Antonio Ferroni, La Gaceta, 18/05/2008
Sarcástico, mundano y americanista, el autor de “Los perros del paraíso” y premio “Rómulo Gallegos” ha alternado por años la misión diplomática con una insaciable vocación de escritor. Para Abel Posse, la creación es un modo de sortear la decadencia.
DEFINICIÓN. “Un escritor nace cuando ubica su propia voz para narrar un tema”, dijo el autor de “Daimón”.
Cuando se le pregunta si encuentra riqueza en la literatura actual, afirma Abel Posse que él sólo encuentra esperanzas en los poetas y en los ensayistas. “La poesía es el campo para crear en tiempos de la asombrosa y estupidizada crisis del capitalismo occidental, con una cultura en manos de mercaderes y con aquel premio anual Coca-Cola…”, observa el intelectual.
Abogado, diplomático, escritor, condecorado como Oficial de “Arts et Lettres” de Francia y Doctor Honoris Causa de la Universidad Federal Do Espiritu Santo, Brasil, entre otras numerosas distinciones, el autor de “El viajero de Agartha” ,“Los cuadernos de Praga”, “El inquietante día de la vida”, “Momento de morir” y “La santa locura de los argentinos” (son apenas algunos títulos de una producción vasta) disertará el martes, a las 20.30, en la jornada inaugural del Ciclo 2008 de conferencias de LA GACETA, que auspicia el Banco Santiago del Estero. En una entrevista vía e -mail con nuestro diario, antes de su llegada a Tucumán, Posse anticipó algunas reflexiones acerca de la “Literatura en tiempos de decadencia”, que es el tema del que hablará el martes con el doctor Carlos Páez de la Torre (h).
- ¿Qué le ha dado a usted la literatura?
– Mucho, casi una vida nueva, intensa, paralela, inesperada desde la adolescencia. Tanto, que hasta me hice escritor desde la primera adolescencia. No puedo imaginarme ya en una vida sin libros. Sin el diálogo con “los grandes señores de la antigüedad” como escribió Maquiavelo.
- ¿ Qué cosas lo inspiran a usted para escribir?
- Quisiera poner en novela todas las curiosidades de la historia, de la existencia, de los misterios. El tema que “entra en novela” es lo mínimo. El escritor es su lenguaje. Hoy hay una literatura de temas. El prosaísmo narrativo manda. Los buenos novelistas o prosistas (Borges, Lezama Lima, Rulfo, Faulkner, Nabokov) mueren apretados en la puerta de la poesía. Sobre la palabra “inspirar” tengo reservas. Pero hay una “idea del libro”, de la intensidad, del lenguaje. No sé…
– Usted muestra interés por América como destino, ya desde el momento de la Conquista, en títulos como “Los Perros del Paraíso” o “Daimón” . ¿Cuál es la visión histórica y la perspectiva filosófica que usted sostiene a través de esos relatos?
– El tema de la Conquista en los títulos que usted nombra, y a los que cabe agregar “El largo atardecer del caminante” y el futuro- posible- “Los heraldos negros”, ofrecen juego para mi lenguaje, mis ironías, mi sentido trágico. Para ver nuestra América en el nacimiento de su envejecida adolescencia. Pude, con esos temas desplegar mi lenguaje, mi voz recóndita. Un escritor nace no cuando encuentra el tema sino cuando ubica su propia voz para narrarlo.
– Usted viene señalando una decadencia de la cultura argentina. ¿Es parte de una crisis global?
– Existe una abominable caída cultural occidental. Splengler, que la describió en 1920, sigue siendo un autor actual. La caída argentina tiene además un ingrediente de resentimiento y de provincianismo. Hay que enfrentarla con el arte difícil de crear vida -y creación- pese a la decadencia. Hay que leer Satyricon cada año. La podredumbre, para los grandes cocineros que llevó María de Médicis a Francia, es una posibilidad para sublimizar el sabor de las salsas.
-¿ Qué le parece que cada vez se vendan – editen – más libros de autoayuda, ensayos y autobiografías?
– Es lógico. Esos libros son muletas a 30 o 40 pesos. Ayudan a abrir la mente. Es un primer paso de quiosco. Al final del camino puede estar Ángelus Silesius o Juan de la Cruz o el mismo Dante. Occidente sepultó el misterio debajo de batidoras y lavarropas. La literatura verdadera va a las catacumbas; como la poesía, que no vende porque no se vende.
-¿ Qué libros le recomendaría a alguien que nunca ha leído ¿ Qué libros se llevaría a una isla?
– Si tuviese que pasar a esa isla infernal con un solo libro, pasaría con la Biblia y como soy argentino, le pegaría los 81 poemitas siderales del Tao-Te-King.
– ¿Qué le sugiere una Feria del Libro en la que cada vez hay más gastronomía y marketing y menos literatura?
– La Feria del Libro no es lo peor que nos puede pasar. No hay que dramatizar y ser apocalíptico. Hay que celebrar que por fin empecemos a estar aliviados en el umbral del Apocalipsis. Por fin un poco de espectáculo estelar en este mundo occidental copado por mercaderes filosofales.
– ¿Qué opina de quienes hablan de la muerte de la novela, en consonancia con la muerte de los grandes relatos?
– Hay una novela fatigada, abusada por sus posibilidades. El elemento comercial se adueñó del género más popular de la literatura, a medida que el más genuino, la poesía, era expulsado del “mercado”. La novela se transformó por una parte en un género de consumo (antesala del cine o repetición del cine). El bestsellerismo fue ocupando los espacios y deformando a autores válidos. La gran novela del siglo XIX y XX con culminaciones como las de Joyce, Proust, Kafka, Hermann Broch, Faulkner, Nabokov, y la gran revolución de creación del lenguaje y libertad cervantina de la novelística latinoamericana; parece un momento superado. Estaríamos en una árida meseta en Estados Unidos y en Europa. Alguien dijo que si hay crisis de la novela es porque hay crisis de vitalidad y de fantasía. Darío afirmó aquello de “podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía”. Los escritores jóvenes y publicitados hoy en la Argentina por la industria editorial son prueba también de caída, salvo pocas excepciones. Se confunde el lenguaje con fabricación. Hay más carrerismo literario que esa pasión auténtica que nace de arte y de la búsqueda de lo profundo. Hay en esos jóvenes más brillo que gravedad, como diferenciaba Gide. Cortázar trajo un espíritu frívolo, juguetón, que hizo estragos. Ahora creen que Bolaños es importante. La gran literatura corre por otras cuerdas. Después de Borges, los escritores argentinos estamos comprometidos a intentar la máxima posibilidad de lenguaje, la originalidad necesaria, de la búsqueda, las perplejidades. Filosóficamente los autores argentinos carecen de las aperturas que tuvieron en su tiempo Borges, Lugones y el mismo Sábato con su difusión del humanismo de Camus. Los veo más afiliados que rebeldes. El brazo literario de la nada argentina.
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