Ángel Vivas, El Mundo, 11/01/1993
La última novela del argentino Abel Posse, El largo atardecer del caminante (Plaza y Janés), con la que ganó el premio Encuentro Extremadura y América 1992, está dedicada a la memoria de Carlos Barral, «símbolo de aquella Barcelona mágica y subversiva de los 60, abierta a los escritores que llegábamos de una América crítica y quebrada». Y es que Barra¡, además de ser entonces, según Posse, «el receptor de todos los subversivos», es, en cierto modo, responsable de esta novela.
«A Barral ‑recuerda‑ se le ocurrió que Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue el verdadero descubridor de Estados Unidos, y quiso hacer una película sobre este tema, para la que me encargó que escribiera el guión. Las películas nunca se hacen, ya se sabe; pero a mí me fascinó la idea de ese hombre que camina miles de kilómetros desnudo y que necesita conocer al indio, está obligado a comprenderle para sobrevivir».
Ese caminante en el atardecer de su vida es el que da título a la novela. «Cabeza de Vaca ‑sigue diciendo Abel Posse‑ fue el anticonquistador; depuso todo su judeocristianismo y llegó a la convicción de que «sólo la bondad conquista». Fue un caso atípica y, desde luego, el mejor rostro de la conquista». No obstante, el escritor ha preferido presentar a su personaje en el momento de su declive, «sobreviviendo en una ciudad como Sevilla, igual que cualquier viejo o jubilado actual».
CABEZA VERSUS CORTÉS
El carácter marginal de Cabeza de Vaca, que le valió las críticas de sus contemporáneos, es lo que atrajo a Posse para escribir sobre él. «Cabeza de Vaca está destinado a ser un conquistador, tiene todo lo que hubiera deseado Cortés. Nace en una familia aristocrática, nieto del gran conquistador Pedro de Vera, pero él se despoja de todo eso, la suya es una opción espiritual».
No es difícil relacionar a Cabeza de Vaca con su coetáneo Bartolomé de Las Casas, con el que, sin embargo, no llegó a tratarse. «Son vidas paralelas ‑explica Posse‑ pero los dos tuvieron la intuición del otro, de que el otro es un ser a respetar; somos con los otros y no solos. Son los dos hombres que se rebelan contra la arrogancia monoteísta que es la gran enfermedad de Occidente».
Esas características le llevaron a Cabeza de Vaca a fracasar en los terrenos militar y administrativo. «El primero que le echó en cara que no había aportado nada a la corona fue Cortés. Y su papel en Paraguay, en lo que entonces se conocía como «el paraíso de Mahoma», por la promiscuidad existente, a la que él se opone, forma parte de su desconocimiento de lo que tenía que ser un guerrero o un político. Esta es una historia fabulosa. La intimidad de la conquista es más sorprendente que la epopeya de la conquista».
La documentación le ha resultado fácil a Abel Posse gracias a los dos libros que dejó escritos Cabeza de Vaca. «Lo que le corresponde al novelista es meterse en los silencios que deja la Historia, en el caso de Cabeza de Vaca los cinco años que vivió con los indios y en los que se supone que llegó a ser curandero, algo que no podía confesar porque habría sido condenado por la Inquisición. La tarea del novelista es arriesgar en el silencio».
GUIÑOS
Dentro de esa labor de creador de ficciones, Posse no se ha resistido a incluir algunos guiños literarios, al hacer coincidir a su protagonista con escritores en los que se reconoce fácilmente a Borges o Valle‑Inclán. «Considero que la aventura histórica está ligada a la aventura cultural. Y hago que este conquistador, en su caída, se reencuentre con los escritores que son los perdedores de siempre». La reflexión sobre la Historia está presente, de un modo u otro, en todos los libros de este diplomático de carrera que es Abel Posse. Reflexión que, por otra parte, no está en absoluto separada de su propio papel como artista.