Pedro Pablo Guerrero, El Mercurio, 26/07/1997
Traducido a 16 idiomas y más popular en Europa que en su propio país, este escritor y diplomático trasandino ha revitalizado !a escena de la novela histórica con obras como «Los perros del paraíso» (Premio Rómulo Gallegos 1987), «Daimón» y «El largo atardecer del caminante» (Premio Quinto Centenario 1992). En su libro más reciente, «La pasión según Eva», describe a “la mujer que más poder a tenido en el mundo».
Conversador innato, Abel Posse (Córdoba, 1936) debe ser uno de los narradores que más se acercan al imposible literario de hablar tal como se escribe.
En el centro de la persona -afirma- existe un tiempo circular que nos remite continuamente al pasado y al futuro. Ese tiempo secreto que Occidente negó, yo lo encontré en los mitos de América. Lo americano en mí no es un adorno externo: forma parte de una riqueza profunda. A través de ella, trato de aproximarme a las corrientes oscuras que mueven nuestra historia.
De regreso en Buenos Aires, tras ocupar el cargo de embajador en Praga durante cinco años, Posse continúa su carrera diplomática en la Cancillería trasandina, mientras escribe una novela sobre las misiones jesuíticas del Paraguay, proyecto en el que trabaja desde hace diez años.
¿Cree que la predilección por el antihéroe de sus libros anteriores se produce de alguna manera, en “La pasión según Eva”?
Sí, me tienta mucho la contra historia, la idea del mal y sus valores secretos. Siempre me han parecido dignos de rescatar todos esos personajes que desafían la corriente, y Eva Perón era, en este sentido, alguien ineludible. Un personaje que en Argentina estaba totalmente determinado, en un extremo, por la sacralización partidaria y, en el otro, por la demostración de los sectores tradicionales que padecieron el peronismo. Sepultada, en el fondo, por un juego político bastante grosero.
Su novela elige la agonía de Eva Perón como punto de partida.
Así es. Yo tomo la vida de Eva Perón, pero recordada por ella misma, al borde de la muerte. A partir de ese momento se produce una nueva circularidad del tiempo: ella vuelve a la infancia y nos presenta sus años de actriz. Es un viaje al Buenos Aires de los años 40 y 50, una época maravillosa a la que yo deseaba volver porque sentía nostalgia. No es casual que el lenguaje de mi libro tenga ese tono inconfundible de los radioteatros y continuas referencias a letras de tangos, marcas de jabón y locales de moda.
¿Cuál fue el aspecto biográfico qué más le interesó de Eva Perón?
Ella era un personaje rarísimo, un ser excepcional, con una personalidad muy extraña, cargada de una fuerza que nadie había interpretado. Evita era el horror. Yo mismo fui antievitista. El odio y el desprecio que se le tenía en Buenos Aires era enorme. Con el tiempo, sin embargo, se conoció la verdad de su tremenda influencia. Eva fue la mujer que más poder tuvo en el mundo. No poder policial, como se cree torpemente, sino el que ella misma creaba con su carácter. Fue ese coraje el que la convirtió en un ídolo mundial.
Sin embargo, la historia reconoce que su figura despertaba tanto el fanatismo como el miedo.
Es verdad, muchos le temían y la creían capaz de crueldades inconcebibles. Crueldades que, en realidad, no cometió nunca. Evita era implacable, tenía cosas muy negativas, pero al mismo tiempo era una chica jovencísima. Subió al poder con 25 años; cuando llegó al Vaticano tenía 26 y a esa edad debió entrevistarse con el Papa. ¡Ella!, que venía del radioteatro, de la confitería «Real»; que debía luchar con productores que trataban de seducirla. Es fascinante la contradicción entre su fragilidad y el desparpajo de su poderío.
«El tema de mis libros es la dialéctica del poder»
Hoy se la presenta como una pionera de las luchas por los derechos de la mujer e incluso del feminismo latinoamericano ¿Lo fue en realidad?
Eva padeció al hombre como una desgracia hasta el día en que descubrió que ella también podía ser hombre y usar el cinismo tal como él lo utilizaba. Esto que parece algo bastante bajo, casi una venganza, Eva lo sublimó cuando llegó al poder, infligiendo a la sociedad machista de su tiempo el terrible golpe del voto femenino. Luego vino la creación del Partido peronista femenino, un gesto supremo que a veces olvidamos. Fue la primera vez en Argentina que una mujer se encontró a solas frente a otra y comentó que el marido le pegaba y la hacía trabajar como a una burra.
