La Nación, 1/06/1991
Es evidente que se está consolidando un nuevo juego de poder mundial que no es precisamente el que se proclama y es muy probable que podamos estar perdiendo nuestras jugadas. Nos podría pasar lo que escribió Rimbaud: “He perdido mi vida por delicadeza”. Delicadeza de no exigir, de esperar confiados en la buena fé de las potencias centrales que determinan el hoy político-económico.
El peronismo de Menem, hoy con la conducción fuerte del equipo Caballo, es la prueba acabada de ese duro viraje que impone la realidad histórica del deceso del sistema socialista mundial. Hay que dejar de lado ideologías, tradiciones y costumbres políticas, para tratar de sobrevivir en el panorama internacional. “Subirse al tranvía” es la voz de orden. NO es un episodio vernáculo, es continental: Salinas de Gotari (desde el ultranacionalista PRI), Collor de Mello al frente de una potencia mundial industrial no homologada en el libro de récords, Carlos Andrés Pérez, Fujimori.
Todo esto con un poco de apuro: los latinoamericanos hemos llegado al fin de siglo habiendo perdido cuarenta años en los programas de integración. Seguíamos yendo a paso de tortuga. No supimos unirnos a tiempo para negociar desde posiciones de fuerza y ahora tenemos a tiempo para negociar desde posiciones de fuerza y ahora tenemos terror de algo peor que vernos dominados como pensó Perón: vedados del mundo, indiferenciados, africanizados. En el fondo no creímos en nuestra calidad de vida estupenda ni en nuestros dones. No supimos preceder a ligetimizarnos y, sin confrontaciones, crear un modelo de desarrollo nacional-continentalista que rescatase nuestra cultura, idiosincrasia y estilo, en los códigos de la modernidad.
Nuestras preciosas ofrendas
Nuestro Gobierno, con un coraje y decisión cuyos resultados la Historia juzgará, desde una posición geopolítica marginal (en nada comparable a la de México o los países de Europa Central) sacrificó en el altar del “Nuevo orden mundial” estos aspectos centrales:
En primer lugar la idea tercerista u nacionalista del peronismo. Que no es una particularidad pues coincide con la tradición del radicalismo irigoyenista mayoritario. El ochenta por ciento del electorado argentino votó esa línea, con variantes. Al abandonarla pragmáticamente y ante los cambios, nuestro Gobierno queda en situación de incoherencia ante su electorado. Al no haberse explicado debidamente la estrategia que impone el cambio mundial, la gente sólo ve los pasos tácticos como una tradición que le costará al peronismo mucho más las próximas elecciones a menos que se sepa ilustrar debidamente al Soberano.
Se enviaron barcos al remoto Golfo Pérsico.
Se piso bajo “paraguas” (británico instrumento) la disputa por la soberanía de nuestras Malvinas.
Nuestra industria nuclear –producto exclusivo del talento argentino- está siendo continuamente hostigada como si fuera la amenaza mayor urbi et orbe, cuando quienes pretenden nuestro desarme se disponen a poblar el espacio adyacente con satélites nucleares (si se hace, será la mayor amenaza del siglo XXI).
Nuestra industria misilística –producto autónomo del talento argentino- ha sido prácticamente vedada. Es como si fenecido el bipolarismo, en vez de una equitativa democracia internacional, hubiésemos caído en una torpe insistencia de la teoría brejneviana de “soberanía limitada”: se congelan las armas y la soberanía de los más débiles, no de los temibles, los que hoy podrían destruir la vida en el mundo sesenta veces. (¿Quién custodia al custodio? Se preguntaba Ovidio).
Desde la asunción del poder este Gobierno está empeñado en un saneamiento implacable. Al efectuarse sin ayudas sólidas como las que hay recibe Europa del este y al vedarse el ingreso a los mercados internacionales, estas medidas conllevan un costo social tremendo. Los mayores elogios del plan Caballo provienen, de quienes no hacen nada concreto para impulsarlo. Pero hoy en Argentina se racionaliza para cobrar impuestos, redimensionar el Estado, alentar la productividad, estabilizar la moneda y alcanzar la posibilidad del crédito productivo. El demonio de la especulación usuraria a escala nacional parece conjurado.
