Romain Magras, Les figurations de l’héroïsme dans l’oeuvre d’Abel Posse, 2011 , entrevista concedida el 11/06/2006.
Sobre el ensayo En letra grande (2005)
Después de El eclipse argentino (2003), Ud vuelve al ensayo, literario esta vez, con En letra grande. En 1991, con el sello Emecé, había publicado Biblioteca esencial, en que proponía al lector cien libros que le parecían fundamentales. ¿Qué se propuso Ud con este nuevo ensayo ?
Este nuevo ensayo es en cierta medida pariente de Biblioteca esencial. Biblioteca esencial era una arriesgada enumeración de los libros que yo considero que de alguna manera son las altas cumbres para la formación de alguien que quiera conocer la literatura en una dimensión mayor, en la dimensión más expresiva de todas las grandes literaturas del mundo, incluidas algunas literaturas orientales y sobre todo la literatura religiosa es fundamental y básica en la formación de cualquier escritor o en la de cualquier persona culta.
En letra grande en cierta medida ya con un estilo distinto, ya no es una enumeración, es un acercamiento de entrevistas, de análisis, no académicos, pero de análisis que puede hacer un escritor acerca de escritores que admira y algunas reflexiones sobre la vida del escritor y la literatura y, en cierta medida, corresponde a Biblioteca esencial, porque también al hablar de « letra grande » queda tácitamente comprendido que hay una abundancia de letra chica en la literatura, y el libro es como un recuerdo de los mayores momentos de la gran literatura, sobre todo durante el siglo XX.
Un capítulo muy interesante, titulado « Ser escritor », relaciona ciertas vivencias personales con su trayectoria de escritor. Los estudiosos que se asoman a su producción novelística rastrean mucha autobiografía. ¿Cuándo nació en usted esta vocación de escritor ? ¿Qué momentos de su vida le dieron aún más fuerza ?
Bueno, la vocación de escritor se tiene, yo creo, desde la infancia ; es una vocación rarísima pero que no es tan infrecuente y que nos lleva poco a poco a iniciarnos en el camino de la creación literaria, de los primeros tanteos adolescentes hasta la definición de uno en esa carrera, si se puede decir « carrera », en esta actividad tan extraña y tan enriquecedora y a veces tan frustradora como lo es el ser escritor, así que yo creo que me inicié desde la infancia, en adelante, y se definió eso en la adolescencia ; siempre quise ser escritor y, bueno, no se puede eludir lo autobiográfico, porque es la fuente más inmediata de las experiencias de la existencia que uno tiene, lo que pasa es que desde lo autobiográfico se pasa a atribuirle esas experiencias y sensaciones, y esas ideas, se las transfiere uno ya, en el plano de la novela, a sus personajes y ya, en el plano de la poesía, a ese yo lírico que es el poeta, esa primera persona que siempre es el poeta. Son los mecanismos naturales de la creación y del arte literario.
En este mismo capítulo, me llamó la atención el que Ud nunca hablara en primera persona y que prefiriera nombrarse « el escritor ». ¿Por qué evitó recurrir a la primera persona ? ¿Quería separar la persona que es Ud del otro yo que lo habita y que le sugiere sus ficciones ?
Yo creo que cuando uno habla de sí mismo, en realidad está hablando de otro, nunca hay una relación con sí mismo que sea absolutamente identitaria, de una identificación total y clara. Somos, nos vemos como un otro, también un otro que está más cerca, o un otro que podemos sondear en la profundidad casi insondable del yo profundo pero, de todas maneras, muchos escritores se sienten cómodos al crear esa distancia, ese extrañamiento, esa medida de lejanía a veces para hablar de lo más cercano, no, que es el yo de uno y la experiencia personal, pero en esto no hay mayores secretos. Yo podría haber escrito también en primera persona, pero la primera persona es demasiado evidente, está demasiado iluminada, conviene más entonces velar un poco la personalidad de uno mismo.
