María Esther Vázquez, La Nación, 09/01/1983
En una isla en el corazón de París, lugar apacible, tranquilo, casi provinciano, donde las casas más viejas de la ciudad se miran en el Sena, vive Abel Posse con su mujer y su hijo, en un cuarto piso de la rue St Louis en l’Îlle. Nuestro novelista, que además es ministro y se ocupa de los asuntos culturales de la Embajada argentina en París, nos cuenta:
« Acabo de terminar mi quinta novela, “Los perros del paraíso«, que está relacionada con la anterior, “Daimón”, por el tema y por el estilo. Aquí trato de hallar el origen de América en su fuente española, en el terceto de Fernando de Aragón, Isabel la Católica y Colón. Pero es un terceto tomado un poco en un tono farsesco, real desde el punto de vista histórico pero surreal desde el estilístico.
¿Por qué ese extraño título, Abel?
Se refiere a la rarísima convicción de Colón, que raya en el delirio pero que es muy de la época, de haber buscado, secretamente, el paraíso terrenal y de haberlo encontrado en 1498, en su tercer viaje, cuando llega a la península de Paria, en Venezuela. En dos cartas, una que le manda a Isabel la Católica, que es la famosa relación del tercer viaje, y otra, no menos famosa, al Papa Alejandro VI, el Papa Borgia, él dice que llegó al Paraíso Terrenal. Yo juego con esa noción del Paraíso que, en el fondo, es la búsqueda de todos. Entonces, la novela, que aparentemente tiene un ritmo histórico, pasa a ser una novela de todos. Ahí está la confluencia de un tema del pasado con una necesidad presente; la secreta coincidencia que busca el escritor entre la realidad y la transrealidad.
¿Cuántos son los personajes de «Los perros del paraíso»?
Muchísimos, pero la novela se centra en torno a Fernando e Isabel en el ritmo gótico y bastante delirante de esa España que nace y que será un Imperio. Son dos adolescente terribles. Descubrí que ella era bellísima, una especie de Jane Fonda, con un impulso enorme. Ellos protagonizaron un amor loco, tienen una comunión erótico-afectiva tremenda.
Y además, vivían en una continua guerra de celos.
¡Ah, sí! Pero estos dos personajes maravillosos son la fuente del Renacimiento y mi novela tiende a demostrar que en ese arranque español-americano está todo el Occidente contemporáneo. El Occidente languidecía, era la decadencia de la Edad Media, se vivía un cristianismo que no buscaba la vida sino la muerte y ellos impulsan al Occidente moderno, que llega hasta ahora, hasta el triunfo de los Estados Unidos.
¿Tanto?
Sí, ellos obligan al ritmo imperial del mundo a lanzarse hacia América. Y encuentran al gran aventurero, a ese personaje incomprensible, mezcla de impostor y visionario que es Colón…
¿Cuánto tiempo tardaste en escribir «Los perros del paraíso»?
Publiqué «Daimon» en 1978 e inmediatamente inicié investigaciones en España. Fueron dos años y medio de búsquedas y año y medio de intensa escritura. La terminé en noviembre y aparecerá en febrero.
Háblame de la colección de poetas argentinos, NADIR, que diriges y que con el auspicio de la Embajada nuestra, se publica en París.
Muchos títulos han aparecido. Lugones, Enrique Molina, Murena y Juan L. Ortiz y ya se han corregido las ediciones de Ricardo Molinari y Baldomero Fernández Moreno, que lleva una introducción, para publicarlo en Francia porque es muy exótico para los franceses, como Claude Couffon, ese gran especialista, traductor de García Márquez. Tenemos en total siete libros con Conrado Nalé Roxlo, que está terminado. Para el ’83 pensamos editar seis o siete libro más; el primero sería el de Girondo.
¿Cómo fue recibida en París?
Muy bien. La repartimos en cuatrocientos centros de estudios y en 270 bibliotecas de Francia. No tiene venta comercial, sino que se hace para difusión y permanencia. Pensamos llevar la distribución a Bélgica. Nos gustaría llegar a tener una colección de unos treinta autores totalmente representativos del pensamiento poético argentino en Francia, que es uno de los centros donde hay mayor interés por la cultura hispanoamericana. Tengo dos colaboradoras muy eficaces, la profesora Nélida Negri y Silvia Barón Supervielle, que es, ella misma, una interesante poetisa.
¿No encontraste resistencia, dado el ambiente adverso que hay en Europa con respecto a nosotros?
Al principio abrigué ese temor. Pero los poetas tienen un dios aparte: lo que puede pasar con los novelistas o ensayistas, no pasa con los poetas Se sabe que la poesía es el alma de un pueblo y el poeta ocupa un lugar de privilegio, incluso en los países del Este ha tenido una libertad que no ha tenido el novelista. No tuve resistencias en Francia, María Esther, y han colaborado especialistas que no pensé que lo hicieran.
¿Cómo ves el movimiento literario argentino?
Vivimos en un apartamiento. Nos quedamos encerrados por razones económicas, en nuestro medio cultural. El último Premio Nobel, García Márquez, lo editó Sudamericana y lo hemos perdido y hoy lo publica España lo mismo que a Borges, Mujica Láinez, Sábato… Esto es muy inquietante. Es el momento, ahora que se abre un nuevo período que las editoriales recobren ese espacio. Necesitamos coraje y empuje porque tenemos un potencial creador intacto y poderoso.