Raquel Peguero, El Día, 06/02/1989
Abel Posse es un hombre robusto, nacido hace 55 años en Córdoba, Argentina, que no es peronista, pero sí menenista, que ya no tiene miedo de hablar en su propia tierra aunque no pareciera que lo tuvo nunca, y que tiene en su haber siete novelas y varios premios literarios. El más reciente, por el que se encuentra en México, es el Diana-Novedades, que recibió anteayer de manos del director de Diana, José Luis Ramírez:
El viajero de Agartha es la novela con que lo obtuvo y si tiene algo de original, confiesa su autor, «es la voluntad de mostrar el sentimiento profundo que recorrió a los nazis en el comienzo del movimiento. Es además un viaje hacia lo que podía llamarse la banalidad del mal».
Interesado siempre por los temas históricos, el motivo de éste le parecía exótico y poco conocido, aquí entra más la Imaginación que la realidad; «aunque de todos modos para imaginarlo he debido basarme en documentos y crónicas». Amante de la intertextualidad, esta novela no es la excepción, es una técnica en la que, asegura, el autor no se pierde, «si comanda con autoridad y se siente seguro de sus personajes y su propio lenguaje».
«El Viajero de Agartha, explica, me responde una pregunta que me hice cuando llegaron los nazis a Argentina después de la Segunda Guerra Mundial, sobre qué demonio había tocado a esos hombres para convertirse en genocidas. Es una curiosidad que permaneció en mí y esos fantasmas viven en el interior de los escritores, es su material normal y, con el tiempo van buscando el lenguaje para transformarlos en una obra»
Esta novela es pariente de otra escrita por él anteriormente, llamada Los demonios ocultos, donde toca un tema esotérico parecido, pero vinculado a su propio vida; sin embargo, la premiada tiene más pretensiones, y «la quiero mucho porque empieza como una novela de aventura y termina como una novela metafísica en un recorrido parecido al de una novela de espionaje».
Preocupado por la estética del lenguaje -admira a Borges por su limpio manejo de él-, Posse trabaja mucho sus novelas, puede llevarle hasta cinco años concluir alguna. En estos momentos escribe la última de una trilogía sobro el descubrimiento de América que está compuesta por Los perros de Paraíso, una visión sarcástica sobre ese hecho, Daimón, que es sobre la etapa del «cubrimiento» de América y que es la más larga, y esta última sobre la que llama la conquista espiritual.
Para esta tercera novela toma un episodio que le parece notable y que es la llegada de los jesuitas al Paraguay. «Me parece de extraordinaria importancia porque son estos hombres que llegan con un Ideal de salvación y se llevan por delante la salvación de nosotros. Esto forma parte de lo que yo llamo teocidio. América conoce la parte del genocidio, pero culturalmente me parece más importante que investiguemos ese teocidio; la muerte de los dioses de América, por que es a partir de ello que los americanos somos un pueblo adolescente, un pueblo quebrado, un poco a la deriva; siempre dependiendo y sin poder para conformar nuestro propio centro de poder; sin saber cómo hacer para que nuestra cultura, que nos une a todos los pueblos, se transforme en un modelo de vida y no de Importación.
¿Y puede conseguirse a pesar de que tenemos encima 500 años de imperialismo?, le decimos, a lo que responde que «se podría si tuviéramos realmente una alternativa válida. No se puede dudar en política, en política el que duda pierde, el que duda depende. La verdadera independencia se da cuando hay una verdadera voluntad de afirmación, y eso no existe todavía. Nuestros políticos son más bien provincianos, viven gobernando para su propio país y son además oportunistas porque gobiernan de acuerdo a la situación económica del mundo que lo toca en su periodo.
“Ocurre que los políticos actúan siempre por debajo de lo que desean sus pueblos y tienen miedo de convocarlos, pero no tendrían miedo si tuvieran una fórmula alternativa económica, social y cultural válida.
…Qué según usted se basa en la religión, en la nuestra ancestral.
No creo que sea eso, ni que exclusivamente sea religioso, pero América vive una realidad que no es precisamente la europea. Los europeos, es solamente un impulso, pero desde la muerte de los dioses, del teocidio, nosotros hemos pasado a ser culturalmente un mundo nostálgico, de valores que todavía no sabemos integrar. No somos exactamente europeos ni queremos el modelo anglosajón, y sin embargo no tenemos otro remedio que vivir con esos valores. No hemos sabido crearnos otros. Por eso creo que la etapa futura de América es una gran reflexión. Los dioses se quedaron en casa, tenemos una vibración distinta frente al mundo anglosajón y europeo, y eso es lo que nos impide ingresar como socios buenos y plenos, como buenos estudiantes en el universo de los modelos hechos. Somos díscolos, tendemos el fracaso. Cuando nos proponemos ser el hombro del azar, resulta que más bien somos el hombre del Estado.
