Marcelo Gullo, Revista Si, 31/12/2001
Abel Posse, nació en Córdoba, República Argentina y es dueño de una dilatada carrera como diplomático de su país. Actual embajador argentino en Dinamarca, cumplió su anterior destino diplomático, encabezando la embajada argentina, en Lima. Sus funciones en el servicio exterior lo llevaron a vivir y conocer a fondo la realidad de países y sistemas políticos tan diversos como Moscú y Praga -en la época soviética- y París, Venecia o Te¡ Aviv. Sus conocimientos, que vuelca con notable contundencia en esta entrevista, son producto del cúmulo de esa invalorable experiencia en el ámbito de la política y la realidad internacional, pero, también – y, tal vez, fundamentalmente- a través de sus profundos estudios históricos, filosóficos y de una sólida formación humanista volcados en una prolífica y exitosa producción literaria. Ha publicado numerosos títulos de entre los que se destacan: » Los Perros del Paraíso» (premiada, en 1987, con el V Premio «Rómulo Gallegos», máximo galardón literario de Hispanoamérica que se concede cada cinco años), «El viajero de Agartha» (premio Internacional de Novela «Diana» en México, en 1988) y, recientemente, su excelente novela «La Pasión según Eva», uno de los relatos histórico novelados más logrados sobre la mítica vida de Eva Perón. Sus novelas han sido traducidas al inglés, alemán, italiano, francés, portugués, sueco, checo, ruso y estonio.
Tal vez su sólida formación humanista y literaria sumada a las profundas convicciones logradas en tantos años de ejercicio de la política internacional hayan logrado que sus conceptos, perfiles y posiciones políticas y filosóficas tengan definiciones tan claras y, a la vez, tan poco frecuentes en un diplomático de su nivel.
Marcelo Gullo: Al aceptar el premio «Príncipe de Asturias» para las letras, la escritora británica Doris Lessing sostuvo que hoy existe un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo una materia -la informática, el derecho, la economía, la política-, pero que no sabe nada de otras cosas; nada de literatura, arte, historia, y, quizás, se le oiga preguntar: Pero, entonces, ¿qué fue el Renacimiento ?, o ¿Qué fue la Revolución francesa?. Hasta hace cincuenta años, a alguien así se lo habría considerado un bárbaro…». ¿No se debe esto a que, posiblemente, en «nuevo orden mundial» no necesite adultos, sino, solamente, niños, soberbios en su sometimiento, displicentes en su grosera vulgaridad y preocupados sólo por sí mismos?
Abel Posse: Ese, es el gran tema de nuestro tiempo. No hay dudas que vivimos una larguísima decadencia disfrazada de triunfo. El triunfo tecnológico, los triunfos sociales, los triunfos informáticos. Pero, la decadencia espiritual profunda sigue corroyendo al Occidente en forma manifiesta y coincido totalmente en esta sensación -que todos tenemos- entre un hombre público, un hombre que ganó la calle casi como modelo de vida y que, realmente, es un gran indigente cultural, afectivo y de sensibilidad, que es lo más grave. No hemos sabido cultivar la sensibilidad. Al hombre, hemos sabido «destacarle» la inteligencia y los elementos de subsistencia, pero no hemos sabido cultivarle la zona más profunda, la que hace a la existencia. El hombre del siglo XX, ha sido muy inferior, masivamente, al hombre de otros siglos que aparentemente o, más bien realmente, estaban muy por debajo de él en cuanto a poder científico, tecnológico y de conciencia racional del universo. Esta situación, además, nos obliga a reflexionar en un sentido positivo. No basta con reconocerlo, porque es evidente. Basta ver cómo las comunicaciones -tan elogiadas- se transformaron en difusoras de la «subcultura mundializada». Entonces, no hay que dar muchas vueltas para comprender qué grado de enfermedad tenemos sino cómo hay que superarla. El hombre tiene, ha creado, democratizaciones económicas, sociales, étnicas, raciales. Ha luchado contra eso. Pero, hay una batalla, una especie de asignatura pendiente, una eterna batalla que no libró, que es la de esa revolución espiritual que transforma al hombre y lo cambia de la calidad de «ente ciudadano», individuo, votante, consumidor, trabajador, marido… y lo lleva a la dimensión de persona, un ser espiritual, un ser que decide su vida interior. La revolución de la vida interior, no se ha planteado. Hubo revoluciones educativas, para alcanzar el conocimiento elemental, pero no, el conocimiento de la sabiduría. El Occidente moderno, a diferencia del Oriente, ha cultivado el conocimiento para el «hacer» pero le falta toda la sabiduría para el «ser». Esta, creo, es la diferencia esencial…
Marcelo Gullo: Ud. viene de asistir, recientemente, a un Congreso de Filosofía. Y, justamente, a raíz de la Filosofía, se me ocurría preguntarle: ¿es posible que la acción del pensamiento haya perdido contacto directo con la realidad de la vida de la gente, de los pueblos? ¿Se podría decir, en tal caso, que la Filosofía se ha convertido en un «virtuosismo técnico», con el consiguiente distanciamiento de las perspectivas en que el hombre suele desenvolverse, y que, ante ésta, la «ausencia de tesis fundamentales» han surgido -como siempre en estos casos- pequeñas tesis, capaces de sembrar el desconcierto y no de orientar humana y espiritualmente al hombre?
Abel Posse: En efecto. Esto también forma parte del universo de decadencia, que hemos analizado anteriormente. No hay duda alguna que en la fagocitación y en el ocultamiento de las verdaderas cualidades humanas, a través de la Filosofía, como forma de conciencia superior del hombre ante la vida, ante el universo, ante la muerte, ante su Dios. Es evidente que se ha creado una especie de agresión, muy deletérea, de la acción del pensamiento y de los caminos de la Filosofía en la sociedad. Basta ver los programas de estudio de las universidades europeas y, más que nada ahora, de las corrientes pragmáticas norteamericanas que asedian también el continente latinoamericano y España, para comprender en qué medida, se va a una Filosofía de un pensar técnico que, no tiene nada que ver con el pensar que nos liberaría de la técnica. Quiere decir, la Filosofía, ha sido también fagocitada por esa «gran maquinaria» que se mueve en todos los campos, y que es una «gran maquinaria de anonadamiento» y demolición del hombre. Podemos llegara pensar, ya en esta línea, aquello que sugirió Heidegger, a través de la Revista «Spigel» antes de su muerte, en una entrevista que él quiso que se publicase en forma póstuma y veinticinco años después de su muerte, en la que decía o sugería, que la sociedad tecnológica, ya no necesita al hombre tal como es. Si pensamos bien, la sociedad tecnológica se manejaría mejor con robots que con este hombre distraído, sentimental, que se corta el dedo en la fresadora, que duda al tomar resoluciones que pueden llegar a causar daños o que hesita, al reflexionar conforme a sus criterios y valoraciones. El hombre sentimental que somos, el protagonista de la Historia, ya no serviría a la máquina. Y la máquina es, precisamente, la que nos llevaría a desear el robot o el clan.