Nuestros amigos
Cuando estamos económicamente en medio de la medianoche, cuando más se esperaba y deseaba el gesto comprensivo, nos encontramos ante estos hechos:
Cuando nos abrimos al ingreso e inversión de capitales y a la acción de multinacionales de todo tipo, se nos responde con una política económica intervensionista para nuestros productos. Es como una avenida de doble mano: del Norte hacia el Sur funciona espléndidamente, del Sur hacia el Norte está interrumpida por insólitas barreras que alzan los mismo que en los organismos internacionales de crédito, como el Fondo Monetario, exigen de nosotros las reformas liberales más rabiosas! En memorable artículo el doctor Juan Alemann exponía que la deuda externa argentina sería un problema menos si se nos pagase adecuadamente y se diese libre acceso a los mercados. En cuatro o cinco años alcanzaríamos la posición que tuvimos en los años treinta. (La sequía del 88 fue una señal clara del efecto inmediato de una mejoría de los precios internacional en nuestra economía). El GATT es el organismo que parece hecho para que la mencionada avenida tenga una sola mano de circulación.
Nuestros amigos del norte acaban de ofrecer 700.000 toneladas de cereal subvencionado a nuestro comprador tradicional, Brasil (a pesar de haber enviado los barcos nos trataron más que como a sobrinos del Tio Sam, como a nietos del tío Tom). Como para empatar en cosa de amistad, los alemanes ofrecieron 100.000 toneladas de carne subvencionada a Brasil. Si uno quisiera pensar mal podría decir que es como si hubiesen querido destruir a MERCOSUR antes de nacer.
Los recientes datos del OCDE. Que agrupe a los países más industrializados del mundo son espeluznantes: gastaron en subvenciones agrícoleças ç, sólo para 1990, la friolera de 300.000 millones de dólares. En los últimos años, pese a las recomendaciones, los subsidios aumentaron un 17 por ciento (Financial Times). El 50 por ciento de las ganancias de los granjeros del área del OCDE proviene de subsidios estatales.
Lo gravísimo es que el producto subvencionado se recupera ubicándolo políticamente, como una masa de maniobra de poder alimentario. El precio económico es substituido hipócritamente por el precio político. Así se está desplazando a Argentina de sus mercados tradicionales. Un alud de cereal subvencionado nos hace perder los mercados donde hasta hace poco obteníamos los mayores beneficios.
Estados Unidos acaba de anunciar la venta de cereal subvencionado a la URSS por 1.500 millones de dólares para los próximos ocho meses. Si somos socios en el Golfo ¿porqué no se respetan los mercados competitivamente adquiridos y nos llevan de socios? No sólo es subvención: ofrecen el cereal al 30 por ciento menos del valor de mercado internacional. La tonelada de trigo que se deja vender a nuestro país está costando menos de lo que vale la tonelada de basura en Nueva York y en los países industrializados.
La hora de la verdad
Este Gobierno está en el momento de su esfuerzo supremo. En el momento de definición se necesita que los amigos sean amigos y lo demuestren ahora y aquí, antes y después del partido de tenis o de la cerveza. Urge que con el GATT o más allá del GATT, se nos lleve como socios ineludible, garantizando nuestras exportaciones con una justa parte de esas financiaciones internacional que llueven sobre Rusia y los países del este y donde tuvimos una competitiva presencia exportadora.
El Gobierno está ante el gran tema de nuestro tiempo. Es triste ver la respuesta mezquina, la lucha menor, de patio, en que están empeñados nuestro políticos en su carrerita personal, en su grotesca carrera de embolsados. Porque si no logramos una definición en estos temas mundiales decisivos, viviremos anulados, embolsados sin alternativa durante muchos años.