Entonces, que idea tiene del cómo descubrir nuestros valores.
¡Y yo no sé! Es una teoría de filósofos, de sociólogos, de pensadores que no se hizo. Seguimos dependiendo porque no tenemos alternativas válidas. Tuvimos un movimiento socialista en América Latina como fórmula alternativa y ya ve usted que el socialismo está en crisis, que la misma URSS traiciona su ideología. Es un momento difícil y evidentemente los políticos, los que manejan las cosas por la mañana, están muy por encima de los hombres de izquierda, desgraciadamente para bien o para mal. Y ellos tienen una visión oportunista e inmediata de la realidad, buscan soluciones iguales y no podemos culparlos. Hoy día tenemos un sentimiento da necesitar una alternativa, pero jamás en América Latina hemos tomado el trabajo de idear un modelo acabado, de acuerdo a nuestro modo de ser. Por eso se produce una situación Intermedia de países que, queriendo ser Independientes son dependientes por el simple peso de las cosas.
Pero llegará el momento en que las cosas cambien por su mismo peso, porque tenemos una riqueza extraordinaria, no de dinero, sino cultural, y la voluntad de legitimar nuestro ritmo, nuestra fantasía, la gracia de nuestras mujeres… En el mundo nos descalifican y nuestros políticos son los voceros de la descalificación mundial sobre nosotros.
Y además nuestra peor cara…
Así es, pero ojo con la izquierda, porque a la Izquierda no le gustó nunca el poder y usted no puede manejar la vida sin querer mucho el poder. Digamos, es como querer tener un hijo sin que le guste hacer el amor y a la izquierda le pasa eso: es impotente. Sólo sirve para la crítica y le tiene terror al poder. ¿Los anarquistas? Son más sinceros, pero son una expresión totalmente romántica en contra del poder. Es Ingenuo pensar que se puede modificar la realidad sin poder: Todo el pensamiento anarquista se pasó a la izquierda latinoamericana.
Corrompe al que no lo tiene.
Tiene razón, lo corrompe, pero de todas maneras el hombre sólo puede salir de su crisis por ahora, a través del poder. No hay un solo país que salga con formas beatíficas, sale a través del poder y es igual en el mundo capitalista que socialista.
Me da la Impresión de que no cree en la geometría política y que por tanto no está instalado en ningún punto.
Estuve en todas las geometrías y me he escapado de Euclides. De lo que estoy convencido es de que el autor debe ser una voz autónoma y eso no significa ser simplemente un hombre de izquierda que afilia a otro sector del poder, en este caso literario. Ser autor verdaderamente es decir las cosas de acuerdo con lo que uno siente y piensa aunque se equivoque, algo muy difícil. Lo más fácil es afiliarse a las fórmulas que en apariencia son libertarias, pero que en el fondo son la cara de lo mismo.
Pero entonces cómo enfrenta el hecho histórico. ¿Si usted escribe? sobre ello debe tener una posición.
Hay una Inclinación en mí como en todo escritor, pero lo que pasa es que escribir es una tarea que se aprende, Uno hace el 40 ó 50 por ciento del libro; el otro porcentaje tiene que hacerlo el libro por sí mismo y el lector. El autor tiene que sugerir las cosas. La tarea del escritor no es ser un ideólogo, dar ideas sobre el mundo. Yo le cuento estas preocupaciones como hombre, en mis libros aparece muy vagamente. El escritor no puede ser político, tiene que ser un sugeridor o un opositor en el sentido de señalar continuamente otros caminos de la realidad, el otro lado de la trama. Cuando se está de este lado junto con los políticos se arruina todo porque se pierde voz.
Entonces usted no está de acuerdo con los que escriben literatura política, ni testimonial.
No, ¿cómo voy a estar de acuerdo con ellos si son una lata? Y ¡Pobres, viven tan dolorosamente la realidad que nunca pueden convencer a nadie de sus ideas. Solamente a través de la estética el escritor puede alcanzar la realidad, que no está en un primer plano. La realidad en la literatura es tangencial, solamente se da a través del lenguaje y cuando se renuncia a ella es como usar mal un Instrumento. El hecho de tener un gran testimonio, manifestar una gran barbarie es un episodio Ideológico, procesal; puede ser Importante como documento, pero desde el punto de vista estético no vale.