Marcelo Gullo: Ahora, en este esquema, embajador, lo que sobra, parece ser el Hombre, en tanto tal, y parecemos encaminarnos a un mundo tal como el que imaginó Huxley, en su «Mundo Feliz», un mundo en que el hombre sobraba. La pregunta, en consecuencia, es, ¿hacia eso vamos? Y, además, esto, ¿es querido por aquellos que Chomsky llamaba «los senadores enmascarados»?
Abel Posse: Y Perón lo llamaba la «sinarquía», las fuerzas ocultas que se conciertan, de alguna manera, a espaldas de la conciencia pública y de la opinión pública y que determinan la vida de los hombres. Un caso típico de poder sinárquico sería el caso del «financierismo mundial» que devora y supera a la economía de producción, por ejemplo. Pero sí, estamos un poco en esa situación de dominación por la cual el hombre queda absolutamente sometido a esta realidad ambigua y se transforma en lo que dijo Huxley -que Ud. Cita- o lo que dijo Ortega y Gasset, cuando hablaba, ya en los años veinte, del «hombre masa» en su libro que, precisamente, se llama la «Rebelión de las masas«. El hombre masa «aceptante», inferior ante la cosa, dominado, que es el hombre que está imponiendo la sociedad.
Marcelo Gullo: A partir de esto y pensando ya en el tema internacional, ¿podríamos decir que esto es, precisamente, lo querido por el poder, porque esta es la forma perfecta de dominación?
Abel Posse: Sin dudas, sin dudas. El poder, en la medida que también es expresión de la tecnología paroxística, de la «tecnolatría», en ese sentido, también, el poder no desea a un hombre rebelde, necesita a un hombre sumiso, un consumidor, un hombre que acepte estas nociones primarias dentro de las categorías de estas «democracias menores», donde se defienden, aparentemente, los derechos humanos pero se atenta contra la noción grandeza del hombre y, finalmente, de la humanidad. En todo caso, el camino, está señalado por esta ruta y el hombre, es complaciente. Se ha creado, precisamente, la subcultura, esa anestesia que se le da a aquel que va a ser eliminado. La subcultura, es la gran anestesia de nuestra época en el sentido de llevarnos a esta disminución de conciencia de grandeza, conciencia de verdadera libertad, conciencia de rebeldía y del deseo de «fugar» de esa condición de «hombre masa».
Marcelo Gullo: ¿Podemos decir que vivimos una «gran revolución anestésica»?
Abel Posse: Sí. Todo lo que sea cultura, ahora, es una sustitución perversa, de la verdadera cultura. Estamos en una dominación subcultural, incluso, a través de la educación, desde la infancia, desde la adolescencia. Desde la infancia, la imagen del mundo -y de «lo deseado» para instalarse en el mundo-, es una imagen dominada por los intereses comerciales y los intereses de dominación. Y eso se repite ya en la adolescencia, con los jóvenes: la absorción de los jóvenes en una gran «estupidización colectiva» y, sobre todo, en la falta de una imagen de un hombre pleno. Es decir, en el siglo XIX, Goethe, podía ser el paradigma y además el escritor del gran paradigma de la plenitud humana. Ese hombre que es cristiano pero que es pagano, que es creador. En el Fausto, en su máxima expresión, hay imágenes de grandeza del hombre y no imágenes de dominación, de pequeñez de ese hombre. Esta es la diferencia entre ambas épocas. Estamos en una época absoluta y desgarradoramente pequeña.
Marcelo Gullo: El filósofo australiano Peter Singer afirma que el debate sobre la clonación debe reenfocarse. Singer sostiene que la humanidad se encuentra, hoy, frente ante la más grave amenaza que jamás haya tenido que afrontar la posibilidad del surgimiento de una «plutocracia genética». Singer nos dice: «…en cuanto los genetistas puedan usar la ingeniería genética para la selección prenatal, la población que requerirá este servicio será cada vez mayor. Se debe regular este tipo de selección a menos que estemos dispuestos a que exista una clase genéticamente superior, que, por fuerza, coincidirá con la población más rica del planeta y que se constituirá, de esta forma, en una plutocracia genética…»
Abel Posse: Nosotros, en efecto, como dice Singer, estamos -y más aun, como lo dijo ya Heidegger, en esa, la entrevista final de su vida, que le mencioné anteriormente-, ante el triunfo del Dr. Mengele. Lo que ha triunfado, secretamente, detrás de toda esta orgía de falso liberalismo, de empresas dedicadas a la investigación biológica y de estados que no pueden imponer ni su voluntad ni su poder sobre estos desmanes que, sucesivamente, van creando los intereses económicos, es el espíritu y la doctrina de Mengele. Estamos, le repito, ante el triunfo del Dr. Mengele en el sentido de que será posible «producir al hombre», es probable que se «produzca», que se «fabrique» un hombre, no ya de acuerdo a los códigos de la creación, sino de acuerdo a los códigos de esa especie de «usurpador de los dioses» -por decirlo en términos de Holderlin- que es el propio hombre, a través de la ciencia, del poder y la tecnología, para «fabricar hombres», que, como dice Singer crearán, no solamente una plutocracia, sino que serán la «nueva señoría», los nuevos dominadores. El hombre que hemos conocido es «un momento en una larga escala ascendente o descendente» -como decía Ernest Blóch- y, ahora, no sabemos cuál es ese «momento» porque los escalones de esa escala han sido «intervenidos» por la voluntad humana, a través de la posibilidad de la clonación y la manipulación genética. Además, es probable que el hombre no se ame, sino que se desprecie. Si el desprecio del hombre por sí mismo es muy grande, entonces es probable que quiera llegar a una etapa final de su superación, creando una «perfección» anodina de sí mismo, que no tendrá nada que ver con el hombre que hemos conocido. Serán hombres «aburridamente perfectos». Imaginemos un futuro de suizos, en lugar de un futuro de ciudadanos de la Firenze de Lorenzo de Médici. Sería atroz…
Marcelo Gullo: Ahora este, ¿es un futuro inevitable o existen en la Humanidad, todavía, capacidades y resistencias como para evitar esa «gran pesadilla»?
