Shirley Alencar Polanco, Revista de la Universidad de Salamanca, Nº 4 Dic.90/Ene.1991
Qué es lo que busca Abel Posse corno autor, que es lo que quiere expresar en su obra?
Bueno, lo primero que busca todo autor es una expresión de tipo estético, el despliegue de su lenguaje, de su estilo, de su visión de la literatura, crear un objeto literario válido, esa es la primera ambición. Por cierto, esto pasa por la historia de los temas que es donde se suele demorar el diálogo sobre los libros y los escritores. Hablamos de los temas porque no sabemos hablar del estilo, pero el tema también es muy importante y está vinculado al estilo porque implica un poco la visión que le da el escritor a su estética, la orientación con que conduce su estética, y, en este sentido, yo diría que en mis libros y en mis tareas de escritor el centro es la preocupación por desentrañar el conflicto, los orígenes de los americanos, esa sociedad en quiebra, esa sociedad que todavía no nació. Todos sabemos que pertenecemos a un continente con una intensa posibilidad cultural, con una espiritualidad, con un estilo, una enorme voluntad de vivir pero, que nuestro continente, América Latina, todavía no cuajó, no nació, es una sociedad imperfecta, trágica por el momento; entonces, el escritor, a veces está convocado a hacer un análisis profundo de las raíces, de esa quebradura, de esa eterna adolescencia del continente.
¿Usted cree que existen varias o sólo una literatura en español?
Yo creo que somos un continente literario que nos une mucho más que la política, nos une la tradición histórica y literaria; ese continente tiene provincias con particularidades válidas. Hay una provincia como la colombiana que tiene una extraordinaria vocación y calidad literaria; está la provincia heterogénea de las letras argentinas, donde las letras de inmigración se mezclan con las letras de la tierra; está la provincia mexicana y está la provincia española que está luchando por integrar el idioma castellano a todos sus territorios, donde las divergencias son las más fuertes y donde el idioma español es más cuestionado, como dirían los franceses. Pero, todo esto conforma un riquísimo continente literario con provincias en plena producción y, lo mejor que puede ocurrir es que el continente no está unificado, que no haya un nuevo imperio materializado a través de una academia o de una provincia que se imponga a las otras. Ese continente heterogéneo ha producido profundidades como la de José María Arguedas o Rulfo; del barroco de Carpentier o de Lezama Lima; zonas de exactitud y calidad como la de Borges y maravillas de profundidad como la generación poética del 27.
¿Dónde consolidó su vocación narrativa y encontró su yo creador?
Mire, yo creo que ser escritor es una vocación que viene de la adolescencia, yo la sentí muy joven. Creo que a los catorce años ya soñaba con poder hacer una novela; es una vocación juvenil que viene un poco del entorno familiar. Pertenezco a una familia con tradición literaria; entonces, eso influye, determina y esa vocación se afirma o no; lo normal es que cambiemos ya que es una profesión incierta y es una vocación que exige la soledad para poder plasmarse y yo lo he sentido desde muy joven y creo en la vocación de escritor. Luego, el escritor va buscando la vida que le conviene para que sobreviva ese tan frágil episodio de la vida colectiva que es el creador de arte. Vivimos en una sociedad donde el artista no tiene un lugar económico en primer término y, a veces, hasta de respeto. No me estoy refiriendo a Europa, estoy refiriéndome a América Latina y, entonces, el escritor tiene que saber todo eso, que trabaja en soledad con mucho ahínco. Los escritores en América Latina han llevado sus obras como héroes, el caso de Carpentier y el caso de Guimaraes Rosa. Ser escritor implica una larga estrategia para que la obra sobreviva y el yo creador pueda sobrevivir también.
¿Qué opinión le merece la situación de Perú y de Colombia?
La más alta inquietud para mí. Es la prueba de que tenemos una espiritualidad que se manifiesta en el arte, en nuestra comunicación entre las personas, en nuestro estilo de vida pero, que políticamente no tiene una traducción válida. Vivimos en un estado de infantilismo o de adolescencia peligrosa, Colombia es la máxima exposición de este drama, un país fortísimo capacitado, con una élite en todos los órdenes y que se ve disminuido casi a la desintegración. Perú es otro caso; el drama de incapacidad de los gobiernos de integrar ese enorme paso de la población andina que se la tenía como un trágico decorado de fondo sin que jugase realmente una vida social y política, hecho que ha llevado a la situación actual. Entonces, yo creo que nuestro continente está a las puertas de un gran nacimiento que no se produjo.
El problema de la deuda externa es un asunto muy grave para nuestros pueblos y ahí se plasma la cuestión de la falta de integración latinoamericana, la falta de uniformidad de criterios para adoptar una posición común. ¿Cuál es su opinión al tema de la deuda?