Ud escribió sobre todo prosa, una prosa que le valió los premios literarios más prestigiosos. Pero la poesía, a la cual dedica una sección notable de En letra grande, es a mi parecer fundamental en su trayectoria y en su forma de escribir. En 1959, Ud publicó en El Mundo un poema titulado Invocación al fantasma de mi infancia muerta. ¿Lo recuerda ? Su título es muy sugerente. ¿Tiene alguna importancia en su trayectoria, en qué contexto lo publicó ?
La primera parte es importante, porque usted me pregunta por qué en En letra grande hay esta pulsión hacia la poesía. Bueno, la poesía lo considero el género fundamental, superior, el canto básico que fundamenta las literaturas de todo el mundo, incluso las grandes literaturas religiosas o los poemas griegos primigenios y la filosofía griega primigenia ; a mí me parece que la poesía es la base, el punto mayor de la literatura ; a mí me tocó vivir en un tiempo en donde la novela ocupa los espacios más importantes, y mi vocación ha sido por la prosa y la novela, pero mi prosa y mi novela están invadidas por esta admiración por la poesía y por esta voluntad de síntesis y de visión más en profundo que se consigue a través, justamente, del lenguaje, y no de las ideas y creo entonces que este aporte de la posibilidad poética a mí me ha sido útil y enriquecedor, y en particular en las novelas históricas, en Daimón, en Los perros del paraíso, incluso en El largo atardecer del caminante. Ahora, el poema que usted menciona, lo publiqué a instancias de Carlos Mastronardi, un gran amigo de Borges y de Conrado Nalé Roxlo en el diario El Mundo de Buenos Aires, fue mi primera publicación creativa y no sé si tiene mayor importancia, lo que sí tiene es sinceridad, es una visión romántica de la infancia que ya pasa, vista desde una adolescencia recién iniciada.
Durante sus años de juventud en Buenos Aires, contaba entre sus amigos a importantes poetas : Carlos Mastronardi y Conrado Nalé Roxlo, así como a otro amigo, traductor de Trakl, que puede haber originado la fascinación que se transparenta en el hermoso poema que usted le dedicó en 1962. ¿Puede Ud hablarnos de ellos ?
Sí, Mastronardi y Nalé Roxlo son dos extraordinarios poetas de un Buenos Aires ya desaparecido. Mastronardi escribió un poema muy famoso de su provincia natal que es Entre Ríos que se llamaba Luz de provincia y Conrado Nalé Roxlo fue uno de los cuatro poetas que Leopoldo Lugones consagró como los más importantes de Argentina. Tuve la suerte de ser amigo de ellos en un Buenos Aires ya perdido donde los jóvenes teníamos acceso continuo a lo que ya era « gente consagrada ».
Otra persona importante en aquellos años de formación fue mi amigo Rogelio Bazán. Un poeta con una erudición extraordinaria como la que se daba en aquella época en la Argentina de la cual Borges, digamos, es el prototipo, no más intenso, el prototipo normal de la formación cosmopolita que tenían los escritores de Buenos Aires. Bazán fue verdaderamente una de las personas con las cuales me acerqué a la literatura alemana, a la lírica de Novalis, de Hölderlin, de Rilke y también de Trakl que es el poeta, digamos, expresionista que más he admirado por su belleza formal y por ese toque de romántica decadencia que creo que en mi forma de ser tiene una particular cabida, un eco bastante importante. Trakl fue amigo, admirado por Ludwig Witgenstein. Yo le dediqué a él un poema en 1962, que fue premiado por la Sociedad Argentina de Escritores, y publicado en varias partes, en Colombia, y en revistas literarias. Es un poema que yo todavía sostengo, un acercamiento sincero hacia Trakl, uno de los poetas más intensos y complejos a quien Martín Heidegger utilizó, precisamente para hablar de la poesía en relación a su filosofía.
Usted hizo dos versiones de este poema, porque encontré en 1980 una versión que se publicó en La Gaceta de Tucumán, que es bastante diferente a la primera, me imagino que es un poema al que usted le concede mucha importancia.