Abel Posse: Estamos en un momento particular de la Historia. El hombre, repito, no se ama mucho a sí mismo. Está en la jactancia de creer que «poder crearse a sí mismo» puede ser su culminación. Entonces, no se ven caminos, porque la política se ha desprendido de todo esto, mucho antes de llegar al punto de la biología y de la mutación genética, sobre el que Ud. me está preguntando. Mucho antes de eso -ya con la economía- se demostró que el poder económico y financiero, arrasaba con la voluntad de los políticos. Hemos visto, a lo largo del siglo XX, los últimos ejemplos de la última expresión de voluntad de los políticos, de creación de imperios, heroísmo, liberaciones de pueblos -como en el caso de Mao Tse Tung-, defensa de las grandes naciones -como en el caso de De Gaulle-, voluntad nacional -como en el caso de Perón, o de Getulio Vargas- pero, a partir de entonces, el político, ha quedado sometido, es un hombre pequeño también, es una especie de agente de estas sinarquías que se mueven con un enorme poder y que son las que, secretamente, van decidiendo que el hombre puede seguir haciendo ejercicios de aprendizaje de mutación genética, pueda seguir desarrollando producciones y tecnologías que acaben con el equilibrio ecológico. El hombre ha perdido el comando de la realidad que, naturalmente, se ejerce a través de la política. Porque la política es la forma mediante la cual su filosofía y su conciencia de sí mismo lograban una expresión, como voluntad, como convencimiento, de lo que había que hacer y no hacer. Entonces, al romperse esa barrera, el hombre ha perdido la referencia del árbol del bien y del mal, que, según el Génesis, era el único que no se debía tocar. Lo han tocado…
Marcelo Gullo: Ahora, el origen de todo esto, ¿no está en haber arrancado a Dios del corazón del hombre?
Abel Posse: Es muy probable -y así lo sostienen muchos pensadores- que el origen de lo religioso sea la noción de dependencia y la relación del hombre con fuerzas superiores. Es posible que el hombre, en su debilidad espiritual, el hombre del siglo XX en su etapa final, después de cien años de destrucciones, no haya aprendido nada y haya llegado a la disparatada conclusión de que, realmente, puede prescindir del orden divino y sustituir ese orden divino, simplemente, porque considera que su propio poder es tal que ya no existe ninguna fuerza superior a él. Es muy probable. Es muy probable que, en este paroxismo de soberbia y perversidad, pueda llegar a esto. A lo que estamos llegando como conclusión, de alguna manera, es que el hombre no es, por cierto, un ser recomendable. Está destruyendo todo y traicionó, en primer lugar, los órdenes de la Tierra en lo que hace a equilibrio ecológico, la relación con los animales y las plantas y, es muy probable que, en una etapa final, se destruya así mismo. Pero, esto no sería muy grave para el Universo…
Marcelo Gullo: Este escenario de pesadillas no puede sino manifestarse en la vida cotidiana de los pueblos. Si es cierto que el hombre vira, peligrosamente, hacia su destrucción o se sumerge en una decadencia tan profunda, tiene que haber manifestaciones «culminantes» de ese viraje, de esa decadencia: instantes decisivos de la Historia que marquen, en manifestaciones políticas y sociales concretas, esta tendencia. ¿Es, como sostienen muchos analistas, el 11 de septiembre, un «instante decisivo de la Historia o esto es, simplemente, una apariencia? ¿Hay un «choque de civilizaciones», como sostienen algunos autores, Huntinghton, por ejemplo?
Abel Posse: En primer lugar, los pueblos no saben de esta pesadilla que se cierne. Nunca supieron. Los pueblos no han decidido traerla bomba atómica, ni sabían, tampoco, cuando se desarrolló el frenesí industrialista que este frenesí iba a terminar en la muerte de los ríos y de algunos mares. El hombre está alejado, por una trama siniestra, de la voluntad que decide su destino humano, está manejado por otros humanos, menos humanos que él. Ahora, esto, es así. El 11 de septiembre, puede ser un símbolo de decadencia, pero, eso lo va a decir la Historia, no por sí mismo. El 11 de septiembre, es un episodio de terrorismo que parece imaginado por Spielberg, o sea, un hecho brutal, pero al mismo tiempo espectacular que conmovió –aprovechando también el «hambre» de la difusión audiovisual- y adquirió una dimensión exagerada y terrible. Ahora que esto se transforme en un «choque de culturas», depende, también de la torpeza de Occidente, al que no le cuesta nada transformar las cosas en un «choque de culturas». El «choque de las culturas «está instalado, y ya que Ud. cita a Huntinghton, él lo dice, en una frase muy sugestiva: «para los occidentales el terrorismo es el problema del islamismo integrista, lo que no se dan cuenta -y dijo esto en el año 93, mucho antes del atentado a las Torres Gemelas- es que el islamismo es, de por sí, una forma que repudia totalmente la frivolidad agresiva de Occidente y, al mismo tiempo, se siente como una cultura infinitamente superior en un sentido espiritual y religioso pero, al mismo tiempo, también siente como un resentimiento muy grande por no disponer de los medios tecnológicos militares que tiene la cultura occidental». Para un árabe islamista, religioso, hombre del desierto, hombre de vida humilde, hombre de esas extensiones enormes que van hasta el extremo Oriente, un hombre occidental, es un ser frívolo y no quiere vivir como un hombre occidental posmoderno. Muchos árabes, producto de una transculturación política, como en ciertos sectores de Egipto, como en una parte de Argelia, como en varios países, el caso que tuvieron en Irán, antes de la liberación de Khomeini, estos árabes sienten que la cultura occidental es corruptora, frívola, anonadante…anonadante no, porque los transforma en nada, sino porque lleva a vivir en la nada. Así que ellos no se quieren cambiar por un hombre de Occidente y esto, no lo puede comprender el hombre de acción de Occidente. Y, al mismo tiempo, el hombre de acción de Occidente, es un hombre que ha dominado el Occidente, pero ese Occidente, hoy, es un Occidente falso y no el que formaron los italianos, los sevillanos que descubrieron América, los refinados franceses con su poesía del siglo XIX, ese -que es el verdadero Occidente- no es el Occidente del cual está hablando el periodismo internacional. Están hablando de los «wasp», es decir de los blancos, anglosajones, protestantes, norteamericanos y sus primos británicos, los que dan este ritmo extremista a Occidente, este ritmo intervencionista. Una especie de fascismo con rostro liberal que se mete en todo pero lo que más grave, se mete en nuestras vidas, en nuestras costumbres a través de la subcultura mundializada y, se produce una reacción en el mundo árabe, que es un mundo vivo, un mundo religiosamente indemne y muy fuerte y entonces, la reacción es muy violenta. Pero esto, también lo siente un ciudadano de Córdoba o un ciudadano de Minas Gerais, un hombre de Bogotá… siente también la presión enorme de una subcultura que no le interesa. Una subcultura que «roba» a la juventud, que arrastra a la juventud detrás de ella, a través de formas idiotas de imitación de formas de vida superficiales…
Marcelo Gullo: Entonces para Ud., el verdadero Occidente está conformado por la Europa mediterránea, por la Europa católica y ése, sería el espacio desde el cual podría surgir una «resistencia» auténtica, capaz de evitar este «naufragio» hacia el cual nos conduce el falso Occidente anglosajón…
Abel Posse: Esa resistencia está instalada hace mucho. Ya hubo varias expresiones de esa resistencia: De Gaulle, Perón, en fin, todos los líderes del Occidente no anglosajón. Hay una resistencia profunda a aceptar formas que terminan siendo negativas para la propia cultura nacional o regional, o para la cultura profunda del hombre tradicional europeo. Nosotros hablamos de «americanos», usando la palabra «americanos» para referirse a los «norteamericanos» y nos olvidamos que quien dio su nombre a América fue Américo Vespucci, un hombre de Firenze, un hombre refinadísimo y que los que crearon América, los que inventaron las formas nuevas de América, han sido los españoles.
