿Quién va a decir cuándo lo vamos a estar?
La libertad no se pide, se arranca. Si hay algún escritor que quiera hacerlo no tiene que pedir permiso.
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