Sí, en realidad no le concedo importancia literaria mayor. Es un acto sincero de admiración de esta alta posibilidad de la literatura que, me parece, tendría que ser como la luz, el faro, la inspiración que debería pedírsele a la gente de la literatura para salir de lo que llamaba justamente Heidegger « el bajón », « el socavón » de la cultura de Occidente que fue cayendo durante el siglo XX y que hoy llega a un silencio asombroso pese a los millones de títulos que se imprimen.
Usted escribió poesía (dos poemas grandes Celebración del desamparo y Celebración de Machu Picchu), fue editor de poesía (la colección Nadir en los años 80). Usted publica reseñas sobre poesía (recientemente, en 2004, sobre Federico Gorbea). Su prosa tiene un ritmo y una densidad poética. ¿Por qué prefirió usted escribir prosa ?
Bueno, empiezo por el final. En realidad, uno escribe prosa porque no puede escribir poesia ; decía Víctor Hugo que escribir poesía es fácil, o es imposible. Yo, verdaderamente tuve un sentimiento hacia la poesía y una formación admirativa. La novela es la calle y la poesía es un poco el templo. Los templos están un poco vacíos y las calles muy llenas pero, en todo caso, para mí, no hubo una oposición, como lo dije, la poesía es alimento de mi prosa. Cuando uno lee a Goethe, a Broch, a Rulfo, uno comprende que el elemento poético moviliza la planicie de la prosa. Los géneros son más bien ideas del siglo XIX, con la novela francesa con el esquema narrativo, con la preferencia del uso del idioma como un elemento comunicante de una acción o descriptivo de un personaje, es muy distinta a la novela que nace de Cervantes y que fue retomada por los escritores latinomaericanos después del año 50 ; yo creo que, incluyendo ya a Borges, por cierto, esa literatura latinomaericana, es un estallido de poesía, de libertad que se niega a la concepción literaria racional que prevalece en el relato europeo, incluidos escritores como Joyce. En el caso de la literatura latinoamericana, la destrucción de la narratividad decimonónica se hace con esa inclusión de una libertad poética que es muy distinta al procedimiento de Joyce, así que yo creo que en este sentido la literatura nuestra se ha alimentado del «imaginaire » poético con la libertad que pudieron alcanzar autores como Guimaraes Rosa o Lezama Lima…
Yo hice reseñas sobre poesía por esa admiración permanente por el género que por cierto es el mas alto y más hondo de la literatura. También, en efecto, escribí sobre Federico Gorbea, importante poeta argentino y publiqué en Francia, en ediciones bilingües, a catorce poetas argentinos.
Una gran parte de los poetas que Ud admira –Trakl, Lugones, Rimbaud…- asumen un destino trágico, podemos decir de ellos que supieron morir « a lo grande ». Ciertos de sus héroes tienen algún parecido con ellos por la forma en que eligieron una muerte heroica, si pensamos en Werner, Eva Perón, Che Guevara o Felipe Segundo en El inquietante día de la vida que sigue las huellas del mismo Rimbaud. Su admiración por estos artistas, ¿no tiene que ver también con su muerte, no son ellos lo que podríamos llamar unos artistas absolutos ?
Sí, yo coincido con lo que acaba de decir, que vivieron la vida en toda su dimensión, incluso el episodio decisivo o lamentable, tan importante como el del nacimiento, que es el de la muerte. Yo no he buscado hablar de la muerte pero, en los grandes personajes, se pone en evidencia, si uno lee a Shakespeare, por ejemplo, en los grandes personajes de Shakespeare, la presencia de la muerte. Cuando se hace una literatura donde intervienen personajes mayores como Che Guevara o Eva Perón, evidentemente no se puede eludir que sus muertes han sido verdaderamente una clave para interpretar su vida.
El escritor y la tradición
Para hablar ahora de su relación con la tradición literaria : en 2000 Ud publicó una nota titulada « Un siglo en la provincia literaria argentina » que aparece en En letra grande. Como escritor, ¿no se siente usted, con todo, heredero de la tradición literaria argentina ?