Marcelo Gullo: Entonces, si yo le entiendo bien, la primera víctima cultural, como mundo cultural, de ese rostro inhumano del capitalismo, fue el mundo católico, el mundo latino, el mundo mediterráneo, mucho antes que los otros…
Abel Posse: El mundo católico, como el universo de la que se llamaba «Cristiandad», era un universo europeo más los confines de Occidente -como diría Canal Feijoo- o sea Brasil, México, América del Sur e, incluso, la parte de los Estados Unidos que, en un principio, fue conquistada por españoles y franceses, en fin, todas estas regiones que han sido dominadas por la catolicidad en una especie de costumbre imperial, a través del imperio británico. Un imperio con un grado de amoralidad total, como el que se aprecia perfectamente en casos tales como el de los daños que causó en China importando a China la droga, el opio, a favor «puro» de intereses económicos y sin tener en cuenta, en lo más mínimo, al hombre. Pero, en todo caso, eso es el proceso, el Occidente profundo, el Occidente que procede de la cultura latinocatólica, el Occidente digamos, mediterráneo, con Francia, España, Italia, al que podemos sumar a la Germania que, en otro sentido, también es el Occidente pero desplazado; ese Occidente, le decía, que está entre el Mediterráneo y el corazón de Europa, es un Occidente que ha ido perdiendo su vigencia. Y, estamos en un momento en que Occidente se quiebra entre los anglosajones y el resto. Eso lo vemos, claramente, al observar lo que está pasando ahora, en la guerra de Afganistán. Y, ya que Ud. lo citó a Huntinghton, él ubica una unidad de Occidente uniendo a Europa con el universo anglosajón. Yo creo que comete un grave error. Huntinghton no quiere reconocer las diferencias que hay, pero, evidentemente, existe una gran diferencia entre el humanismo europeo de la catolicidad y la visión protestante, eficientista imperial de los anglosajones…
Marcelo Gullo: Y nosotros, como «gajo» de esa cultura mediterránea católica, ¿podemos crecer, podemos aportar, en caso de que se produzca la «defección europea» o con la «defección europea» está perdida esa causa?
Abel Posse: Yo creo que, más allá de lo que pase en Europa, nosotros tenemos una fuerza vital y un estilo y una caracterología que nos pone directamente, en la imposibilidad de anexarnos y de ser aliados de ese Occidente anglosajón triunfante y dominador. Yo creo que esto se puede traducir, incluso, en la pelea entre el ALCA y el MERCOSUR, si se quieren apurar los análisis y las proyecciones históricas de las cosas. En cierto modo, nosotros, los argentinos y los sudamericanos, tenemos que legitimar nuestra forma de vida en formas económicas, sociales y políticas propias. Esto no lo hemos hecho. Aquí, en Argentina, por ejemplo, la Constitución de 1853, es, perfectamente, una Constitución que se pudo haber comprado en una librería de viejo, comprando la Constitución norteamericana en inglés y traduciéndola. Es poco menos que eso. Un poco más que eso, tal vez, pero, es eso. Nosotros hemos copiado instituciones y esas instituciones no nos sirvieron nunca. Nunca el continente latinoamericano vivió democracias fuertes. Por más que se jacten los colombianos o los venezolanos de tener sesenta o cincuenta años de democracia… la democracia no existió nunca acá. Ni Sarmiento, ni Mitre, ni Roca, ni el mismo Irigoyen, fueron seres democráticos en su esencia sometidos a la voluntad de mayorías, son ambiguos. Acá tenemos una idea de «caudillismo», que es muy importante y que no supimos rescatar y controlar en formas políticas propias. Quiere decir, entonces, que nosotros tenemos una culpa que ya Spengler había notado, no tanto en nosotros, sino en muchas civilizaciones, que tienen culturas muy fuertes, que son admirables y no saben darse formas de civilización propias. O sea, formas políticas, económicas, culturales y sociales que correspondan a su cultura. Spengler, ya lo había dicho y lo había notado. Este punto es muy importante. Somos una cultura admirable y vital y, al mismo tiempo, tenemos como una ruptura para pasar a esa especie de «mayoría de edad», que son las formas propias que respondan a formas culturales. Ahora es también verdad que, cuando llega ese proceso, según Spengler, que era un pesimista-historicista, la cultura desaparece, cuando se llega ese proceso de «plasmación», la cultura desaparece y quedan las «formas civilizatorias» como decadencia. Es un poco lo que vemos en los grandes poderes mundiales. Hemos tenido, en nuestra vida, muy próximo, la extinción del imperio británico y, después la extinción del imperio soviético y todavía no creemos que los imperios mueren. Puede ser, incluso, que el 11 de septiembre, sea un llamado de atención para la jactancia y la arrogancia de los Estados Unidos con su «american way of life» y «american dream»…
Marcelo Gullo: ¿ El proceso que se desarrolla en la Argentina entre el ’45 y el ’55 no fue un intento de » plasmar » esa cultura en una expresión política propia que se correspondía -obviamente, de un modo también necesario- con una decisión política propia, con una decisión de ejercer la soberanía política sin la cual no puede ser llevada adelante una expresión cultural propia?
