Vit Urban, Literarni Noviny, No.34, 25/08/1994
El Premio Nóbel de Literatura al final no le tocó nunca, aunque muchas veces estuvo en la lista de los candidatos propuestos. Era tímido v no tenía la costumbre de coquetear con los medros de comunicación masivos. Cuando le preguntaban algo, tenía la mala suerte de contestar siempre «políticamente equivocado». Y eso, por lo general. a todo el mundo le estorbaba, de modo que los académicos suecos preferían no arriesgar. Sin embargo, hasta los que tenían objeciones contra él mismo, no se comportaban así con respecto a su obra. Todos lo leían con agrado, pero muchos de ellos reconocieron públicamente su afición literaria recién después del 1986, cuando el famoso prosista, ensayista y poeta argentino, Jorge Luis Borges, había muerto.
Llamamos la atención de los lectores checos a una extensa compilación de los cuentos más importantes de Borges, publicada bajo los títulos de «Máscara y espejo», «Zoología fantástica», «Historia General de la Impunidad», además de unos veinte ensayos suyos editados entre 1991‑94 en la revista «Literatura Mundial».
En la oportunidad del aniversario de los 95 años de Borges, los que ya no llegó a cumplir, le daremos la palabra a su compatriota. novelista y actual Embajador argentino en Praga, señor Abel Posse (1936), quien obtuvo ya varios premios literarios importantes y sus novelas (principalmente con temas metahistóricos) gozan de un gran eco entre los lectores en muchos países. La editorial ODEUN publicó el ario pasado su novela más traducida titulada «Los Perros del Paraíso».
Entrevista de Blanka Starkova con Abel Posse.
‑ Sabemos que usted lo conocía bien a Borges ¿Cómo lo conoció? ¿Cómo era él en aquél entonces? ¿Y cómo lo ve usted como escritor?
A Borges lo conocí cuando yo era todavía un joven. En la Argentina gobernaba entonces Juan Domingo Perón y Borges era un fuerte antiperonista ‑ era un hombre muy liberal. En aquél entonces era el Presidente de la Asociación Argentina de Escritores, lo que por aquellos tiempos era una institución bastante importante. Cuando yo lo conocí, él ya era una personalidad mítica. Ya empezaba a perder la vista. Vivía de las conferencias que daba. Mucho tiempo administraba una pequeña biblioteca pública en un barrio porteño y eso era su sustento. Luego empezó a tener problemas políticos a raíz de su antiperonismo y le adjudicaron un trabajo curioso: Inspector de Ferias. De modo que como el inspector municipal para las ferias tuvo que ir de un mercado a otro controlando si los pollos y el pescado no estaba en mal estado. Tomaba ese trabajo con humor. Provenía de una familia que era de origen aristocrático, pero no muy rica. Se asentaron en Argentina en el siglo XIX, pero luego se vinieron a menos llegando a ser hasta muy pobres. Su sueldo era muy escueto –el vivía con su madre en un departamento en Buenos Aires y el dinero no le alcanzaba ni para vivir…
Para mí, Borges era un escritor puro, como tiene que ser. Era independiente como un gato. Nunca se acercó al poder en ninguna de sus formas. Vivía con poco dinero, muy modestamente, pero con decoro. Nunca tuvo ambiciones laterales en el sentido de vanidades personales. No creía que él podría llegar a ser famoso. En la literatura creó una vida feliz para sí mismo. Esa vida estaba basada en la verdad literaria, en un conocimiento profundo de la literatura mundial –Borges conocía toda la literatura del mundo- y en un pequeño grupo de amigos en una metrópoli abierta, cosmopolita, como era en aquél entonces Buenos Aires. En su rol de creador se daba cuenta muy claramente que toda l historia del escritor equivale a la creación de un lenguaje propio, a la aceptación de una realidad que engloba a toda la gente y a todos los tiempos. Borges creó en el lenguaje español un lenguaje tan económico que realmente resulta sorprendente. Sabía colocar una palabra tan cargada de significado en la frase, como suelen saber hacerlo los poetas, iluminando con eso toda una región del texto. Sabía manejar el humor. Era medido, sabiendo, sin embargo, manejar la ironía y de vez en cuando intercalar algún que otro sarcasmo. Lo que sabía sobre la vida, no lo divulgaba en ideas, sino de vez en cuando lo intercalaba en pequeñas notas marginales dentro del texto sobre algún personaje, ser, circunstancias. En su idioma del autor no sintió la necesidad de crear algún objeto lingüístico brillante al modo de la originalidad verbal del tipo de Mallarmé. Borges sabía que a través del idioma se trasluce un saber más profundo En sus temas reside o bien un significado religioso, o un deslumbramiento de la existencia, de lo absurdo, el asombro antes el laberinto de la vida. Borges hizo la elección más cauta que puede hacer un escritor que no quiere volverse infeliz, pretendiendo, por el contrario, sostener la literatura como un regalo, como un conocimiento, una fiesta. La vivía como una alegría de leer, de escribir, del hecho de poder charlar con amigos inteligentes, y luego, ya después de pasar los sesenta, gozaba también de la fama. Se topó con el renombre todavía en vida, siendo amado por los lectores inteligentes, que es lo mejor que puede pasarle a un escritor: no encontrarse allí un grupo de personas que entienden sus juegos metafísicos, su humor, la calidad de su lenguaje.
