Esther Crespo, El Noticiero Universal, 16/03/1983
Anclado en París desde 1980, Abel Posse ha dejado de ser porteño para sentir como americano. Ha escrito en Venecia su novela “Daimón”, publicada en España por Argos Vergara en 1978. Terminó en París su más reciente título: «Los perros del paraíso», que ha venido a presentar en estos días a Barcelona.
Construida a pantallazos, en forma de contrapunto, “Los perros del paraíso” es la fantástica y trágica historia del Descubrimiento, el encantamiento y saqueo del paraíso americano por la dominación de una Castilla gótica que se hace Imperio.
¿Cómo ve el autor a su propia obra?
¿“Los perros del paraíso”? -dice- Es una novela no estrictamente histórica que trata de la aventura de un Colón visionario, arrastrado por la fuerza de su propia demencia; de Fernando e Isabel la Católica como creadores de un nuevo Imperio que dura hasta ahora. El Occidente actual nace de esta aventura. Yo trato de tomar la realidad de los personajes y no centrarme exclusivamente en los documentos sobre ellos. Me demoro en la vida de Fernando e Isabel, como dos adolescentes erotómanos, y trato de mostrar la vida de estos príncipes fuera de la imagen de santoral creada por la historia oficial. Luego trato de la aventura de Colón, que no sólo descubre América, sino el paraíso. El creía que el paraíso existía y que lo había alcanzado. Era el paraíso de las mujeres desnudas, de los palmares de la costa del Caribe. Un mundo previo a la culpa, mientras que en la España terrible de Fernando e Isabel nadie creía que Colón hubiera descubierto el paraíso. Sólo Colón lo creía. Los descubridores huyen de una España represiva; de Torquemada y quedan deslumbrados por las mujeres taínas. Ellos vienen de un mundo negador del cuerpo y se encuentran con otro donde el cuerpo es privilegiado. Tratan de repetir su mundo y destruyen el paraíso. En mi novela todo está narrado muchas veces de forma cómica y con recursos surrealistas. En el paraíso hasta el Padre las Casas se desnuda y dicta la ordenanza de la desnudez y la del ocio. En mi novela aparece también la gran resistencia de la Iglesia que acompaña a Colón en uno de sus viajes. La Iglesia se siente desocupada: sin culpa y sin pecado, su intermediación es innecesaria.
Mirada surrealista
Pero la novela no es meramente una anécdota histórica reelaborada surrealísticamente, sino que es un reflejo de la sociedad en la que vivimos, con continuas referencias a la crisis actual. Colón navegando ve lo que va a ocurrir en el futuro. La “Santa María” le lleva a los nuevos tiempos. Al lado de ellas pasan grandes transatlánticos, abriendo las compuertas del tiempo.
¿Hasta dónde ahonda Posse esta mirada surrealista?
Yo utilizo el surrealismo como técnica -aclara- porque me permite manejarme con libertad. En América para expresar lo real hay que ir a lo surreal. La realidad es tan enorme que no corresponde a los parámetros del hombre occidental. Los filósofos racionalistas han fracasado para interpretar a América; la única interpretación posible ha sido la poética.
¿Qué fuentes históricas ha utilizado para surrealizar esta historia?
Mi libro está basado en hechos históricos: siempre tiene una verosimilitud y siempre la transgrede. La historia escrita sólo recoge el uno o dos por ciento de los hechos llamados históricos. La novela tiene el don de recrear basándose en realidades históricas: la novela completa la realidad que no completa la Historia.
Abel Posse considera que América ya es España y que España en sí misma se descubrió en América. España, al americanizarse, rompe su relación con Europa. América es un mundo de enorme riqueza espiritual y España ha logrado, a pesar del genocidio, una vinculación espiritual con su Imperio que los ingleses no lograron. Y los españoles contaminados de sus propias víctimas. Por eso, hoy por hoy, España no puede ser un puente hacia América Latina un puente es un instrumento de paso.