Julio Fernández Baraibar, Nuestra América, 2003
Sobre la situación del proceso de integración sudamericano se expresó Abel Posse, en una conversación con el periodista Julio Fernández Baraibar en el programa “Nuestra América” por AM. 750, Radio del Pueblo que se transmite los miércoles a las 15 horas.
Abel Posse, figura singular del pensamiento nacional, diplomático de carrera y actual embajador en España, es, en la Cancillería, de las personas que más ha reflexionado y escrito sobre la integración sudamericana. Por otro lado conoce profundamente la política internacional brasileña y se ha manifestado como un fervoroso promotor del Mercosur.
Pregunta: -¿Cómo ve el proceso de integración sudamericano en 2003, con los cambios sufridos por la Argentina a partir de diciembre de 2001?
P. : -Se abre una etapa nueva, distinta a las anteriores, etapa que implica la necesidad de que la clase política y dirigente argentina comprenda que con Lula se inaugura un llamado a la integración que trascienda los intentos de integraciones que se hicieron hasta ahora, como el caso de Mercosur -tan exitoso en lo económico- pero con poca base en lo social, muy poco en lo cultural, y sobre todo nada en lo popular. Hoy día tenemos que tener una visión, como la que expresó Lula, de una integración profunda y total, estamos ante un problema estratégico. No hay estrategia de una parcela de la vida nacional. La estrategia implica todos los aspectos. Hasta ahora se había creado un Mercosur sin pueblo, sin dirigentes del nivel medio, con empresarios que eran los únicos que se acercaron solo para hacer negocios. Creo que es una nueva etapa y muy importante.
En Sudamérica, sin una Argentina y un Brasil absolutamente unidos no podremos llegar muy lejos porque el mundo se ha complicado enormemente en la última etapa que estamos viviendo.
Pregunta: -¿Qué papel le cabe a la Argentina?
A.P.: -Nosotros estamos saliendo de una implosión, de una destrucción total de la Argentina. La economía argentina ha sido prácticamente vaciada, por cierto que nos queda el campo -aclaremos las cosas- pero corremos serios riesgos.
ALCA es un gran mecanismo de expansión que busca EE.UU. para afirmarse en un mundo donde no tiene otras entradas. En estos momentos Estados Unidos no puede ir a China o al Asia como iba en el siglo pasado a vender cosas, ni puede entrar al bastión europeo, profundamente consolidado en lo económico. De manera que el ALCA es el instrumento para la expansión del patio trasero norteamericano que va desde Panamá hacia todo Sudamérica. Los argentinos tenemos que estar muy prevenidos; somos un país convaleciente, somos un país en recuperación económica, en recuperación de valores. El primero de todos ellos es el sentimiento de Nación que hemos olvidado, es ese elemento de amor a la Patria que nos tiene que mover ahora con generosidad.
Creo que nuestra situación es verdaderamente dramática y que no podemos dejar de pensar en una unión profunda con Brasil y Sudamérica.
Pregunta: -¿Cuales son los antecedentes históricos de este proceso de integración de Sudamérica?
A.P.: -En el proceso de la Independencia ya vimos que San Martín y Bolívar sentían que América era un solo país. San Martín llegó al Perú, y no por Perú sino por nuestra patria grande, Bolívar igual, llegó a Bolivia y gobernó con ese sentido. Cuando se establecen las divisorias de nuestros países y empieza ese liberalismo volcado a distintos puntos del planeta -en el caso nuestro hubo un gran dominio de Inglaterra-, poco a poco vamos perdiendo la nación sudamericana.
Nos considerábamos, además, por razones inmigracionales y de raza, un pueblo casi aparte de América Latina, y entramos en un mal camino todos. Brasil empieza a construir su República imperial, Venezuela se aleja también, todos los países nos desunimos; y terminamos siendo juguete de todas las presiones del siglo XIX y XX de las potencias extranjeras, sobre todo de los juegos económicos. Por suerte no nos hicieron hacer guerras como en otras partes del mundo. De todas maneras teníamos elementos sociales y culturales que nos unían, como el idioma, la religión, la idiosincrasia; esto nos salvó y llegamos hasta acá, después de un largo camino a los últimos veinte años donde el sentimiento de unidad se impone sobre todas las cosas, nos damos cuenta que sin estar unidos no podemos negociar ante un mundo casi perverso, donde todas las funciones de acercamiento son económicas o militares.
En la Argentina, con una clase dirigente castrada como la que tenemos, es evidente que no se ve claro porque no lo han difundido. Tenemos una prensa que es absolutamente dependiente del mecanismo informativo de los países dominantes del Norte y para nada del Sur. Entonces no nos podemos dar cuenta, en el nivel político y popular, de la importancia que tiene este nuevo sentimiento de nación continental, donde Argentina puede recobrar toda su soberanía en la medida que pueda fortalecerse con sus hermanos de América.
Pregunta: -¿Cuál es la influencia de Brasil en este proceso de construcción de Mercosur y de integración?
A.P.: -La importancia de Brasil es fundamental. Argentina, en estos últimos doce años, estuvo prácticamente huyendo de esta conciencia brasileña de que tenemos que formar una nación; ellos nos necesitan a nosotros, y nosotros sin ellos somos absolutamente irrelevantes. Pero esto que decimos con toda naturalidad, no lo saben los políticos. Ellos siguieron jugando a una especie de independencia idiota, sin darse cuenta de que solamente podemos negociar con el mundo exterior, -sobre todo con las grandes potencias financieras. Hoy el problema financiero ya no tiene ni potencias, es un todo sin rostro con una fuerza política unificada, no en el sentido de concentración del poder, sino en una coordinación política de nuestros intereses.
