La Gaceta, 1990
No creo que haya un escritor que no deba alguna vez en su vida expresar sin ambages ni remilgos su homenaje personal y comprometido sobre, la libertad de prensa. Es la libertad esencial para su destino creador, por tanto trasciende el plano de los políticos o constitucional para transformarse en necesidad existencial. Sin Libertad de Prensa no hay Libertad es precisamente el título del libro que Bartolomé Mitre acaba de publicar sobre este tema básico de la vida comunitaria. El título conlleva la verdad guía, la hipótesis sustancial, de esta obra breve pero Intensa. Nace de una frase de Chateaubriand que nos descubre algo muchas veces callado por los poderes antidemocráticos: que sin libertad (le prensa las otras libertades básicas de los derechos. humanos y del orden jurídico, se tornarían inocuas. Porque es precisamente. a través de la libertad de prensa que tenemos la libertad de reflexionar. La comunidad »reflexiona» sobre sí misma, sus problemas y su destino precisamente por medio de la libertad de anotar y expresar, escribir e imprimir, pensar y difundir, en suma, a través de lo que se llama genéricamente libertad de prensa. Es el gran vehículo para plasmar esa «Conciencia social reflexiva» de la que hablaba el sociólogo Sorokin.
Mallarmé estableció una verdad curiosamente poco dicha o dicha con menos claridad y eficacia que cómo la expresara el poeta, para quien todo hecho, toda vida, todo pensamiento o descubrimiento permanecerá en el patrimonio de la comunidad si es que queda escrito o expresado en obra. En la Biblia, la aventura del pueblo judío y la aventura del hombre en torno a la ausencia o presencia de Dios no son más que las palabras de un libro fundamental, un libro al que cada generación, cada profeta o el Mesías, irán agregando los capítulos siguientes. La Biblia es el libro abierto que es paradigma de todos los libros, de toda la literatura. Igual concepción tuvieron los chinos tanto en la vertiente confusiana como en la taoísta. El motor secreto de la fuerza espiritual árabe también es un libro.
Sin la libertad de escribir, difundir y releer, la historia de la humanidad como cúmulo de hechos, experiencias, logros y desastres, no sería más que mera desmemoria, una estela de pocos minutos que luego el mar borra sin consecuencias. El pueblo maya se transformó en un pueblo fantasma a partir del momento en que el obispo Landa, en Yucatán, ordenó la quema de todos los códices, probablemente unos noventa mil. Fue la quema de una verdadera biblioteca de Alejandría, la única que guardaba la memoria de los hombres y de los dioses de esos hombres. Ese hecho es más grave para la historia de la América precolombina que la misma caída de la ciudad de México en manos de Cortés. Al perder la palabra escrita perdieron el ser y el recuerdo de haber sido.
Mitre analiza los distintos aspectos contemporáneos, y en el piano nacional, que se vinculan con esa libertad motora: el mareo jurídico, el eterno y siempre renovado problema de la censura, la prensa y el impacto de las nuevas tecnologías, los problemas políticos, las amenazas de injerencias internacionales que puedan condicionar el ejercicio directo de esa actividad, y ciertos aspectos nuevos e inquietantes como el poder del narcotráfico en relación a la libertad de prensa.
En cierto modo el autor se concreta a mostrarnos, con trazos precisos, un frente de nuevas amenazas. En esta enumeración de peligros, personalmente le hubiese agradecido, la inclusión del monstruo de las nuevas multinacionales de prensa, esos grandes grupos financieros que están comprando periódicos, imprentas y papeleras. Con un poder y un secreto que trasciende toda posibilidad de control, estos sectores pueden crear un sistema de desinformación Internacional burlando ese elemento de conciencia, prístina, «verdadera hasta el error» (como pidiera Sarmiento de la información), relacionada con la vida profunda y los intereses culturales de un pueblo. Desde un liberalismo paradójicamente totalitario, monstruosa deformación de la libertad, estos grupos están cobrando un insospechado poder. Imaginemos un diario como «La Nación», manejado por cinco generaciones de periodistas consustanciados con el estilo, la tradición y el estilo de nuestro país, que pueda ser comprado por alguno de estos consorcios en un mero juego de bolsa o como resultado de alguna momentánea pero grave crisis económica. Sentiríamos que en nombre de ese liberalismo mal entendido (o carente de las leyes que en Estados Unidos pueden proteger la formación de monopolios económicos que aprovechan de la libertad de mercado tácticamente para en realidad burlarla en el largo camino de las estrategias), se está en realidad concretando un verdadero despojo de esa libertad que tiene que estar ligada con el destino nacional de la comunidad en la cual nació. Toda libertad es para el hombre y para una comunidad. No existe en abstracto.
Este es para mí un elemento, básico y sustancial. Vivimos un tiempo peligrosísimo porque en nombre del maravilloso, y posibilitador laisser faire, laisser passer se está creando a escala global un peligrosísimo seudo‑liberalismo desviado de contenidos ético nacionales, un mero liberalismo de los poderosos, absolutamente excluyente, que termina por sepultar el impulso humanístico y ético central que conlleva el liberalismo auténtico. El mundo está padeciendo algo así como una irrisoria invasión de un liberalismo staIinista, que desconoce la moral de fines y medios.
Estoy seguro que el doctor Mitre ha meditado muchas veces sobre este problema. En su tarea. periodística cotidiana ha encontrado siempre tiempo para dedicarse a estos grandes problemas internacionales del periodismo y es recibido en todos los foros de esa materia como un experto (que ha sabido conducir con puño firme la gran empresa periodística que dirige con éxito e independencia a través de los torbellinos de nuestra errática vida política y económica.
El libro que entregó a la prensa es una obra necesaria porque nos recuerda la importancia básica de esa libertad de la cual solemos hablar sólo cuando la perdemos. Es un libro fuerte, neto, diría que ligado a la personalidad misma del autor. Desde el titulo asertivo hasta la última línea está recorrido por una pasión que no deja lugar a tímidos devaneos: Sin Libertad de Prensa no hay Libertad. Ningún escritor dejará de agradecerle esta fuerte y cabal definición. En particular aquél, que como el autor de estas líneas, haya experimentado en sus libros la acción de la censura.