¡Bueno, uno no puede eludir su país ! Cuando yo escribí novelas que ya no son, digamos, mi mayor esfuerzo literario en el sentido de creación de lenguaje, novelas como las que dediqué a Guevara o a Eva Perón están totalmente vinculadas a mi país. Yo viví en el mismo ambiente de infancia de esos héroes, en las mismas calles de esos héroes. El mismo aire, el mismo lenguaje. En este tipo de novelas, la tradición literaria y social argentina están muy cerca. Hay una tradición literaria argentina de buena calidad y de gran altura pero los grandes escritores de Argentina, sean poetas como Pizarnik, como Banchs, Jorge Luis Borges, como prosista y poeta, Enrique Molina poeta y prosista, Marechal, las grandes figuras de la literatura argentina más válida nunca han tocado mucho el lenguaje de la Argentina, en cierta medida es una invención culterana de la poesía gauchesca que, en realidad, nunca existió o que existió muy primitivamente y que supieron llevar como en el caso de Ascasubi a una dimensión mayor, en el caso de José Hernández que era un hombre absolutamente ciudadano.
Para tratar de la gauchesca, si consideramos al personaje central de Daimón, al viejo Lope de Aguirre, parece una síntesis de los dos personajes de ficción a los que usted dedica un apartado en En letra grande, el Quijote y Martín Fierro, ¿no ?
Sí, pero con un toque de grandeza y violencia española que no tuvo el Quijote ; el Quijote es un personaje noble. Martín Fierro es un personaje no tan noble (ni mucho menos), pero ambos son caballeros andantes. Lope de Aguirre además representa también un espíritu de consecuencias políticas.
¿Se sintió usted influido por Macedonio Fernández ?
No. Tampoco entiendo por qué tendría que estar influido. Borges se admiraba de cómo habían hecho una moda de Macedonio Fernández en el ámbito universitario como si fuera un gran escritor. Macedonio Fernández fue elogiado por Borges como un gran contador de anécdotas, un charlista con humor, pero no ha sido tenido como un escritor de talento extraordinario que hubiese abierto caminos literarios. Esto es falso. Creo que cuando estuvimos con usted y María Kodama, en un breve encuentro en Buenos Aires, algo se dijo de esa mitificación literaria de un hombre extraordinario personalmente, como personaje de un Buenos Aires desaparecido. Borges, contrariamente a lo que se afirma, tenía una visión justa de Macedonia Fernández a quien extrañaba mucho por sus reuniones en el Café de la Perla en el barrio de Once. Un café donde se reunían y era un placer escuchar a ese viejo criollo extraño, marginal, un poco « clochard » que era Macedonio. Pero nunca le otorgó entidad literaria. En el universo crítico y en escritores jóvenes de Argentina se creó una moda. Las modas justifican congresos, publicaciones. Forma parte de la realidad académica…
Hablando de Borges, es el solo escritor a quien Ud dedica un capítulo entero en su ensayo. ¿En qué Borges influyó en su manera de escribir ? Por ejemplo, su manejo del anacronismo a partir de Daimón, ¿no será una herencia borgeana ?
No, no, yo diría que el anacronismo es un recuerdo ya diría ancestral de la novelística, es una forma de sorprender al lector que se duerme un poco en la época del personaje para decirle que pega un salto hacia otro tiempo, o de lenguaje o de época, para volverlo a resituar en la ficción, y al mismo tiempo indicarle que ciertos episodios no son sólo una época sino una constante de la condición humana. A Borges le tengo una gran admiración por su perfección literaria, pero cada escritor tiene su voz personal, su carácter, su estilo que nace del carácter y de la voz, y los grandes escritores latinoamericanos son todos diferentes entre sí. En cierta medida, la gran literatura latinoamericana, de Lezama Lima, de Guimaraes Rosa, de García Márquez, se distancia de la escritura conceptual, tan especial, tan original de Borges. Lo que sí tengo dee él es la inclusión en la novela, en mi frase literaria, de un sentido de perfección, de creatividad del idioma, de calificaciones sorprendentes de inclusión de elementos filosóficos en la narración, de vuelos a la dimensión teológica, a inclusiones muy manifiestas de lo poético. En fin, la mía es una prosa compleja de hilación muy particular. En ese sentido, creo que tengo que agradecer a Borges, que supo promover también esa pasión por una literatura distinta, por una fuga de la narratividad tradicional, aburrida, imperativa, de la prosa tradicional que yo llamo « la prosa instrumental » que lleva al lector de la mano a través del relato donde los personajes y las peripecias de la historia son más importantes que el lenguaje. Y creo que esto, crear lenguaje, es lo más importante de un escritor (muchos ni se proponen el tema, son periodistas disfrazados).
