La Nación, 12/10/1991
PRAGA.‑ La conmemoración de 1992 (secreto homenaje al prestigio de los números redondos del sistema decimal) había nacido bastante mal: como una especie de descomunal parranda diplomática, un solo de festiva jota que España se disponía a bailar ante su familia angustiada y harapienta (¿Qué ponerse para el sarao en La Zarzuela?)
Aquello iba a ser una especie de mundial de historia protagonizado por un solo equipo.
Pero después la gente (especialmente la Corona) tomó conciencia y la cosa cambió positivamente. El festival danzante con trajes típicos quedó atrás y se pasó a una situación de diálogo constructivo. La antipática posición inicial de España fue motivo de una respuesta rencorosa de parte de muchos latinoamericanos, especialmente de los países ligados a la grandeza precolombina, Perú, México, Guatemala. Muchos sectores indigenistas hacen sumas y cálculos para exigir indemnización de España. (En el fondo quieren sus dioses perdidos. Pero el oro de las estatuas sagradas está transformado en lingotes y yacen en los sótanos blindados del Fort Knox y de la Union de Banques Suisses) Una comunidad boliviana le mandó al Papa una Biblia en dovolución. Muchos sectores prepararon atroces listados de daños y perjuicios.
Aquél era un mal camino para un festejo. Actuar sobre la base del pasado es enfermizo. «Nadie puede vengarse del pasado», escribió Heidegger.
Hoy soplan vientos positivos. Los países de punta de nuestra América hacen un esfuerzo denodado para no quedar al margen del nuevo juego mundial. Guadalajara fue la plasmación de un nuevo espíritu que indica la voluntad de crear una política menos sometida y atomizante; una política que responda a la realidad de nuestra cultura.
Porque hoy vivimos un tiempo de culturas, pese a muchos economistas de Occidente que parecen ser el último reducto de marxismo ortodoxo, según el cual la ultima ratio de la realidad es el factor económico.
La cultura
La cultura es el arma del renacimiento europeo; y es el elemento distintivo del renacimiento de Oriente. El proceso de Europa del centro y del este es eminentemente un retorno a la realidad cultural europeo occidental; y es a través de la cultura que el mundo árabe se preserva de las sucesivas oleadas de dominación occidental (Los Scud de Saddam Hussein sin infinitamente menos poderosos que el Corán)
Tardíamente, España y los latinoamericanos empezamos a comprender que la base de las verdaderas alianzas mora en el reconocimiento y el desarrollo de las esencias espirituales. Después de décadas de desoladora inacción empezamos a movernos hacia una unidad profunda bolivariana de la cual Mercosur es la pieza maestra.
Y España misma, que perdió una década creyendo que podía prescindir de su dimensión atlática‑latinoamericana en la «novedad» de su ingreso en el pelotón de la Comunidad Económica (como un nuevo rico que aspirase a ingresar al Jockey Club, ignorando que había sido su fundador). Parecía que ya abandonó estas sendas de antinaturales y antipáticas exclusiones.
Pese a la autodestructiva descalificación de nuestra calidad de vida y de nuestros valores, Iberoamérica constituye una gran cultura y un aporte vital en un mundo lleno de amenazas de subdesarrollo (sobre todo el espiritual).
Desde nuestra cultura podremos superar las dificultades económicas, el atraso, las violencias. Mucho estamos cambiando y estamos ingresando en una etapa de arranque político y económico.
El «nuevo orden»
Nuestros valores, nuestro solar estilo de vida en el que hacer, ser y estar ocupan un espacio que se desconoce en otras gramáticas prestigiosas, es lo que debemos preservar. Ese debe ser para nosotros el «nuevo orden» por el cual tenemos que luchar en este momento de falsos ídolos y anonadadora subcultura. Pertenecemos a lo que Macedonio Fernández llamaba «la familia de Cervantes», con todo su poder de fe y fantasía, con su razón, sus Sanchos y sus quijotescas sinrazones. Aunque de tanto auto descalificarnos ya no lo creamos, el mundo mucho espera de nosotros y mucho tenemos que aportar en tiempos de peligroso desarrollo unilateral, donde sociedades aparentemente triunfantes se mueren de anemia vital, de aburrimiento tecnolátrico y cuyo estatuto moral y metafísico parecería tener el mismo relieve municipal y espeso de una declaración final de algún congreso de almaceneros mayoristas.
Iberoamérica está moral y culturalmente viva. Somos potencias postergadas, trampeadas, por un monstruoso e intencionado desorden económico mundial. (España debe ser firme en este escandaloso tema de la exclusión de América latina de los «mercados libres»)
Todo queda por hacer. Refunfuñar por hacer. Refunfuñar en torno de viejas cuentas del pasado es mera estupidez.
El V Centenario tendrá que tener los contenidos de un renacimiento.