En su opinión, ¿Eva Duarte y Juan Domingo Perón fueron personalidades gemelas o contradictorias?
Perón manejó el poder en forma conceptual, a veces hasta maquiavélica, porque él era un estadista y se movía en otro plano. Evita, en cambio, creyó visceralmente en lo que hacía. Siempre vivió la caridad como un fenómeno personal. Y lo demuestra una anécdota muy conocida: una vez besó a un leproso, y cuando ese hombre se acercó a Perón, creyendo que él iba a hacer lo mimo, el general dijo « pero che, sáquenme esto de acá!». Allí está la diferencia entre ambos. Creo que todos hubiéramos hecho lo mismo que él; Evita, por el contrario, vivió su pasión hasta la muerte, consumiéndose como un leño que ardía.
¿Cuál es el sentimiento final que domina los actos de Eva Perón y los demás protagonistas de sus novelas?
Durante siglos hemos deseado creer en una sociedad del amor y eso no es más que una nostalgia. Sabemos que vivimos en un mundo donde este sentimiento es más bien una dificultad para sobrevivir. El tema de mis libros es la dialéctica del poder: la necesidad del odio para deshacer y la necesidad final del amor para reconstruir.
Un Mito Contemporáneo
Abel Posse pertenece a aquel grupo de novelistas hispanoamericanos que postularon una propuesta marcadamente distinta al llamado Por lo tanto, La pasión según Eva, novela que se convierte en una «crónica del tiempo propio» del autor, constata la diversidad de los hechos y del dato histórico como portador de múltiples sentidos, donde la historia se hace «maestra de la vida» al constituirse en síntesis de innumerables experiencias individuales del mundo. Al reconstruir la vida de Evita, uno de los mitos de la Argentina del siglo XX (otros son Gardel y Maradona), el autor se sumerge de lleno en la vida interior de esta figura; una mujer que tuvo que luchar contra la santificación y la vituperación. No lo hace como fábula ni como cuento increíble, sino que en el sentido más antiguo de revelarnos miedos milenarios que hoy permanecen disfrazados. Relato que adquiere toda su potencia no en la fidelidad al dato, sino que en su fuerza para insertarlo en una trama vital. Por eso la óptica conjeturante del narrador o los narradores -una proliferación de voces narrativas que densifica una anécdota puntual- se hace patente para reconstruir la infancia terrible de Evita, carente de afectos en la localidad bonaerense de Los Toldos, pasando por su lucha para abrirse camino en el mundo del espectáculo, cuando aún era adolescente en Buenos Aires, hasta el momento en que alcanza el poder político. El lector se ve sumergido en una crónica del dolor, del martirio, y del sufrimiento de la protagonista aquejada por la terrible enfermedad que iba consumiendo su cuerpo: «La Argentina y yo tenemos un mismo cáncer. O lo vencemos, o caeremos juntas». En cada capítulo, los epígrafes dan cuenta de los días que faltan para lo inevitable. Sin embargo, la muerte es enfrentada con una lúcida conciencia y una rebeldía que le permite luchar contra esas cortinas de rechazo, de odio.
Se puede afirmar que La pasión según Eva responde a una mirada teórica central de Abel Posse: la concepción contradictoria del mundo. La heterogeneidad de las cosas insinúa que el espacio textual debe ser un cajón de sastre, el lenguaje novelístico debe incorporar la complejidad que caracteriza el mundo extraliterario, pues el mundo que el escritor intuye y plasma en la página incluye todo, lo central y lo marginal, lo primario y lo secundario, la vida y el sueño. Por eso la novela es justificada como una biografía coral. Novela de todos. Biografía de grupo, con personaje central sobre fondo de coro y pueblo, donde el novelista ha sido más bien un coordinador de las versiones y peripecias que fueron delineando el mito.
La pasión según Eva impedirá al lector -cómplice al fin- permanecer impasible tras su lectura, que no es unívoca, sino múltiple, caleidoscópica, probablemente porque, como su autor señala, «hablamos del misterio de Enoch y de aquella estirpe de seres que son arrebatados por Dios, por los dioses (o por los demonios), antes de tiempo».