Usted conoció también personalmente al « maestro Carpentier » que, como usted, escribió sobre Colón, cultivó el anacronismo e hizo un gran trabajo sobre el lenguaje. ¿Lo considera usted como uno de sus « maestros » ?
Sí, yo tengo una gran admiración por Carpentier, es un escritor grave, de un lenguaje suntuoso ; su prosa es un manto de joyería y de tela preciosa la prosa que se desliza con majestad y serenidad. En todo caso, debo tener algún parentesco en lo temático. Creo participar también de esta idea a la cual me refería hablando de Borges : la pasión por crear un lenguaje en que se funda la cultura, la narrativa, lo filosófico, lo político, lo poético… Admiro a Carpentier por un libro muy particular, Los pasos perdidos : es un libro que me parece uno de los más profundos sobre América Latina. Es un viaje en profundo a través de la historia, recuperando culturas soterradas, espacios casi vírgenes de la entraña continental. Carpentier, en ese libro, logra una magistral muestra de nuestras diferencias y de nuestra síntesis, también, en la cultura europea.
Pues, ahora, una pregunta un poco difícil de contestar : quisiera saber si entre los grandes intelectuales, escritores del siglo pasado, hay una gran figura con la que se identifique bastante.
Si cuando se habla del siglo pasado se refiere al siglo XX, diría que casi tengo que hablar de contemporáneos. Admiro a Proust, a Faulkner, Nabokov, Hermann Broch. Pero debo elogiar al mayor aporte novelístico de ese siglo que a mi parecer fue el de la literatura latinoamericana. Soy un obrero de esa gran catedral barroca : Carpentier, Rulfo, Borges, Lezama Lima, Severo Sarduy, José María Arguedas, Guimaraes Rosa, García Márquez, Enrique Molina. Tuve suerte de trabajar en ese gran momento, de haber hecho mis aportes, válidos o desdeñables.
También llama la atención en En letra grande la gran sección dedicada a los « filósofos emboscados », casi todos alemanes. ¿No es una casualidad que el primero que usted cita sea Heidegger, cuyo tema de ‘Lo abierto’ es perceptible en todas sus recientes novelas, y que el último sea Nietzsche, el que les insufla a sus héroes esta sed de libertad ?
Sí, en En letra grande, creo, destaco a ciertos filósofos que han contravenido, que han sido contraventores de su época y que han alterado la forma de pensar de su época, algunos en una dimensión muy grande, como en el caso de Heidegger, otros como Junger no de forma tan notable y, en el caso de Ciorán, con quien tuve amistad. Los filósofos transcienden la nacionalidad : Heidegger, Bergson, Spinoza, Nietzsche. Alemania produjo genios muy cercanos y muy determinantes del siglo mío : Schopenauer, Goethe, Hölderlin, Nietzsche.
Estimo mucho el impulso filosófico actual de los pensadores franceses. En relación a esto, debo decir que yo no concibo una novela que rehúya el diálogo con todas las posibilidades de su tiempo, con las posibilidades más altas y filosóficas.
Sobre Noche de lobos
¿En qué está usted trabajando actualmente ?
