Araceli Hernández, La Jornada (México), 18/10/1989
Subyace en el nazismo un sentimiento religioso y renacentista que se desvía hacia el genocidio. En el fondo, este fenómeno fue una revolución pagana en contra de la dominación judeo-cristiana prevaleciente en el mundo occidental europeo. Este episodio de nuestra historia está ligado a las aventuras imperiales y tiene un paralelismo con la Conquista de América, donde también hay una noción de pueblo salvador y superior que se pone en contacto con pueblos inferiores para salvarlos y donde lo que prevalece es la guerra de dioses.
Abel Posse (1934) tiene en su haber 12 novelas, tres de ellas premiadas y algunas traducidas a varios idiomas, y es depositario del premio internacional Rómulo Gallegos 1987 por su obra Los perros del paraíso. Se encuentra en México para recibir mañana el Premio Literario Internacional Novedades y Diana 1989 por su novela El viajero de Agartha, donde aborda el tema del nazismo a través de una historia de aventuras. Señala: «la hice como una crónica, más allá de toda posición ideológica; es una extraña novela latinoamericana -él es argentino- porque empieza en Berlín y termina en Mongolia como una gran aventura metafísica».
El escritor afirma que trata esa etapa en su novela en parte porque en Argentina son muy sensibles al tema -este país recibió a emigrantes nazis después de la Segunda Guerra Mundial- y en parte porque los autores alemanes han soslayado el análisis de la verdadera naturaleza del nazismo. Además, agrega, hay en los escritores latinoamericanos un folclorismo mal entendido «que nos impide tratar temas universales creyendo que por una cuestión de regionalismo nos están vedados».
Los autores alemanes, explica Posse, no quieren confesar las reacciones religiosas, las ideologías esotéricas, que están en la fuente del nazismo. Había en el pueblo alemán básicamente un movimiento religioso contrario a la concepción judeo-cristiana del mundo -porque implicaba la castración del hombre- y su identificación con los dirigentes hitlerianos se forjó en torno al sentimiento de la necesidad de un renacimiento del hombre, es decir, a la idea de que el » verdadero hombre» estaba por nacer, que el que conocemos está disociado de la naturaleza, sometido a criterios económicos; un hombre pleno, no en decadencia, ese era el ideal a alcanzar.
Por ello El viajero de Agartha, destaca Posse, es un viaje a las raíces mitológicas y religiosas del autoritarismo y la locura patentes en el fascismo. La búsqueda del perfeccionamiento de la especie se identificaba con los ritos de filosofías antiguas. «Lo primero que un hombre debe matar es el subhombre que hay en él», dice el principal personaje antes ir a India, donde las diosas Kali y Shiva reverencian la oscuridad y las mujeres se pintan el ojo cósmico en la frente.
Aunque el galardonado por Diana explica que su novela no es filosófica, sino sólo la narración de una aventura esotérica, en ella un SS recibe la misión de viajar en secreto a Asia e India para rescatar a ese otro dios sepultado en la morada de una filosofía ignorada por muchos. Su muerte en Agartha en 1949 es quizá una metáfora del fracaso del fascismo y la obra un relato de ese misterioso encuentro con el Oriente de una sociedad en crisis.
El nazismo, abunda el autor de Daimón, tenía como primer impulso matar al hombre inferior y sustituirlo por el superhombre; su segunda etapa fue el exterminio y la tercera el suicidio. Todo imbuido de una pulsión de muerte porque una cultura que se transforma en salvadora sólo puede acabar despreciando la existencia de otros al determinar si deben existir o no. Esta idea, que resurge a través de un sentimiento pagano, se origina en una reacción similar a la que sintió Rimbaud: la certeza de que hay dioses ocultos que en algún momento debemos hacer emerger para tomar nuestra verdadera personalidad.
En este sentido; Posse, quien ha escrito dos novelas sobre la Conquista de América, dice que en México existe esa misma idea de los dioses sepultados por una cultura sobrepuesta y que ello constituye la fuerza de al frente a la invasión de las subculturas importadas. El verdadero ser del pueblo, asevera, está enterrado con sus dioses y esa es una garantía de que puedan emerger sus valores secretos. Latinoamérica es un continente adolescente que no ha encontrado un modelo propio social ni político ni cultural: no hemos logrado la síntesis religiosa; salvo en Brasil, en su opinión, en el continente no hay formaciones religiosas, sino tímidos sincretismos, adhesiones que no contemplan nuestra ubicación religiosa.
El mundo americano, explica, fue agredido por una idea de salvación similar a la que impulsó al nazismo, aunque en éste se trató de una pulsión imperial desembozada y en la Conquista de un acto de buena fe connatural a una visión religiosa monoteísta. Ello propició no sólo el genocidio, sino el teocidio, una guerra de dioses que destruyó la posibilidad de valorar a los dioses precolombinos. Por eso el encubrimiento, y no el descubrimiento, fue la verdadera tarea de los conquistadores, sólo ocultando, despreciando, se pudo construir un territorio imperializado.
En torno a la efemérides del V Centenario Posse señala que nadie puede vengarse del pasado, pero agrega: no estamos dispuestos a celebrar nada, sino a conmemorar un episodio histórico que tiene una dimensión trágica, y donde si hay algo pendiente es el esfuerzo por rescatar y revalorizar las manifestaciones de América. Esas efemérides » tendrán que ser un gran homenaje a la grandeza de las civilizaciones prehispánicas para descubrir a la verdadera América» . En nuestro continente, subraya, hay una deuda con los dioses sepultados y eso nos impide ser sinceros frente a la modernización que se nos impone desde afuera.