Sara Cuellar, Contacto (México), 01/11/1998
La historia que Abel Posse propone nace de un viaje que realizó a Praga, donde estuvo en contacto con quienes estuvieron cerca del «Che» por diferentes motivos, y donde también, aunque no está confirmado, el guerrillero escribió una especie de diario o cuaderno de experiencias.
Así, Los Cuadernos de Praga recrean una parte íntima de Guevara, sus sueños, odios, sufrimiento, y utopías. En este «Che» interior que nos descubre Posse, radica la fuerza de Ia novela. Deja ver incluso las debilidades del «Che» y las pericias a las que tuvo que recurrir para salvar su vida y continuar, desde el exilio, su lucha.
Diplomático por destino y autor por vocación, Abel Posse es embajador de Argentina en Perú, desde donde responde a esta entrevista. Aquí, el Premio Rómulo Gallegos 1987 expresa su pasión por la novela y su inclinación hacia el pensamiento y vida de Ernesto «Che» Guevara.
Hablar del «Che» Guevara se ha convertido en tema obligado para historiadores y biógrafos, ¿usted por qué decide, en una novela hablar del Che?
Es evidente que las biografías han abarcado admirablemente la peripecia exterior e histórica de Guevara No obstante, quedan su laberinto interior, sus secretos, sus debilidades, sus sentimientos. La novela es un viaje a la intimidad que siempre queda por debajo de nuestro «yo público» o exterior. Creo que Guevara es uno de los cuatro o cinco personajes trágicos de este siglo fascinante y criminal que ya termina.
De conversar de igual a igual con el “Che» de qué cree usted que hablarían, de literatura, de socialismo, de comida, de Praga, de qué?
Lo que más me hubiese gustado conversar con Guevara es acerca de su visión intransigente acerca de la necesidad de crear un «hombre nuevo», incluso por medio del socialismo, y al precio de una guerra mundial decisiva. Era un desesperado ante la caída del socialismo cuya imposición de 1989 prácticamente vaticinó; y estaba convencido de que las vías de «despegue y desarrollo» con las que se ilusionaban los dirigentes demócratas latinoamericanos de su época, no conducían más que al atroz mercantilismo amoral que hoy se impone mundialmente.
¿Le preocupa el futuro de la literatura?
No creo que el libro sea vencido. Los medios electrónicos tienen un contenido esencial, la escritura. La imagen puede afectar en el relato literario la tendencia descriptiva, la narración tradicional. Pero no puede inferir la esencia de lo poético. La aristocracia de los lectores seguirá reclamando el plaisir de lire, y más todavía ante el sonido, la furia y la estupidez de los medios de comunicación. La historia de la literatura es una historia de refinamiento y de exclusividad.
Si le obligaran a quedarse con un solo libro o autor. ¿con cuál se quedaría?
El Tao-Te-King, de Lao Tse, por ser un extraordinario breviario de sabiduría. Pero soy occidental, y de este siglo agonizante y violento, necesitaría a Nietzsche porque es el único pensamiento abierto para nuestra época en ruinas de valores.
¿Se ha arrepentido alguna vez de comprar, y más, de leer, algún libro específico?
Si. Agosto 1914, de Soljenitzin y Los Buddenbrocks, de Thomas Mann, dos latas insoportables. A los famosos de nuestra literatura latinoamericana prefiero no nombrarlos.
Para un diplomático ¿es peligroso escribir?
Yo tuve increíbles problemas. Me salvé por mi ambigüedad funcional. Tuve que ser un estratega para mantener indemne mi objetivo literario. Todo escritor que quiera ser realmente independiente vivirá presionado por los imbéciles de izquierda y de derecha: Las etiquetas políticas prevalecen, aunque se hable del fin de las ideologías.