– En el ensayo que escribió Ud. Para la revista “Svetova literatura” (Literatura Mundial), Ud. Lo pasea a Borges imaginariamente por la Praga de Kafka. Borges era 16 años menor que Kafka- nunca se encontraron. Sin embargo, se produjo un encuentro literario, aunque unilateral y, podemos decir, que el mismo ha dejado sus consecuencias.
Borges es un poco el polo opuesto de Kafka. Lo admiraba a Kafka y era uno de sus primeros traductores al español. Tradujo su “Metamorfosis”, pero tenía objeciones hacia Kafka como escritor-ser dramático. Borges decía que eso era una de las pasiones del siglo XIX, que emanaba de la literatura rusa, de Dostoievski: ese concepto neorromántico del escritor como la conciencia corporizada de lo trágico de la vida y de la imposibilidad de vivir. Eso era algo que Borges rechazaba. El creía en una literatura cuasi virgen (casta?), alegre, una literatura a modo de diversión. Nunca le adjudicaba a la literatura el peso de la fatalidad, jamás dijo que lo que está escribiendo, es importante. Decía que él escribe para divertir. El precisamente pretendía quitarle a la literatura la gravedad de un documento existencial la que sentía en Kafka. De modo que en la literatura, el representa el polo opuesto de Kafka. En su vida privada era un poco diferente: Borges no era feliz. Poco antes de morir citaba en una entrevista una frase del autor anglo-argentino Guillermo Enrique Hudson quien había dicho sobre otra persona que “ tenía la suerte que la metafísica no lo ha apartado de la vida” y en otra oportunidad –en aquel entonces ya tenía 83 años- respondió a la pregunta si no se lamenta algo en la vida “lo único que lamento es que no supe ser feliz”. Un gran obstáculo en su vida era su relación hacia la mujer. No solamente hacia una mujer, sino el hecho de no haber conocido el amor. Borges era muy tímido, verdaderamente lo contrario de un “l´homme des femmes”,a diferencia de su amigo Bioy Casares. Él vivía con su madre, pasó por algunas relaciones tristes con las mujeres, se enamoró locamente en tres o cuatro mujeres que era totalmente inaccesibles para él. Físicamente no era llamativo para nada –lucía más atractivo como un hombre mayor que de joven. Esta dificultad fundamental de una relación amorosa –pues la sexualidad era el área más frágil de su vida- era uno de los motivos de por qué no era feliz.
-Ud. Lo mencionó a Adolfo Bioy Casares, el amigo y colaborador de Borges. En checo pudimos leer su prosa fantástica “El invento de Morel” y “Los cuentos fantásticos”. Juntos escribieron bajo diferentes pseudónimos cosas bastantes diferentes, como por ejemplo novelas seudo-policíacas (“Seis problemas para Don Isidro Parodi”, edit. En checo en 1968) o guiones cinematográficos. De un cierto modo pertenecía a esta yunta también la mujer de Bioy, Silvana Ocampo, que también escribía literatura fantástica.