Abel Posse: Mire, no hay dudas. Para mí, el episodio peronista, es una manifestación cabal de esa voluntad de «ser sí mismo » y de aprovechar las mejores fuerzas de la Nación, con indiferencia de las presiones internacionales.
El caso del peronismo es muy notable porque eso ocurre en el mismísimo 1945, cuando, en la Conferencia de Yalta, se acababan de «dividir» a nuestros países de América, como se dividen los carneros en un verdadero «remate de pueblos «: unos aquí, otros allá. Esta fue la realidad y, que, en ese entonces haya habido alguien que se haya opuesto a eso, en el llamado «Tercer Mundo», es muy notable, que es el caso de Perón. Y, después, el caso de Tito, el caso de Sukarno, de Nehru, en la India. En fin, pueblos que se han recuperado de una dominación. El caso de India, en particular, por la dominación británica.
Y es así, como hemos pasado a un mundo en donde las entidades nacionales importantes, históricas, se abren camino. O sea, Europa, de alguna manera, nos está demostrando que, pese a la dominación norteamericana y los desembarcos norteamericanos a partir del 45, en realidad, Europa tiene su autonomía porque sabe afirmar su cultura, su voluntad de ser, su búsqueda de un destino. Lo mismo pasa, obviamente, en China, en Japón, en la India, en las grandes potencias, el universo musulmán… pero, en Latinoamérica, todavía estamos en una especie de «estado infantil», donde, más bien criticamos a hombres como Perón, como Getulio Vargas como Cárdenas, no nos gusta ser independientes, porque al infante no le gusta «romper el cordón umbilical»…
Y éste, es un problema casi inherente a nuestra «genética» como países, como pueblos. Tenemos un problema grave que es esa voluntad de «fingir un deseo de libertad » y, casi inmediatamente, «traicionarlo», para protegernos en el «seno materno» o, en el «ámbito paterno». Y esta es la situación que nos acosa, continuamente. Es como si nos faltase, todavía, una etapa para poder comprenderla importancia de la soberanía -como Ud. dice-, de la libertad.
Marcelo Gullo: Ahora, esa actitud, ¿no se corresponde solamente con un sector social ? ese sector al que Arturo Jauretche llamaba «el medio pelo» ? y no a otro, que sería aquel que hoy está fuera de la política, pero que en el 45 estuvo adentro y protagonizando la política?
Abel Posse: No. Yo considero que esta es una reacción mucho más profunda. Y además, es algo que le pasa a muchos pueblos. No hemos sabido «pelear», con arrogancia. Sabemos que somos inteligentes, que somos ricos, que podemos hacer bombas atómicas, que podemos armar submarinos nucleares para defendernos, que podemos hacer trenes de alta velocidad, que podríamos tener flotas propias, grandes universidades de tecnología y de humanidades pero, no lo tenemos porque no existe, en nuestros países, una «pasión» por esas metas.
El caso de la reciente caída del gobierno anterior, en el Perú. Fue un episodio verdaderamente ignominioso. La manera en que los poderes internacionales fabricaron algo así como una especie de «teleguerra”, algo así como una verdadera «Guerra del Golfo”; sobre la realidad del Perú -más allá de lo bueno y lo malo. Ya ve, dominan un pueblo y lo hacen caer… y eso, es porque no hay todavía una conciencia todavía lo suficientemente madura de esta noción de soberanía y de destino. Nosotros, debemos tener la idea, bien clara, de que nuestra cultura tiene que transformarse en un destino autónomo, no dependiente ni tampoco acosado por poderes exteriores, sino dotado con poder propio…
Marcelo Gullo: Hoy, en contra de esa idea, existe el pensamiento de algunos -que, como Carlos Escudé, gustan llamar «realismo»- y dicen que esto no es posible. Es el pensamiento de los que dicen: «esto no se puede», «esto otro tampoco se puede», porque el mundo está globalizado. Ese «realismo», ¿no sería, en verdad, la «teoría de la resignación», la «teoría de la abdicación» más bien que la «teoría del realismo», un realismo al que algunos, más bien fantasiosamente, han dado en llamar «realismo periférico”?
Abel Posse: Bueno, sí. No hay dudas que el «mecanismo mundial de prestigios», va en contra
-desprestigiándolas- de todas la formas nacionales, llamándolas «utopías nacionales desarrollistas» o denominándolas «utopías de marginalización nacionles» o de «autonomía» o «utopías de separación, de aislamiento del mundo internacional» o, simplemente, «utopías de antiglobalización». En fin, se crean modalidades, formas, de «desprestigio» como se crean marcas de agua de colonia o de gaseosas. Y se imponen esos desprestigios. Quien vive en la Argentina sabe muy bien cuánto duran y qué fuerza tiene este tipo de desprestigios. Quien vive en Argentina sabe cuánto dura y qué fuerza tuvo el «desprestigio» de la política exterior del peronismo, que fue una política nacional y que nos llevó, incluso, a dar un pequeño salto de desarrollo económico tecnológico -que debió haber logrado (de persistir en esa política), el objetivo de alcanzar una «Argentina potencia». Estos desprestigios, provienen de afuera y se imponen mediante formas «subculturales». Mientras no se domine el poder cultural, no se va a poder, jamás, ni hacer una revolución, como decía Gramsci, ni defenderse de los imperialismos exteriores, utilizando otra expresión de la conceptualización gramsciana. Se necesita una gran madurez, una gran solidez cultural para saber quién es uno, qué puede hacer uno y para saber la calidad de vida que quiere tener y no la calidad de vida que conviene a los otros.
Ahora bien, todo esto, es ajeno a la vida política latinoamericana, salvo en Brasil, donde hay una elite que es conciente del destino del Brasil como gran nación, salvo en Brasil, con «episodios», en otros sitios de la América Latina, tales como el actual caso de Chávez, salvo la continuidad política de Brasil, le decía, no hay una conciencia en torno a este tema.
Marcelo Gullo: A propósito de esa continuidad, de esa conciencia de Brasil, de eso que Darcy Ribeiro llamaba «el juego de Brasil en la gran latinidad «Helio Jaguaribe me decía, en una entrevista, que el MERCOSUR es el «pasaporte al futuro» y que, sin el MERCOSUR, no tendríamos pasaporte alguno al futuro. Con el ALCA, entonces ¿hacia dónde tendríamos un pasaporte?
