Margarita Riviere, El Periódico (España), 22/03/1983
Vive ahora en París y apenas quiere hablar de la política concreta de su país. No menciona, siquiera, la palabra esperanza. Lo que sí le atrae es la utopía, una utopía casi ecológica que niega un cierto tipo de progreso: Europa ha sido castigada con todas aquellas cosas que le hicieron desear, como lavadoras, automóviles, televisiones, los productos del supercapitalismo. En París ejerce de agregado cultural de la Embajada Argentina y escribe, furiosa y tristemente, todos los días.
«Primero investigo en la historia, eso es sólo un instrumento, un pretexto. A mí no me interesa la arqueología sino los problemas de nuestra época y esta guerra diaria con el lenguaje. Con mi escritura busco las raíces de una gran desgracia, una gran desgracia situada en el continente latinoamericano. »
Abel Posse, como buen investigador de los porqués de su tierra, ha vivido largos años fuera de ella, ha recorrido el mundo y reconoce que quizá sólo se puede reflexionar sobre esa realidad desde fuera de ella, es demasiado avasallante, -empezando por la geografía-.
« He tardado tres años en escribir esta nueva historia del descubrimiento de América, de la llegada al gran continente de un visionario idealista llamado Cristóbal Colón, que buscaba el paraíso. « Aquí es el Paraíso Terrenal, adonde no puede llegar nadie, salvo por voluntad divina », escribía el almirante a los Reyes Católicos.” Un paraíso que, según Abel Posse, todos buscamos y que tanto para Colón, como para él mismo, se puede describir como de palmeras y mujeres desnudas. Las cosas no son tan simples sin embargo.
« El genovés cree que los indios son ángeles u hombres antes de la Culpa que verdaderamente se aman unos a otros. Por su parte, los Indios creen que los europeos son dioses salvadores vaticinados por Quetzalcoatl. De este trágico y mutuo malentendido surgiría el mayor genocidio quizá conocido por la historia junto al genocidio, el mestizaje. Fue el único lugar en el que se mestizó; no pasó lo mismo con otros imperialismos.
¿Qué valor tiene para el hombre de hoy esa historia antigua y tan lejana?
Ahí están nuestras raíces, en el choque de las dos civilizaciones y en esa incapacidad del continente latinoamericano de vivir de forma organizada. Por otro lado, sentimos siempre nostalgia del paraíso, que se incrementa con el auge de estas sociedades industriales tecnologizadas. Existe una inmensa nostalgia de la naturaleza. Este es un siglo en crisis y en pleno proceso de autodestrucción. Por suerte, el proyecto español, que aportaba el progreso de la civilización europea, incluyendo el salvamento moral de los indígenas y su saqueo no triunfaron del todo.
Habla usted casi como un ecologista.
No, no lo soy.
¿No tiene militancia política?
No. Creo en la democracia y me siento liberal. Pienso que la respuesta que buscamos está fuera del supercapitalismo. Sí, en la utopía, los deseos tienen que ser utópicos.
Habla del progreso de forma peyorativa
El progreso, tal como se ha entendido hasta ahora, para nosotros, los latinoamericanos, ha supuesto la alienación más total de nuestra forma de vida, la pérdida de nuestro ser en la adaptación a un mundo de otros. Y lo peor es que en ese mundo en el que viven otros tampoco se encuentra la felicidad.
¿Cuál sería el correcto sentido del progreso, según usted?
El del desarrollo de las posibilidades de libertad, conservando lo que la gente es en las relaciones con la naturaleza y con los demás. La fórmula de progreso a la europea ha fracasado en Latinoamérica.
¿Qué papel tiene la literatura latinoamericana en esa situación?
La de la búsqueda de las raíces de nuestro continente. Esa es una inquietud compartida por casi todos los que escribimos, con la que se identifican los lectores latinoamericanos.
Usted cree, pues, en la existencia de una generación de escritores latinoamericanos preocupados por una realidad política.
Efectivamente, tenemos los escritores coincidencias bastante notables. Buscamos, a través de caminos distintos, como la historia, la fantasía, la ficción, el construir una forma de conciencia. Donde han fracasado la sociología y los mecanismos racionales se desarrolla una meditación poética sobre la realidad. La literatura es el único lugar de encuentro de los latinoamericanos. Un lugar en el que circulan ideas que pueden modificar la realidad.
¿Un movimiento?
Seguramente todo eso es un movimiento, pero sin voluntad de serlo.
Lo que es tanto como casi decir que el boom sigue y seguirá.