Estoy trabajando en una novela que es muy distinta a las que yo he escrito en que lo literario una prevalencia muy marcada, sino de otra vertiente temática, más de la actualidad y de la realidad. Estoy trabajando en una novela relacionada con el desastre moral, político de la vida argentina en los años 70. Esa novela pronto estará terminada y, después de ella, tengo dos proyectos que todavía no he esbozado pero son dos novelas breves que voy a escribir si puedo, pronto.
Además tengo una deuda permanente con una novela que parece ya estar publicada, figura en la contratapa de algunos libros. Esta novela se llamaría Los heraldos negros y tengo solamente algunos pasajes escritos. Es una deuda para una visión final de lo que es hasta ahora la trilogía de la conquista ; esta cuarta dimensión que yo le puse a lo religioso, al choque metafísico : la cultura judeocristiana que llega a América a salvar al hombre que está salvado por su convicción de ente cósmico absolutamente situado y que no siente culpa ni impulso redentorista. Este choque de la arrogancia occidental, judeocristiana, de venir a salvar lo que está más salvado que el Salvador me pareció que es un tema básico de nuestro tiempo y de nuestra cultura y más que de nuestra cultura latinoamericana.
A propósito de un cuento sobre San Martín, « Paz en guerra »
Una última pregunta : recién descubrí un cuento suyo publicado en el 2000, Paz en guerra y que gira en torno a la figura de San Martín.
Sí, este cuento lo escribí y lo grabé para la radio de Holanda, porque había una iniciativa de invitar a 12 escritores de todas partes para hablar del tema de la paz, cuentos que tenían que ver con la paz. Yo tomé el tema histórico del general San Martín que fue un personaje rarísimo y que vivió episodios muy curiosos por su pasión por la paz porque, siendo un guerrero, el más notable guerrero de la liberación de América junto con el general Sucre y con Bolívar, sin embargo, San Martín fue un extraordinario y auténtico defensor de la paz en contra de la idea triunfalista, neoimperial, independentista que pasaba por la noción de la guerra como un sine qua non, como en el caso de Bolívar. San Martín tuvo la convicción de que todo lo que había visto en América desde que llegó de España ya como teniente coronel para iniciar la campaña de liberación del sur de América, en concordancia con lo que hacía Bolívar desde Venezuela y Colombia hacia el sur, él tuvo la convicción de que la ilusión de la independencia sin la cultura europea, que era la raíz que estaba viva en la América Latina, no tanto en las poblaciones indígenas sino en las poblaciones del continente americano, las poblaciones mestizas, y creyó realmente que el mestizaje que iba a ser el destino de América no podía prescindir de la presencia cultural europea. El tema mío en ese relato, novela breve o cuento largo, es el diálogo de él con el general Arenales a punto de entrar en la ciudad de Lima como un libertador, como « protector del Perú » -fue el título que tuvo-, y tiene la oportunidad de destrozar al ejército del Virrey de la Serna, que tiene que retirarse justamente desde Lima hacia las sierras altas, hasta cuatro, cinco mil metros de altura, a las altas sierras del Perú, para protegerse, y San Martín se niega a destruir al ejército español en ese momento porque él cree que hay una posibilidad de una gran confluencia, no quiere llegar a una ruptura total, cree que puede haber una gran confluencia de intereses con España y con Europa para que el continente sudamericano no nazca disminuido culturalmente, buscando antecedentes ya muertos de la historia indígena y que, paralelamente hay que recrear algo real, funcionante en el mundo de las nuevas ideas, como decían los que se abrían a las ideas del liberalismo en mla misma Espaéna, en toda América, y que venía naturalmente desde la revolución y desde la constitución norteamericana. Esta idea de San Martín fue la esencia de la discordia con Bolívar en Guayaquil –esta historia no está narrada-, y la segunda parte de mi cuento será el episodio final, donde todas las ideas que él le comenta al general Arenales en el cuento ya escrito y publicado, las va a esgrimir ante Bolívar, que cree más bien en un independentismo casi de caudillismo militar y de napoleonismo admirativo que de una reflexión profunda sobre las carencias de nuestro continente y las ilusiones de creer que en el indigenismo había fuerzas vivas que pudieran reorientar una sociedad hacia el futuro.