Abel Posse: El MERCOSUR es la alianza regional, cultural, natural que uniría a los países, primero a los del MERCOSUR, y luego a todos los de Sudamérica, en una política autónoma, en un mercado que controlarían los mismos países sudamericanos, sin perjuicio de las relaciones internacionales económicas y con cualquier otro factor de poder. Y, sería, además, un desarrollo de aspiraciones estratégicas importantes. Es decir, aquí estamos nosotros, nosotros somos los dueños de nuestras tierras y, también, de la conducción que damos a nuestras almas. Eso es MERCOSUR. Eso, es el MERCOSUR. Pero, el MERCOSUR que hemos tenido hasta ahora, es un MERCOSUR manejado por tenderos». Sobre todo por políticos argentinos que han destruido, incluso, las propuestas mucho más sabias que hizo el Brasil. Hoy, como bien dice Jaguaribe, es, sin duda alguna, la única carta que tenemos para ser sudamericanos, para tener poder en el mundo, poder negociador, dominio de nuestras regiones, de nuestros mares…
Y, lo otro, el ALCA, por el cual Ud. me pregunta, es el proyecto de un país admirablemente expansivo, nietzscheano en su voluntad de ser y hacer, y de usar la guerra como un arma casi cotidiana, que es Estados Unidos y, el ALCA, es el arma que tiene Estados Unidos, para extenderse hacia el Sur ya que, como hemos dicho y es visible, resulta difícil, que Estados Unidos pueda dominar Europa. Salvo que haya una hecatombe, Estados Unidos no va a dominar a Europa, va a competir con Europa.
Es evidente que ya, pese a todo lo que se creyó sobre el comunismo, que era subdesarrollista, los Estados Unidos se tienen que «tragar» que la única nación que crece, que tiene poder y que está creciendo como para dominar al mundo, dentro de diez años, es China. Entonces, ante esta realidad, que le impide ir hacia Oriente -nadie va hacia Africa a vender cosas porque han deshecho el continente- el ámbito de expansión como «destino manifiesto» de la economía y de los «tenderos» norteamericanos es América del Sur. Entonces, tienen que ir viniendo los tenderos y los «predicadores». Primero, los predicadores y después, los tenderos. Como hicieron los ingleses, en la India y en la misma Sudamérica. Entonces, es evidente que el ALCA, es el instrumento «lógico» de Estados Unidos, para expandirse hacia el sur y para destruir el MERCOSUR.
Marcelo Gullo: Ahora bien, antes de preguntarle por el escenario estratégico o meta estratégica, es decir, antes de preguntarle cómo hacemos nosotros, desde esta Argentina, hoy en completa desintegración, para dar el primer paso hacia la reconstrucción, le quería preguntar: en ese «juego internacional» que es un «juego cultural internacional», ¿cómo juega Rusia, que era una «periferia» del occidente cristiano? ¿Cuál será, a su entender el papel de Rusia? ¿Tiene un papel positivo, visto esto más allá de lo político y más bien desde el punto de vista cultural, en la defensa del Hombre en tanto Hombre y además, cuál será, desde el punto de vista político, el papel de China?
Abel Posse: Bueno, yo creo que son dos polos de poder. Sin dudas. China es el «polo de poder triunfador», está afirmado por una visión religiosa, confuciana, esencialmente pragmática en esa aparente contradicción entre lo religioso y lo pragmático que lleva a China a ser, evidentemente, una gran potencia en un mundo futuro. Además de eso, China tiene una enorme tradición espiritual, cultural, de sabiduría… en fin, no vamos a hacer elogios del Oriente pero, sería, de alguna manera, la «culminación del Oriente». En cuanto a Rusia, siempre fue una gran potencia que no se consideraba ni europea, ni asiática. Fue por Rusia que se acuña la palabra «Eurasiática», para designar a Rusia. Rusia sigue siendo una potencia productiva de primer orden, una potencia de inteligencia humana extraordinaria y, sin dudas, va a cumplir un rol como poder político. Pero yo ya no puedo imaginar a los poderes políticos, con relación con Sudamérica, como en la etapa de vigencia del concepto occidental-marxista de expansiones, de dominaciones, de lucha antiimperialista para crear un nuevo imperio… eso ya no existe. Pero, de todas maneras, van a ser pivotes fortísimos para evitar el «unícato» de la dominación económica, política y subcultural de Estados Unidos.
Marcelo Gullo: Ahora bien, ¿podríamos decir que existe una especie de «simbiosis», por darle una denominación, entre el viejo imperio norteamericano y aquello que hace un rato describíamos como «sinarquía»? ¿Estados Unidos, seria el estado en el cual esa sinarquía se desarrolla?
Abel Posse: Estamos en un momento curiosísimo de la Historia en que ya no se ven los rostros… ni los límites. Se podría decir, por ejemplo, de la economía de los Estados Unidos, como dijo Eisenhower, que aquello que le conviene a la General Motors, le conviene a los Estados Unidos… pero esa, es una lectura simplista, militar y casi torpe de un lector de novelas de Texas, de cowboys -como era Eisenhower- pero que, en su simplicidad, sintetiza una gran verdad.
Pero ese aserto era válido para esa época, para el ’45, el ’50. Hoy, eso, ya no existe. En Estados Unidos mismo, el enorme poder económico nacional, que respondía a la voluntad política nacional norteamericana, empieza a ser corroído por este poder sinárquico, sin rostro, de poderes financieros y tecnológicos que escapan a la voluntad del presidente. Aunque el presidente de los Estados Unidos, todavía se considera como una especie de emperador romano, ya no tiene el mismo poder que tenía un presidente norteamericano de veinte años atrás porque los poderes financieros y tecnológicos le hacen jugarretas continuas en todo el mundo y entonces, la masa de poder de una nación, ya no está identificada con las estructuras del estado de esa nación, ni con las fórmulas políticas de conducción de esa masa de poder. El poder tiene «conspiraciones» nuevas, nuevas vetas secretas que entran en lucha por la dominación y, Estados Unidos está, también, probablemente, perdiendo esa batalla.
Marcelo Gullo: Nosotros, desde la Argentina, en el marco más amplio de pensarnos dentro de Sudamérica, ¿cómo damos el «primer paso»?
