Mar Rosell, Diario 16, 17/12/1992
Dedicó una de sus novelas anteriores, Los perros del Paraíso al «peor de los personajes de la conquista», Lope de Aguirre, y ahora ha dedicado la última, El lago atardecer del caminante al «anticonquistador», Alvar Núñez Cabeza de Vaca, «porque es un acto de justicia». «Cabeza de Vaca era el hombre que tuvo una experiencia absolutamente inédita, que naufragó en una playa de la Florida, y desnudo y llorando, fue recibido por los indios que lo salvaron», explica el escritor.
Abel Posse, pese a su subversión permanente se alinea junto a quienes creen que entre su continente y España existe el vínculo más fuerte que pueda existir, el de la cultura iberoamericana. «Eso no quiere decir que mi visión de la conquista se dulcifique en este nuevo libro, sino que me he sentido obligado a pintar los dos extremos. En la conquista también se dio este hombre atípico, espiritual, Cabeza de Vaca, que caminó 8.000 kilómetros sin matar a nadie, y sin ser matado, lo que demuestra que la necesidad de la violencia es una mentira histórica». «Alvar Núñez se convierte en un marginal, un marginal a su clase, marginal a su catolicismo imperial, que se transforma en cristiano práctico y en un antropólogo y explorador geográfico».
Abel Posse, experimentado político desde su puesto de embajador que ha ejercido entre otras capitales en Moscú, Lima, Venecia y Tel‑Aviv, antes de llegar a Praga, aborrece la política y cree que lo único que permitirá encontrar la solución a los problemas con los que se enfrenta la sociedad actual es la cultura. Porque está convencido de que la política pasa, mientras que, por debajo de las dictaduras y la miseria, permanece la unidad cultural en el caso de España y América, «algo que los políticos de los últimos siglos ni siquiera han sido capaces de percibir. Creían que era arena y era oro lo que tenían entre las manos».
No hace mucho, Posse dijo que era más peligrosa la civilización de la violencia actual que las dictaduras. El lo explica: «Es tan mala una cosa como otra porque se está creando una subcultura que produce un
sometimiento del hombre. El sometimiento del hombre por la vía militar lo puede haber por la subculturización». Y culpa de ello a los políticos que «están bestialmente equivocados». Y añade: «La necesidad de revolución es tal que hay que pensarlo todo de nuevo. Yo propongo la subversión contra la política y la economía desde la cultura».
«En América Latina hay en este momento una voluntad y una conciencia de que pertenecemos a uno de los factores de poder más importantes de nuestra época», afirma. «El oprobio no se vive por cuestiones de política, se vive por cuestiones culturales».
Toda esta idea del conflictivo mundo actual se refleja en su nueva novela porque, según él, es una crítica cultural del imperio y del concepto de civilización. «La conducta esencial que une el imperio español con los imperios de occidente es el pecado clave del monoteísmo, de creer que se posee una sola forma de vida, un solo dios verdadero y una sola forma de civilización».