Los guiones cinematográficos los escribían para divertirse –nunca llegó a rodarse película alguna en ase a los mismo. Ellos dos inventaban diferentes personalidades imaginarios, bajo cuyos nombres escribían luego por ej. Críticas literarias, riéndose a su vez del estilo de sus propios críticos literarios…Borges vivía apartado de la vida social de Buenos Aires, mientras que Bioy, que era mucho más joven y pertenecía ala “juventud dorada” lo acercaba a una vida más alegre. Era una gran amistad la de ellos dos. Borges tenía amigos también entre los literatos porteños. Al comienzo –cuando él tenía 20 y 22 años- era en la época después de su retorno de Suiza- vivía muy intensamente la vida literaria de la metrópoli. Buenos Aires era una ciudad con un medio tremendamente intensivo, con cafés literarios, habiendo aportando a esa intensidad especialmente el exilio español. Todos los hombres cultos quienes tuvieron que abandonar España en los tiempos de la Guerra Civil, encontraron refugio en la Argentina o en México, y en aquél “barullo” literario Borges encontraba su felicidad. Era precisamente Bioy con su esposa Silvana Ocampo, quienes les servían de intermediarios para los contactos con la vida más agradable en el campo, en las haciendas. Ellos tenían mucha plata, lo que le ayudaba un poco a Borges en su vida modesta.
-¿Qué tal era Borges –aquél hombre que “vivía a través de la literatura”, como Ud. Mismo había dicho antes- como amigo, como hombre?
Como hombre realmente era muy frío. Tenía sus viejos amigos –allí se trataba de amistades incondicionales. A ellos les perdonaba realmente todo. Con las demás personas se portaba de una manera un poco distante, lo que no suele ser muy común en el mundo latino. Su distancia era casi británica: él no preguntaba nada, no quería saber nada de intimidades. Sin embargo, cuando Borges le hablaba a alguien como amigo, siempre lo hacía con humor, con ironía. Solía tener comentarios raros, opiniones moralistas sobre lo que debería suceder. En la política tenía opiniones muy rígidas que era, por lo general, erróneas. Pero cuando platicaba con alguien en privado, estaba lleno de humor. Su capacidad de diversión no se basaba en su propia vida que era prácticamente anodina y aburrida. Pasaba días enteros en casa y encima era prácticamente ciego. Dependía de la persona que lo visitara todos los días a las tres de la tarde y a quien podría dictarle. Una vez le pregunté, cómo era su método para escribir bajo esas condiciones y él me dijo lo siguiente: “Mire, Abel, yo veo un pizarrón negro delante de mí, uno como suele haber en la escuela, y sobre ese pizarrón yo escribo palabras con una tiza”. Era un pizarrón imaginario. “Yo me imagino que escribo palabras con tiza, ellos las transcriben, luego me las repiten y yo enseguida veo las que están mal”.
-¿Solía hablar de sus libros?
No, eso no le gustaba. Por lo general, tenía la costumbre de menospreciarlos –decía que no era importante lo que escribió. Sin embargo, en eso hubo un poco de jactancia al estilo británico- por parte de la abuela era inglés –y se puede decir que su modestia no era verdadera, pues él sabía muy bien qué valor tenía lo que escribía y cuál esfuerzo tuvo que hacer para crear un lenguaje propio.
-¿Qué influencia tenía sobre él el haber adquirido una fama mundial?
Mundialmente famoso llegó a ser después de 1960. En aquel entonces estaba en Buenos Aires Roger Caillois, un extraordinario humanista y escritor francés, que se hizo bastante amigo de Victoria Ocampo, con la cual –dicho sea de paso- Borges no se llevaba muy bien, quien le presentaba a Caillois, a la gente importante. De modo que una vez, en la oportunidad de un almuerzo en casa de Victoria Ocampo, Caillois estaba sentado al lado de Borges, a quien todavía no conocía y le dijo: “Me han dicho que es usted, Borges, un escritor importante y yo todavía no conozco ningún libro suyo. ¿Cuántos libros escribió usted ya?” Borges contestó: “Quince.” Allí Roger Caillois se dio cuenta que se trata de un autor extraordinario y decidió incluirlo en una edición de Gallimard que se llamaba “La Cruz del Sur”. Así, gracias a Caillois, Borges inmediatamente pasó a ser para los círculos literarios ingleses una verdadera revelación. En todas partes del mundo hubo grupos de intelectuales, profesores, poetas, escritores quienes entendían su arte refinada. Eso era su público. Otro no le interesaba.