Abel Posse: Bueno, el primer paso lo tendríamos que haber dado hace muchos años. El primer paso, es MERCOSUR. Nosotros, ya hemos dado ese primer paso. Lo que pasa es que no tenemos continuidad. El primer paso es MERCOSUR, la alianza estratégica, social, cultural, económica y dotada de una visión de estrategia continental, con el país que tiene la más grande coherencia y voluntad de ser de nuestro continente, de nuestra cultura continental. Entonces, afirmar eso. Porque somos lo mismo, porque podemos crear un equilibrio entre nosotros. Un equilibro de desarrollo, de regiones y de zonas compensadas de intereses y podemos tener el gran destino de ir anexando a los demás países de América Latina que están «en banda», aun cuando algunos tengan pequeños éxitos económicos que los hagan subir un poco el «alcohol a la cabeza», como en el caso del pobre Chile, que, ahora, es, más o menos como era Argentina, cuando le iba bien, pero que se lo toman como si fuera una forma definitiva de su destino como nación. ¡No! Todos nosotros tenemos un solo destino como nación, que es la gran nación sudamericana, nación de naciones en donde nuestras particularidades se concierten para crear una «zona de poder mundial», pero no para tener poder de una forma expansiva, imperial, belicosa… sino simplemente, en la noción de poder para poder ser.
Marcelo Gullo: Perón, cuando volvió en el ’73, dijo: «…lo que está destruido es el hombre». Si el marco político es el del MERCOSUR, primero hay que reconstruir al hombre que integra ese ámbito. ¿Cómo se hace para reconstruir al hombre? ¿Cuáles son los primeros pasos para reconstruir a un hombre argentino que, hoy, ante las graves dificultades que sufre, lo primero que piensa es en huir, a un hombre argentino cuya única salida parece ser Ezeiza?
Abel Posse: Bueno, eso también sucedió en Europa. Por esa huida vinieron tantísimos europeos a crear la Argentina. Eso no quiere decir que Italia, por ejemplo, hubiera desaparecido porque para acá, se vinieron masiva y, a veces, hasta cobardemente, tantos italianos, traicionando sus valores y sus nostalgias. El mundo es así y siempre fue así. Esas migraciones crean cosas nuevas. Que los argentinos emigren porque no saben solucionar las cosas, habla de su mal momento. Estamos en un pésimo momento, sin conductores políticos pero, evidentemente, no es nada definitivo, ni creo que, en el fondo, la fibra argentina, la voluntad de ser, de gozar esta maravillosa máquina de vivir que es la República Argentina -y que no se usa, y por ello la usan otros que no son los argentinos- esta magnífica Argentina, va a encontrar la fórmula para que la gente se vaya dando cuenta de que vive mejor en la independencia, en la soberanía y en el destino de sus propios placeres que en los que le impone el imperialismo externo, como forma de vida.
Marcelo Gullo: En esta última respuesta, lo veo optimista pero, cuando me describía el escenario general del Hombre, lo notaba pesimista. ¿Cómo se concilian en Ud. estas dos tendencias de pensamiento?
Abel Posse: Y puede haber en mí una gran contradicción. Hay en mí, una veta rarísima que se inicia en mi pensamiento como concepto negativo del Hombre que yo creo que se debe a los filósofos alemanes, a mis estudios sobre el nazismo… la creencia del hombre como una especie de ser muy despreciable y muy peligrosa. Esto es: un ente de la Creación que ya no merece admiración ni mucha preocupación. Entonces, en este sentido -estamos hablando de antropología filosófica-, estamos hablando en un sentido muy elevado, yo soy un pesimista tipo Schopenhauer, si Ud. quiere, o Nietzsche, a su manera, porque Nietzsche tenía el peor concepto del Hombre al punto tal que quería hacerlo «renacer», contraviniendo todos sus valores y casi toda su Historia y transformándolo en «el nuevo hombre». En todo caso, yo participo, un poco, de esa idea antropológica. Y al mismo tiempo, en lo que hace a los sentimientos políticos, tengo una enorme admiración por Sudamérica y por la Argentina. Una enorme creencia de que si hay otros hombres, en otras partes, que pudieron lograr una calidad de vida adecuada, y hasta imponerla, me parece que es muy injusto que nosotros, que los sudamericanos, no podamos crear una formidable calidad de vida, un buen camino de justicia y de equilibrio y desarrollo pero, no para imponérselo a los otros, sino para nosotros mismos.
Marcelo Gullo: ¿También como un camino espiritual?
Abel Posse: Evidentemente. Y ahí hay una clave. Ud. es muy inteligente, muy perspicaz, ahí, le digo, existe una «clave secreta», que es que si seguimos creyendo en Sudamérica, es porque vemos la posibilidad de un renacimiento espiritual que ya no vemos en otras partes. Yo he vivido muchos años en Europa, he vivido en el Mundo Comunista muchos años, y desde ya, en el mundo del capitalismo occidental triunfante y tengo -y he tenido siempre-, la convicción de que en Latinoamérica hay una «energía vital» de estilo, de danza, de erotismo, de voluntad de ser, de voluntad poética, fundadora, que jamás la pude subestimar. Jamás pude creer, como creen los «nuevos españoles», que existan «sudacas. Siempre viví fascinado por esa «fuerza secreta»… que, siento, al mismo tiempo, que se abre camino…
Marcelo Gullo: Y esa «fuerza secreta», ¿no estaría diciendo que, en Sudamérica, se encuentra una especie de «gajo vivo de la vida de la catolicidad mediterránea»?
Abel Posse: Sin dudas. Creo que el elemento católico, es fundador y, ahora, en lugar de ser imperial, dominador, como lo fue en el momento de la conquista, se transformó en la carta coherente de una dimensión importante, de nuestra vida espiritual. Y que esa vida espiritual sostenida en relación ancestral con ese catolicismo que llegó con la conquista, al mismo tiempo cobra formas distintas en la vida social, pero siempre, teñida de una solidaridad, interés humano, énfasis vital que me parece que es muy notable. Los sudamericanos, no hemos sido –jamás- un pueblo de asesinos. Yo he conocido pueblos de asesinos, no los voy a nombrar pero he vivido en muchos lugares, en países extraordinariamente importantes pero que, llegado el momento límite, han sabido ser países exterminadores y duros y, hasta, como dije, asesinos. En Sudamérica, no existe la veta en esa dimensión. Existe sí, el crimen, existe el mal pero hay un elemento vivo, espiritual, mediterráneo, que yo creo que es absolutamente rescatable y que más que rescatable es un pilar fundador.