La deuda es, como usted bien dice, la prueba de nuestra incapacidad política. Si nosotros hubiéramos tenido realmente una clase dirigente continental, consciente y seria de que teníamos entre manos la necesidad de sobrevivir todos, tomando una política conjunta en torno a la deuda, quiebre quien quiebre, la deuda hubiera sido solucionada por los acreedores con intensa preocupación, con urgencia, haciendo un sacrificio económico y creando nuevas fórmulas económicas para capitalizar la deuda y que deje de tener peso solamente en el deudor; que el error de la deuda sea compartido por el acreedor y el deudor. Esto no ocurrió porque no tenemos la clase dirigente preparada, pero la deuda externa de toda América Latina es apenas el presupuesto anual del armamento de Estados Unidos. ¿Comprende lo que significa ésto? Quiero decir que no es un problema absolutamente insolucionable, es un problema que es insolucionable porque las víctimas de ese juego no saben defenderse pero, es la prueba evidente de que no tenemos una clase dirigente que haya sabido unirse y negociar. Si hubiéramos sabido unirnos, hubiéramos podido negociar como, en algún momento los países petroleros negociaron y condicionaron al mundo, y hubiéramos podido lograr el desarrollo y el pago de la deuda con una fórmula nueva, con el acreedor responsable mundo financiero, somos países riquísimos pero, se nos ha creado la conciencia de la imposibilidad, de que somos irresponsables, incapaces y pobres. No, somos ricos, responsables, pero no hemos sabido unir nuestros esfuerzos. Los países como Brasil, Argentina, Venezuela, Colombia, Perú y México son potencias y, unidas, son uno de los centros del mundo, son uno de los lugares centrales del mundo en que vivimos.
¿Cuál es su opinión respecto a los agentes literarios?
Bueno, yo creo que ayudan como todas las cosas. El hecho fundamental de la literatura es la soledad del escritor frente a una resma de papel; a partir de ahí, se inicia la aventura de lo creado, que es otro episodio. Se necesita la elección del libro, se necesita el lector, y los agentes literarios pueden ser un eslabón válido entre el autor, entre la distancia en que generalmente está el escritor frente a la realidad económica, el lector y el público; o sea, el agente literario es una parte del escritor que, a veces, el escritor no sabe hacer. Hay muchos escritores que son excelentes agentes literarios de su libro pero, la mayoría de los escritores que yo conozco, no lo son por la naturaleza de sus preocupaciones.
Me parece haberle escuchado que en el Perú descubrió algo del espíritu…
Sí, americano, claro. Para mí fue una experiencia extraordinaria. En el Perú fue donde me di cuenta de la situación andina; fue un país revelador por la riqueza enorme, la gente, el mundo andino, Perú, es un país muestra de todas las posibilidades.
¿Cuál será su último libro?
«Los Heraldos Negros».
¿El tema es solamente la lucha de dioses?
Sí, o sea, lo que se llama la conquista espiritual lo he estudiado a través de los jesuitas en América. Es el tema de los jesuitas en el Paraguay.
¿El título proviene del libro de Vallejo?
Es un homenaje a Vallejo.
¿No cree que va a tener problemas con la Iglesia?
En la Argentina creo que hay un régimen democrático y nada que no sea más que literario puede ofender a nadie. Además, el juicio histórico de la conducta de la Iglesia en la colonia es un juicio acabado; creo que no hay dudas sobre eso. En relación al caso de los jesuitas, no es la voluntad de agredir sino de describir el error de traer una metafísica judeo-cristiana y pretender imponerla sobre formas religiosas americanas, que eran solución a su angustia y conflictos religiosos. Por eso, lo que se muestra ahí es ese choque entre dos místicas y dos visiones religiosas del mundo.
Ante la inestable situación política y económica de los países latinoamericanos, ¿surge una posibilidad de resurgimiento del sistema democrático?
Este es un tema importantísimo, el analizar los mecanismos que los países tienen para sobrevivir. Los países van a sobrevivir; los países no se suicidan, encuentran siempre la fórmula política para salvar su biología, su vida. La democracia es un gran mecanismo de comunicación, de control de las voluntades y de armonización. Las democracias en América Latina tienen que ser conductoras, fuertes, enérgicas para comprender de que no se trata de una opción entre democracia y debilidad; la democracia tiene que ser fuerte y no débil, y la democracia tiene que implicar la unión y la decisión total para superar los problemas. No se puede admitir la idea de democracia como debilidad en América Latina. Debemos tener una idea de democracia como cumplimiento de los objetivos fundamentales de sobrevivencia de nuestros pueblos.