Primera Plana – No.491 – Buenos Aires – 27/06/72 (paa 099)
Para la treintena de escritores invitados, la sorpresa empezaba por el temario. No se hundía en los famosos vericuetos generalizantes que cubren de tedio e inoperancia los congresos de intelectuales. Es que, auspiciado por las seis provincias del Noroeste ‑Catamarca, Jujuy, La Rioja, Salta, Santiago del Estero y Tucumán‑, expresaba una clara preocupación nacionalista y liberadora.
La organización estuvo a cargo del NOA: Comisión Coordinadora Permanente para la Acción Cultural en el Noroeste.
Uno de los resultados tangibles fue la Primera Reunión llevada a cabo del 18 al 18 de junio en Termas de Río Hondo.
El desenlace de la reunión hubiera sido imposible de imaginar apenas dos o tres años atrás. Según observaron los jóvenes salteños y veteranos como el sanjuanino Tejada, como Cassey (presidente de la Federación de Escritores de la Provincia de Buenos Aires) o Luna Dávila y Muñoz Azpiri de Capital Federal, constituye un claro síntoma de que los artistas de la pluma se van nacionalizando, radicalizándose y adquiriendo conciencia de su condición popular en un proceso casi vertiginoso. De ello dieron testimonio las agitadas discusiones de las dos jornadas iniciales en las que las actitudes teñidas de liberalismo y de concomitancia oficialista quedaron en una tan definida inferioridad numérica que la proposición final ‑la más nítidamente revolucionaria‑ fue aprobada por unanimidad.
El temario abarcó cuatro ítems. Esther de Izaguirre fue relatora del primero: «Definición del aporte de la Provincia a la cultura nacional; cultura de mayoría y de minoría, de centro y de periferia”. Enrique Pavón Pereyra dirigió el debate sobre los «Mecanismos de distorsión del proceso cultural argentino en el tiempo histórico, aspecto geográfico y formación mental». Eduardo Calamaro orientó el intercambio de ideas acerca de la «Política regional, cultura como pasado y como futuro; mecanismos de movilización cultural; lo argentino como futuro». Por último Juan Carlos Martelli fue relator del tópico «Cultura como instrumento de liberación nacional».
Exceptuando a los señores Nella Castro y Pérez de Sata (pidieron que constara en actas su desacuerdo con la palabra nacionalización), las conclusiones de esta comisión cuarta cosecharon el voto unánime de los presentes. He aquí su texto:
Es significativo que, a cien años de la aparición del Martín Fierro, los escritores argentinos, reunidos en este encuentro, hayan coincidido en poner unánimemente al mismo bajo la advocación de José Hernández. Esta decisión no es casual, ya que nuestro país se enfrenta a similares problemas irresueltos y a idénticos enemigos. El testimonio que dio Hernández a través de su lucha, al lado del federalismo, es un claro ejemplo de compromiso con la Nación y su Pueblo. Mal podríamos pensar en hacer de la cultura un elemento de liberación nacional si no reconociéramos toda una línea histórica que protagonizó el Pueblo Argentino intentando zafarse de la dominación. Es preciso reconocer que no siempre los intelectuales hemos acompañado al Pueblo en esa lucha. Hernández establece el puente necesario entre el pasado y las nuevas tareas que debemos enfrentar, que ya no pueden, de ningún modo, ser soslayadas ni negadas. Los escritores debemos tener conciencia de que, precisamente, por este divorcio con las causas populares hemos perdido el rumbo, incapaces de asociar la cultura a la lucha por hacer un país liberado. Seria ingenuo suponer que los escritores formamos un partido aparte de esa columna popular en marcha. Debemos autocriticarnos y sumarnos humildemente, como trabajadores intelectuales que somos, entregando lo mejor de nuestra capacidad individual, para enriquecer el ser colectivo. De otra forma, seguiríamos marchando, como ya lo hemos hecho, a contrapelo de la historia; seguiríamos siendo una clerecía aislada y enfrentada al País. No podemos pretender que nuestra voz se escuche cuando como escritores no asumimos oportunamente el compromiso ineludible de dar testimonio de nuestra realidad y de expresarla para comenzar a subvertir la dependencia.
Esta hora impone un deber, una obligación; restituir la vigencia del escritor para ponerlo al servicio de la liberación nacional y social de nuestro Pueblo. El camino es claro y no caben sinuosos senderos para abordarlo. Ha pasado ya el momento en que los intelectuales formábamos parte de una disciplinada legión de idealizadores de un sistema profundamente alérgico a la verdadera cultura, negador de la dignidad del Hombre, distorsionador de nuestra Nación. No hará falta volver la vista a los países europeos para encontrar el «compromiso». En nuestro país los poetas fueron guerreros y los guerreros poetas, que se mezclaron en la montonera para luchar contra la oligarquía que había impuesto al país una ideología oficial. Una superestructura cultural contra la cual cabe aún librar batallas decisivas. En función de esta idea declaramos que:
1) La Argentina es un país semicolonial económica y culturalmente sometido. A esta situación se llega a través de un largo proceso en el cual los imperialismos financieros asociados con las oligarquías nativas crean una estructura cultural que justifica su sistema de dominación. La misma, además, asume las formas de colonización pedagógica, de falsificación de la historia nacional, de profunda distorsión del sistema educativo y de marginación de los intelectuales ‑a quienes se idealiza si sirven al sistema o se los condena al silencio si lo combaten‑.