Marcelo Gullo: La que sigue es una pregunta que, quizás, debía habérsela formulado antes. Todo eso que está vivo parece irse desgranando, parece irse deteriorando, a partir de la utilización de la televisión. Es decir, la televisión parece ser el instrumento que hizo que pasáramos de la «hora de los pueblos» a la «hora de la dominación», a la «hora del imperialismo». Se me ocurre que esto sucede por dos motivos. Uno, por la televisión «per se», como diría Giovanni Sartori, porque la televisión «crea» un «hombre nuevo», que él llama el «homo videns», a partir del «video niño», es decir, un hombre que tendrá capacidades cognoscitivas inferiores, porque será incapaz de la abstracción y, segundo, porque ese instrumento que, de por sí reduce las capacidades del hombre haciéndolo, diríamos, «menos hombre», en realidad, está lleno de un contenido, que apunta a crear un «hombre light», cuyo nuevo templo es el «shopping», en donde están en oferta todas las mercancías, arriba y abajo, a derecha e izquierda pero, donde no se oferta ninguna idea, ni política, ni espiritual…
Abel Posse: Sin dudas. Este elemento, yo diría de la «audiovisualidad», como un elemento subcultural predominante, entre todos los elementos de subculturización, es un elemento que se ha «metido» en nosotros y que no hemos sabido controlarlo. A la televisión, que eclosiona masivamente, a partir de los años’60, en toda Sudamérica, le hemos respondido con los derechos y libertades de la Constitución de 1853, copiada de la Constitución norteamericana de fines del 1700. Entonces ¿qué quiero decir con esto? Que nosotros hemos respondido a la realidad de una «invasión subcultural», que no sabíamos que era importante. En primer lugar, la ignorancia, ocupa, entonces, un lugar preferente. En segundo lugar, que no sabíamos que teníamos que combatir, como si fuera un virus. No supimos controlarlo. Es como una persona que no supiese que si hay unos científicos que están jugando con plutonio y en experiencia, el juego puede terminar en un problema nuclear. Hay que saberlo y, segundo, administrarlo. Nosotros no hemos sabido que la subculturización audiovisual era un virus que liquidaba a nuestros niños, que ejercía la «contra educación»… es decir, se les educaba en el colegio, en la parroquia y, después, el chico, en la televisión, se «deseducaba»con entusiasmo. O sea, que era la «contraeducación» y, en consecuencia, fue la «contracultura». Toda la cultura que tenemos en cada pueblo, con sus poetas, sus novelistas, sus músicos está mezclándose con formas muy atrayentes de dominación que generan una «subcultura híbrida». Quiere decir que no nos dimos cuenta, durante cuarenta años, en nombre de la libertad de prensa y de difusión y de empresa para fundar redes internacionales y nacionales de «estupidización audiovisual», no nos hemos dado cuenta que estábamos perdiendo toda la educación de nuestros hijos, el comando de nuestra voluntad de transmisión de tradiciones… y es, repito, lo mismo que cuando nos dimos cuenta de que esto pasaba, en la esfera nuclear. Entonces, se hicieron acuerdos internacionales desesperados para evitar la guerra nuclear que, todavía, están en vigencia. Pero nada se hizo para evitarla destrucción moral de los niños, de los jóvenes, de la calidad de vida, de la calidad de vida propia, de no absorber necesidades falsas que se hizo a través del sistema audiovisual mundializado, comercialmente mundializado. Pero es desde aquí que hay que recuperar todo esto para responder, como Ud. dice, a que ese aparato maravilloso de comunicación se transforme en un aparato de nuestra cultura, de nuestra producción cultural y de nuestra conducción hacia los valores y calidad de vida que queremos. Todo esto, como Ud. ve, es profundamente revolucionario. Fíjese que lo más revolucionario es aquello que parece estar al alcance de la mano pero … ¡vaya Ud. a hacerlo en contra de los intereses mundiales dominantes! Nomás cuando se quiso tocar el tema del idioma, como hizo Jorge Asís, cuando era secretario de cultura o como lo hizo el ministro de cultura de Francia: ¡se levantaron todos porque creían que era un atentado contra la libertad! Para que, en lugar de decir un «sale» diga “liquidación» y la gente pueda entender que se está vendiendo más barato.
Marcelo Gullo: Quiere decir esto que tenemos, como única salida, una salida revolucionaria… no hay un problema tan sólo de mala administración para Argentina, ni para Sudamérica… la única salida es una salida revolucionaria …
Abel Posse: Sí, revolucionaria en el sentido de una conciencia filosófica fuerte, de una voluntad fuerte de ser y de una voluntad fuerte que no nos sigan dominando a través de trucos, triquiñuelas y estupideces, que vienen bajo el rostro de la comercialización y de la globalización internacional y que en realidad traen virus nefastos. Si lo revolucionario, es la energía, sí. Se trata de una reacción absolutamente revolucionaria y, además, bastante novedosa porque estas cosas, recién se están pensando ahora. Hemos pasado veinte o treinta años creyendo que el problema era si íbamos a ser comunistas, íbamos a depender del comunismo de Moscú o si íbamos a depender del liberalismo de Washington. Hemos perdido mucho tiempo y, sobre todo, los intelectuales que, en Argentina y en toda Sudamérica han sido los «tontos de la familia», han sido la «cotorra» que se paraba en el hombro de la burguesía para divertir a toda la familia. Es decir, la izquierda no se ha dado cuenta de cual era el verdadero enemigo. Que el enemigo eran los ricos, que el enemigo eran los países de occidente… pero, no se dieron cuenta que el enemigo estaba en sí mismos, en saber defender su nación, sus intereses, su tradición y su religión. La izquierda fue deletérea contra los valores que podrían haber sostenido a la nación entera. Entonces, esa izquierda idiota, ahora terminó empleada por la televisión, se transformó en agente de aquello que iba a revolucionar: era el destino más triste que le podía esperar. Pero, en todo caso, tuvieron una responsabilidad enorme, al no haber tenido respeto por los valores profundos del verdadero Occidente. El concepto religioso sobre lo metafísico, sobre el misterio de la vida, sobre la relatividad de lo humano que tenía un hombre de la izquierda era verdaderamente lamentable. Eran simples racionalistas de segunda que se adueñaron de una especie de ortodoxia y causaron un daño enorme, en primer lugar, a sí mismos y después abandonaron la verdadera lucha que era defender nuestras naciones frente a esta dominación imperial económica que es la que ahora, nos lleva a la ruina.