Pregunta: -¿En qué situación se encuentra el resto de los países de la región?
A.P.: -Yo creo que los pueblos están más compenetrados que los dirigentes. Por ejemplo en el caso de Colombia con una situación interna no resuelta, se llega a una situación interna tan grave, que la integración queda sometida por un problema de ruptura interna. Venezuela quiere la integración, Brasil también, Bolivia la necesita. Los países andinos tienen que comprender que tienen que integrarse con el Mercosur porque les va a pasar lo mismo.
Chile es país más independiente, un país pequeño con una autonomía muy eficiente en su comercio exterior, en sus movimientos políticos, pero tiene el riesgo de entrar en la ilusión de creerse independiente del Continente, una especie de Israel con un gran movimiento económico y político al margen de su entorno. Yo creo que Chile, como creyó Perón, es una pieza importante en el juego con Brasil y Argentina como motores, lo que él llamó el ABC.
Pregunta: -¿Cuál fue la idea y el camino de Perón y Getulio Vargas sobre estos temas?
A.P.: -El de Getulio Vargas fue el pensamiento más importante en el Continente, junto con el de Perón y Haya de la Torre. Vargas, en un momento, antes de ser traicionado por su entorno, tiene la gran idea de crear un Estado americano nuevo, una idea distinta de estas democracias adocenadas y débiles -que hemos visto arrasar a nuestro país, peor que los gobiernos militares- lo que Vargas llamó O Estado Novo. Después fue Perón el gran interprete de Vargas, cuando él llega al poder, ya el brasileño está en el fin, traicionado. Lanza la idea del ABC, pero la reacción ha copado casi absolutamente al Brasil.
Pregunta: -¿Qué actitud tiene España ante este proceso?
P.: -España aspira a hacer una integración de carácter imperial, en el buen sentido de la palabra, desde su tradición en América. Creo que ahí hay un cierto desajuste conceptual en los españoles. España, desde los tiempos de Carlos V, de Felipe II y de las conquistas, estaba representada en sus escudos por el águila de dos cabezas -el Aguila de los Austrias-, una cabeza miraba hacia Flandes, Alemania y la otra miraba hacia el Atlántico. Esta última se quedó en un programa formal en inversiones económicas. Formal en el sentido de esa latinoamericaneidad que existe, que es verdadera, que es cultural, muy declarativa, pero poco eficaz en el plano político. Y toda la política de España se jugó sobre la otra mirada del águila, hacia Europa. Entonces, yo diría que hay una economía de inversiones españolas muy grande, y una política, hacia Latinoamérica, muy pequeña.
A España le va a costar mucho ser solidaria de Lula, de la integración de Argentina y Brasil, del problema de Chávez, como ya lo demostró. Hay una ruptura entre este concepto de la política que tiene España y la realidad de las inversiones enormes que han realizado.
Pregunta: -¿Será, acaso que el capitalismo español es más financiero que el de Alemania y Francia, donde es más productivo?
A.P: -El capitalismo español en América es nuevo, es un episodio reciente y ha sido muy entusiasta en la década pasada en la Argentina. Entran en un mecanismo que era ilusorio, irreal, y ahora les cuesta muchísimo readaptarse; porque las inversiones económicas o economicistas que no van acompañadas de la realidad orgánica de un país, con sus avatares, con sus problemas, sus caídas, su problema social, sus desocupados, es una inversión abstracta. España va a tener que pasar de este plano de las inversiones abstractas a una relación política; no sé si podrá hacerlo.
Pregunta: -¿Cuál es la visión que Francia tiene sobre este proceso de integración sudamericano?
P.: -Francia siempre tuvo una visión de América Latina distinta de España, pero muy eficaz en la comprensión de los movimientos profundos de América Latina. Es una comprensión intelectual, bastante remota. Pero podemos presumir que Francia siempre va a seguir muy cerca de América Latina. Son los que tienen la mayor sensiblidad para los problemas políticos nuestros, y ha sido en muchas ocasiones vocera para la comprensión europea de los problemas profundos de América. Me refiero a Fidel Castro, por ejemplo, me refiero a los problemas en Argentina. Francia siempre ha tenido una visión un poco más abierta.
Pero no sé en qué medida nosotros podemos confiar en el mundo exterior. Argentina demostró que quedó profundamente sola en su crisis en su implosión.
Pregunta: -En la cancillería brasileña, luego del triunfo de Lula, aparecieron figuras jóvenes como las del canciller Celso Amorím y su Vice, el diplomático Samuel Pinheiro Guimaraes, que –recordemos- fuera separado del cuerpo diplomático por Fernando Henrique Cardoso, a raíz de sus declaraciones decididamente contra el ALCA. ¿Cómo ve usted este nuevo cuerpo diplomático?
P.: -Para mí lo de Brasil es extraordinario porque es la conciencia de la necesidad de reestructurar toda una nación, y asumirlo con mucho coraje. Desde los tiempos de Cardoso – hace treinta años- cuando escribía en Chile: «se sabe, y los brasileños son conscientes de que no pueden ser una gran nación teniendo un tercio de la nación en situación de marginación absoluta». Brasil tenía esa vieja deuda y ahora la ha afrontado de pleno poniendo primero el problema social y después los otros de la nación .
La cancillería de Brasil siempre ha sido lúcida, adaptándose a la realidad. Es muy importante porque tiene la misión de comandar la creación de esta Sudamérica, que como ellos dicen, está muy retrasada.