La Nación, 26/03/1989
El autor de la controvertida novela «Los Versos Satánicos», Salman Rushdie, permanece oculto en algún lugar de Londres esperando que se disipe la furia de Khomeini. Pero este fin de semana, por Radio Teherán, el ministro del Interior de Irán aseguró que todo está listo para cumplir con la orden del imán y dar muerte al escritor indo británico por blasfemar contra el Islam en su libro.
Desde que fue conocido el edicto religioso que ordena a los musulmanes a dar muerte a Rushdie por 3 millones de dólares, el público de Occidente no acierta a reponerse de la violenta reacción del jefe iraní.
Los países miembros de la Comunidad Europea retiraron sus embajadores de Teherán en protesta por la sentencia de muerte, extensiva al editor de «Los Versos Satánicos», aunque luego dispusieron su retorno. Intelectuales de casi todo el mundo han expresado su solidaridad con Rushdie y proclamado la libertad de palabra y de pensamiento, mientras otras voces, más cautas, reclaman tolerancia y comprensión para con el pueblo musulmán.
El Vaticano, a través de L’Osservatore Romano, expresó su simpatía con los «millones de musulmanes ofendidos por el libro».
Más de 1000 escritores y editores constituidos en el Comité de Defensa de Salman Rushdie difundieron un comunicado de apoyo al escritor condenado a muerte. El texto fue firmado por nombres como Ernesto Sabato, Augusto Roa Bastos, Juan Goytisolo, Samuel Beckett y Arthur Miller. Con esa declaración se inició una campaña internacional para conseguir que las autoridades iraníes retiren la orden de asesinato.
Escritores argentinos
La filial argentina del PEN Club Internacional hizo conocer su repudio a la conducta intolerable de Khomeini.
LA NACION consultó a escritores de nuestro medio y recogió las siguientes opiniones sobre el caso Rushdie.
Adolfo Bioy Casares: Estoy muy asombrado ante el hecho de que se hable de si el libro es o no ofensivo para la sensibilidad de gente que no está obligada a leerlo, cuando hay un premio para quien mate al autor.
Marco Denevi: Creo que es un libro que, por lo que sé, merece una severa censura. Claro está, me refiero a la única censura aplicable a un libro: no leerlo.
Marta Mercader: La mezcla de fanatismo religioso y política es muy peligrosa. Las indudables provocaciones de Salman Rushdie han sido utilizadas por Khomeini para exacerbar la intolerancia de sus partidarios y así intentar resolver problemas internos. Las libertades y los derechos conquistados en Occidente y no los mesiahnos populistas son los que garantizan la libertad de expresión y la vida. El mejor bien de la civilización es la tolerancia.
Luis Mario Lozzia: En primer término no ha habido en el Irán un dictado de un tribunal ante el cual el escritor pudiera hacer su defensa. Se ha tratado exclusivamente de una reacción personal de un gobernante autoritario. Hay desde el comienzo una falla jurídica en esta resolución, a la que se suman dos elementos: 1) La Declaración Universal de los Derechos Humanos y 2) la índole de la civilización de Occidente a la cual pertenecemos y donde hemos aprendido a cultivar la tolerancia y a respetar las opiniones disidentes.
Abel Posse: «Los escritores de Occidente que viven en una sociedad liberal, donde la religión local (el cristianismo pluriforme) es al decir de Ciorán «un león que perdió los dientes», no pueden juzgar desde su comodidad una realidad que se juega en un código completamente distinto al de las actuales libertades de Occidente. El imán Khomeini condena a muerte y al infierno a un blasfemo que se mofa del Corán. Por las mismas causas y hechos rigió durante siglos en el Occidente cristiano la Inquisición con sus aparatos de tortura y su muerte en la hoguera no sólo de blasfemos sino de intelectuales finísimos como Giordano Bruno; Khomeini procede con coherencia desde su medioevo integrista del siglo XIV. El escritor Rushdie, musulmán occidentalizado, vive, en cambio, en el siglo XX. Agrede al totalitarismo religioso islámico que parece tan intocable como la Iglesia que atacaron los enciclopedistas Rousseau y Voltaire. Rushdie tiene la grosería y la impaciencia por desacralizar que podemos notar en Voltaire cuando habla de la Iglesia católica. Los dos protagonistas de la lid son coherentes en sus roles. No hay nada que decir, sólo cabe abstenerse y recomendar tolerancia.
Marta Esther de Miguel: Hija de diversas vertiente religiosas que aprendieron a convivir en una familia ‑que es la mía‑ sobre la base de la tolerancia y el respeto, rechazo visceralmente el exabrupto asesino de Khomeini y su correspondiente síndrome fundamentalista. Pero mi simpatía tampoco acompaña una actitud como la de Salman Rushdie inscripta bajo el régimen de la desaprensiva irrespetuosidad hacia la milenaria fe de un pueblo.
Abelardo Arias: «No he leído el libro para evaluar hasta qué punto Rushdie haya ofendido o profanado las principios religiosos del pueblo musulmán. No olvidemos que nuestra iglesia, siglos atrás, cometió los mismos excesos contra sus atacantes, a veces por menores razones. Lógicamente no puedo admitir la orden de muerte impartida por Khomeini, y más lamentable aún que haya ofrecido la recompensa en millones de dólares a quien lo ejecute, cuando su respuesta debía tender, por lo contrario, a elevar la religiosidad de su grey. No por nada en las Sagradas Escrituras es muy limitado el número de los justos».
Raúl Castagnino: No conozco el libro de Rushdie y creo que no se puede abrir juicio sobre el contenido de una obra que no se conoce, así como sobre la actitud de quienes lo condenaron.
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