Gestión, 22/01/1999
Hace algunos días, el embajador de la República Argentina Abel Parentini Posse llegó a Lima después de haber realizado un periplo por varios países de América y de Europa, presentando su última novela «Los Cuadernos de Praga». Abel Posse, ha escrito una obra que indaga en un episodio poco conocido de la vida de Ernesto «Che» Guevara: su estadía secreta en Praga, después de su incursión en el Congo y antes de su última batalla en Bolivia. Posse nos presenta un Che disfrazado de burgués comerciante, con lentes, 25 kilos menos y vestido de gris, que pasa su tiempo reflexionando y planeando una alucinante red conspirativa para realizar un intento definitorio de liberación.
Este libro es un homenaje a un ser que se atrevió a tentar lo imposible. Un reconocimiento que está más allá de ideologías y políticas.
A través de una prosa fluida y sutil, Posse introduce al lector en un juego de hechos y ficciones, cuyo único fin es recomponer esos misteriosos cuadernos.
«Creo que nunca hubiera escrito sobre mi compatriota Guevara. Pero ocurrió que estuve en Praga desde el ascenso de Havel, como testigo del desmoronamiento del imperio soviético. Estas cosas suelen empezar de casualidad. Llegué a Praga, la mágica, en 1990 y recién en 1992 oí algo sobre Guevara y su estadía en ella. Etapa decisiva para él, en el momento más importante en su vida de transfiguraciones. Esa estadía era mantenida en secreto. Sólo se sabía, se decía, que después de las batallas frustradas en el Congo, y antes de su salto a Bolivia, «se había refugiado en un país del Este» dice Abel Posse en el prólogo del libro.
Gestión conversó con el diplomático argentino.
¿Cómo nació la idea de escribir Los Cuadernos de Praga?
Siempre he sido un novelista histórico con un estilo de novela completamente distinto, más relacionado con el pasado de América que con su cercanía histórica. Pero el Che, así como Eva (de quien ya había escrito), era otro personaje argentino al que tenía la posibilidad de acercarme a su intimidad por ese episodio de connacionalidad que hace que uno conozca sus
gestos, su colegio de infancia, su barrio, ciertos valores y disvalores que pertenecen a una misma generación. Esto me llevó a la idea de que, el Che como una figura mitologizada, todavía esperaba la humanización. La tarea del novelista es el viaje a la intimidad del personaje. Yo traté de ir a la intimidad de Guevara a buscar su muerte, su desesperación, su erotismo, sus sentimientos de duda y derrota, incluso en la alta política.
¿Haber sido destacado embajador de la Argentina
en Checoslovaquia fue el detonante para empezar a escribir el libro?
Eso aceleró una idea que era muy vaga. El interés por el tema surgió en un viaje a Cuba cuando recibí el premio Rómulo Gallegos, en esa visita conocí a compañeros de Guevara que lucharon junto a él. Luego, al llegar a Praga en 1990 me di cuenta de que su estadía en ese país, secreta y anónima, había sido decisiva. Fueron los siguientes seis meses que siguieron a su derrota en el Congo había llegado del país africano deshecho, con 25 kilos menos durante esos meses el Che trata de dar el último paso, con el último aliento, para crear esa especie de gran movimiento mundial o super Vietnam Continental. Que, según él, iba a decidir al mundo socialista a enfrentarse con el capitalismo, en una especie de armagedón o batalla final. En Praga conocí gente que sabía del tema y que ya estaba separada del poder debido al cambio de gobierno. Me contaron muchas cosas y me pareció sorprendente ese Che que día a día se disfrazaba de burgués.
¿Es cierto que el Che vivía en el anonimato como un comerciante común de maderas que llegó de El Cairo?
Sí, todo lo que aparece en el libro es totalmente cierto. Lo que no es absolutamente verosímil es la letra de los cuadernos, estos fueron reconstruidos en base a declaraciones, vivencias y cartas de Guevara. Sin embargo, nadie niega su existencia. Todos los historiadores, las cuatro grandes biografías que se escribieron en los siguientes años y los políticos saben que él escribió mucho en Praga. Aunque los escritos nunca aparecieron. Se dice que probablemente estén en poder de la familia o que todavía sean un secreto de estado. Ese Guevara disfrazado de burgués, que empieza a visitar el socialismo real, de la mano de un personaje imaginario que él mismo construía todas las mañanas, me pareció muy novelesco.
¿La investigación que emprendió para reconstruir los cuadernos de Guevara durante su estadía en Praga fue una tarea sencilla?
No, pero estuve cinco años en Praga. Un amigo diplomático entrevistó ‑para un libro que todavía no publica‑ a todas las personas que habían tenido poder en Europa del Este, durante la etapa del socialismo, con el fin de indagar por qué se había desmoronado tan silenciosamente el imperio Soviético. El me sirvió mucho porque ubicó a grandes personajes del poder que sabían de la presencia secreta del Che en Praga. Fue una estrategia diplomática para tratar de obtener datos para una ficción.
¿Cómo logra dar una imagen tan íntima del Che a pasar de no haberlo conocido?
Conocí a sus amigos de Europa y Argentina. Guevara está muy cerca de mi edad, de manera que conocía su medio. Escribí una novela más que personal, coral. Me refiero a que hay un coro de personajes que vivieron con él la etapa de la revolución cubana, de la guerra, de Bolivia o la etapa argentina. Son ellos los que opinan y me dan continuas versiones, yo me limité al trabajo fundamental del novelista, que es administrar las masas de información.
Su libro presenta a un «Che» muy humano con dudas, errores y aciertos…
Sin duda, es un viaje al Che un poco desmitificado. A un Che que no es tan simpático, como ha sido idealizado. Es un personaje visto desde una visión libre. En general, los novelistas somos escépticos y no creemos que hay una perfección de la condición humana que lleve aun hombre ala santidad y a otro a la condenación; vemos que el santo y el demonio conviven. En el Che lo hicieron. Tuvo el demonio de la ambición sagrada y demencial de embestir contra el sistema mundial a través de una batalla final, que creyó factible y luchó por ello. Lo que sucedió en Bolivia fue un episodio catalizador, un elemento que iba a crear una reacción final, pero fracasó tanto en este intento como en el Congo. En ambos casos prevaleció en él cierta insolencia porteña que le hizo olvidar que hay una América profunda que tiene otro sentido del hombre.
¿Qué opina de las biografías que se escribieron de Ernesto Guevara?
Son muy completas y me ayudaron mucho en mi trabajo. En la mayoría de los casos conocí a los autores, y recuerdo en particular la biografía que escribió Lee Anderson. Pero, nos dan un Che externo sin hálito de ida. El Che de la biografía está más cerca del mito, del bronce y de la gloria, que de la intimidad de su duda, de sus amores secretos o de sus errores políticos. Yo traté de hacer un Che donde el novelista, sin imaginar, ateniéndose al dato histórico y coincidiendo con la biografía, haga el trabajo de ir a su intimidad, a la entre línea de sus decisiones.
¿Cree usted que el Che Guevara siempre tuvo la certeza de que podía lograr sus objetivos?
Sí, en la novela narro ese episodio quijotesco, casi demencial, cuando Guevara cree que la historia gira sobre lo que él logre o no. A pesar de tener un apoyo mínimo de Castro trata de crear el Foco Continental para cambiar el signo del socialismo agonizante en uno combatiente. El Che fue un visionario. No fue un ingenuo sino un apasionado que quiso jugar una carta histórica hasta las últimas consecuencias.