Letras de Buenos Aires, año 1, n°1, pp.127-129, 11/1980
Crisis de la novela. Crisis de muerte y de renacimiento :
- Por un lado el apogeo de los best-sellers, la novela eminentemente de consumo, heredera en bastardía literaria del folletín finisecular. El autor (o el comandante del grupo de escribientes pagados por la editorial) se encargará de tachar en la última revisión del original todas aquellas frases o situaciones donde pueda emerger un resto de lo literario (alguna metáfora buena se salvará por error). Esta novela, que va de las ruedas a los aeropuertos, del atentado político a Tiffany’s y a la intimidad de los reyes del petróleo, prescinde de la imaginación del lector –aquella respetable otra mitad creadora que completaba el texto del poema o del relato para formar una unidad estética viviente- y usa, en cambio, las imágenes que el lector tiene acumuladas de sus series televisivas y de las espectaculares películas en 70 mm.
El relato será más bien un hilo conductor, un esquema argumental con mucho suspenso. El género de la novela queda degradado a un mecanismo para montar nuevos audiovisuales privados. El lector como persona o como personalidad ya no interesa. Basta que sea alguien capaz de recomponer una película de gran espectáculo a partir de un argumento básico.
- Ante la realidad de esta novela antiliteraria (que justamente perderá toda su fuerza comercial si arriesga lo literario), la novela como género profundo, humano por esencia (lugar de encuentro y de opinión libre, mecanismo de indagación y conocimiento, posibilidad poética) queda aislada, casi despreciada por el aparato eficientista y comercial. Todo lo que signifique dar, crear, esforzarse, es mal negocio. Ante este hecho, el lector verdadero y el creador se deberán citar en las catacumbas de la decadente Roma de papel de nuestro tiempo. En esa reunión cesa la decadencia que nos proponen con entusiasmo. En esa minoría se mantiene y renace la magia creadora, el acercamiento a lo profundo, el asombro estético, el develamiento imposible y siempre intentado del Ser.
La crisis será positiva. La novela verdadera ganará con el incendio, se depurará. Volverá a su centro literario tanto como el poema verdadero retorna a su esencia después del auge de los himnos eclesiásticos o la frívola versificación de los payadores.
La novela perderá aquel elemento decimonónico de narratividad pesada y descriptiva y deberá renunciar definitivamente a la atracción fácil de la trama folletinesca. Desaparecen los que se quedaron entre dos fuegos, esto es aquellos narradores que se afirman en la trama y en lo descriptivo con timidez y que no pueden superar a los descarados autores de los best-sellers internacionales que operan con un excelente aparato informativo. El folletín, ese hijo bastardo, rico y famoso, que fue el sostén económico de la familia de la novela y que permitió su popularización, deberá ser sustituido por otro mecanismo de atracción legítimo. Este es el desafío de los novelistas de nuestro tiempo.