El Nacional (Venezuela) – 08/02/1987
Curiosa sorpresa la de leer a Armas Marcelo: es un español ‑de Canarias ‑ que parece un mutante literario. Escapa de la tradición de la novelística española, tan tierra‑tierra, e integra con soltura mecanismos poéticos e imaginativos propios de la llamada «Literatura Latinoamericana».
Tal vez por el hecho de haber nacido en Las Canarias lo determina a desprenderse de ese presionante iberocentrismo que se encuentra al leer a los escritores peninsulares surgidos después de la muerte de Franco. Sin dudas es el más «latinoamericano» de los españoles.
En su obra se rebela con éxito contra toda una tradición narrativa que quedó anquilosada (salvo honrosas excepciones como la de Cela, Sánchez Ferlosio y Martín‑Santos) en los parámetros fijados por la extraordinaria «generación del 98».
Esta opción, más de estilo que de temas, es el aporte original de Armas a la literatura contemporánea de su país.
En su última novela retoma la historia de los colonizadores de Las Canarias, los Rejón de Las Naves Quemadas y ubica a sus descendientes en las peripecias de este siglo. Relata sus vidas y sus amores con un encuadre lineal y aparentemente realista, pero inesperadamente vivificado por irrupciones de lo fantástico que iluminan la cotidianidad y completan la peripecia de los personajes no como un recurso retórico sino con necesidad. Lo trans‑real y lo surreal ingresan en el cuadro de lo verdadero y verosímil.
En medio de la novela, como en el jardín decadente del palacio de la familia Rejón, impera ese mítico árbol del Bien y del Mal «de cuyas ramas a veces penden limones y manzanas otras». Es en realidad el epicentro de un Paraíso Perdido en torno al cual los personajes ‑y el autor‑ giran movidos por una brisa de nostalgia.
Armas Marcelo reconstruye, revive, rescata los personajes de una sumergida y mítica «edad de oro», a través de los amores de Horacio Rejón y Mara Florido, de Francisco de Rejón y la Marquesa de Tormes. (La resina del Árbol del Bien y del Mal produce en los protagonistas un ardor afrodisíaco. Es el símbolo de la eterna renovación de la vida al respecto de la reiterada caída).
Siempre se observó que la literatura española postfranquista no aportó esas “novedades del fondo de los cajones” que la censura habría tenido congeladas.
Armas Marcelo con sus dos últimas novelas es una respuesta válida a los deseos de un esperado y saludable resurgimiento: su saga de los Rejón, es el mayor intento de renovación estilística de las últimas generaciones de narradores españoles.