2) Dentro de este panorama no basta señalar una disyuntiva meramente geográfica: puerto, interior. No se trata sólo de esto, ya que la estructura responde a una organización de dominio que no reconoce límites regionales. A la oligarquía bonaerense se le sumaron las del interior. Esa misma oligarquía liberal comenzó a exaltar los valores importados por su clase. Había que desconocer a un tiempo al país inmigratorio y a la plebe criolla. La oposición de los «dos países» es insuficiente para arrojar luz sobre nuestro drama. Son sectores sociales dependientes del imperialismo los que apoyan y defienden la persistencia del sistema.
3) Esa estructura se caracteriza, además, por el alejamiento del pueblo, que no puede conducir los instrumentos de expresión de la cultura, forzado, en cambio, a sufrir pasivamente la penetración que le llega mediante la prensa, redes de radiodifusión, canales de televisión, etcétera, parte de un mecanismo aniquilador. El. sistema educativo ha sido transmisor de cultura enciclopédica y fábrica de profesionales aptos para la conformación de un país dependiente. La clase media accede a la cultura a partir de la Reforma Universitaria de 1918, como un privilegio otorgado por esa Argentina oligárquica que ya no puede cumplir más milagros con las vacas y el trigo. El advenimiento de movimientos populares no contó en su momento, por ello mismo, con la adhesión de los intelectuales. Intelectuales que desdeñaron reconocer su propio entrampamiento dentro de un sistema que complacía a núcleos privilegiados.
4) Esa minoría intelectual ha sido sacudida por oleadas de rebeldía popular. Mal podríamos permanecer en silencio frente a ello. No puede haber cultura floreciente en un país sometido. Se trata entonces de salir de la sumisión y no de sustituir el elitismo de las oligarquías por el elitismo de un vanguardismo plagado de artificios verbales y pobre en testimonios. Los escritores no debemos poner en circulación sólo ideas sino también testimonios. Y no sólo testimonios sino acción, actividad constante con el Pueblo en su lucha por la Liberación Nacional.
Y proponemos:
- a) Nacionalizar las redes de radiodifusión y televisión y entregar su administración a los trabajadores y artistas. La planificación de los programas debe estar a cargo de: escritores, artistas, universidades y representantes del Pueblo liberado.
- b) Crear centros editoriales a cargo de escritores, en donde la selección no responda a criterios comerciales, sino a valores reales.
- c) Plan de publicaciones populares y formación de grandes circuitos de distribución.
- d) Nacionalizar la prensa para que, en ningún caso, esté al servicio de empresas comerciales y sí al servicio de la Nación misma y del Pueblo. Entregar el manejo de la prensa a los periodistas, abriendo los órganos de presión a todos los sectores, ya que la «libertad de prensa» actualmente no es más que la libertad de las grandes empresas, que utilizan desde el elitismo hasta el populismo para mantener el sistema.
- e) Corregir los desatinos y la improvisación de la reciente ley de jubilación del escritor. Sancionar una ley del libro que contemple básicamente los intereses del trabajador intelectual para extraer a los escritores de la voracidad de las grandes empresas editoras.
- f) Otorgar la administración de teatros y lugares en donde se realizan actividades culturales a los artistas y creadores. Fomentar toda actividad intelectual realizada por el pueblo que no apunte a su envilecimiento y promover la tarea de quienes consideran a la cultura como una práctica que debe ejercitarse de abajo a arriba.
- g) Colocar la enseñanza al servicio de la Liberación Nacional, eliminando el enciclopedismo deformante en todos los niveles de la educación. Dotar a los programas de un claro contenido nacional corrigiendo las perversiones intencionadas de los textos. Eliminar toda protección y subvención a cualquier tipo de enseñanza privada y fortalecer, por el contrario, la escuela pública y las Instituciones de Enseñanza al servicio del Pueblo. Permitir la vigencia de las cátedras paralelas, asegurando la difusión ‑sin discriminaciones‑ de todas las corrientes de pensamiento. La Universidad Argentina, sacudida por la absurda ley del gobierno de Ongania, debe recuperar su autonomía para ser centro creador, investigador y difusor de la cultura nacional.
- h) Señalar que sin la emancipación social y económica el Pueblo Argentino no podrá acceder a la cultura. Miles y miles de niños que deben trabajar en las zafras y cosechas de los ingenios del norte, en condiciones ignominiosas, abandonan las aulas antes de completar el ciclo básico, hecho que se repite a lo largo y ancho del País. La lucha por una cultura nacional está, así, inseparablemente ligada a la lucha del pueblo marginado de los beneficios que merece por su esfuerzo.
- i) Afirmar, terminantemente, que no habrá inteligencia nacional si previamente no se pone fin a la vergonzosa discriminación ideológica, institucionalizada por una legislación represiva. Si no se acaba con la quema de libros y la censura oscurantista; con la amenaza, intimidación y degradación policial y carcelaria para los que denuncian el sistema.