Roxana Thomas, Uno más Uno, 10/04/1993
Profundamente comprometido con la situación política y social de Latinoamérica, Abel Posse (1939) combina la escritura con su labor diplomática (actualmente ocupa la embajada de Argentina en la ciudad de Praga). Es autor de los libros La boca del tigre, Los bogavantes, ganador del Premio Planeta de España y prohibido por la censura franquista; Daimón, inspirado en la figura de Lope de Aguirre; Los perros del paraíso, galardonado con los premios Internacionales Diana y Rómulo Gallegos; Los demonios ocultos, El viajero de Agartha, La reina del Plata, y, recientemente, El largo atardecer del caminante que narra los últimos días de Cabeza de Vaca.
Abel Posse fue dado a conocer en México por Humberto Batis, quien comentó por primera vez un libro suyo. La narrativa de Posse está íntimamente ligada a la historia de América Latina y es definida por su autor como «metahistoria”.
En febrero del presente año participó como invitado especial en el Foro Joven, organizado por el CEULAJ (Centro Eurolatinoamericano de Juventud) en su sede europea de Mollina (Málaga) y el Ministerio de Asuntos Sociales de España. Fue durante este congreso que se realizó la entrevista, donde habla sobre el oficio de escribir, de su carrera diplomática, recordando en especial su residencia en el Palazzo Mangili-Valmarana de Venecia; del desarrollo que ha tenido a través de sus distintas novelas, del peligro del éxito y de su fe en la lengua castellana y los escritores de América Latina.
- EL SIGLO DE LAS LUCES
Formamos parte de un solo continente verbal, de una sola literatura. Aunque es cierto que algunos escritores se creen separados de esta universalidad, divididos en provincias. Esta universalidad es la lengua española que inicia con Cervantes. A partir de 1920 hemos vivido un Siglo de Oro, un siglo de extraordinaria creatividad. La verdadera revolución de la novela moderna se ha hecho en América Latina. Cuando pensamos que experiencias mayores, como la de joyce, quedaron encerradas en un ámbito cultural, y no tuvieron consecuencias fertilizadoras en otras literaturas, valoramos las aportaciones de nuestros escritores.
Por otra parte nos damos cuenta en qué medida la literatura iberoamericana ha sabido desprenderse de la tradición de la novela francesa. Nosotros somos privilegiados porque habitamos un idioma vivo, con una cosmovisión individual que nos identifica en la forma de sentir la vida. Vivimos un idioma que conlleva valores que no son tan sólo simples medios de comunicación internacional, ni un sistema de signos. Es mucho más. Somos también privilegiados como escritores por tener que escribir en una lengua que es la más leída. He conocido escritores en Checoslovaquia o Hungría que viven como en una pequeña isla y donde no cuentan con este privilegio del idioma.
- MI BUENOS AIRES QUERIDO
Nací en una ciudad del interior de Argentina. Por un lado tengo la parte criolla de la provincia de Tucumán y de Córdoba. Por otro mi infancia transcurrida en Buenos Aires. Mi padre que era porteño, por razones de trabajo llevó a la familia a Buenos Aires. Me crié en la mitología de esta ciudad en un barrio con empedrados y árboles. Fue ahí donde escribí mi primer libro para vendérselo a mi abuela. Esto le ha sucedido a muchos escritores. En esa época las panaderías envolvían el pan en pliegos de papel. Yo juntaba esta envoltura y con hilo y una aguja la cosía por la mitad, la doblaba y ya tenía una especie de libro en blanco. Entonces empezaba la siguiente etapa: ponía el título del libro, ponía mi nombre; ponía un dibujo en la tapa y empezaba a escribir el texto acompañado con ilustraciones mías. Esto se lo vendía a mi abuela, y a veces llegó a pagarme un peso que en ese tiempo era una cantidad bárbara, porque una pelota de goma costaba 20 centavos. De ahí, creo que me hice un escritor comercial (risas), o mejor dicho fue el mejor momento de mi vida como escritor comercial.
En esos años de Buenos Aires, la presencia de mi padre fue de mucha ayuda. Mi padre se dedicaba al cine, a la cinematografía. Fue uno de los fundadores de una empresa pionera en la Argentina llamada Artistas Argentinos Asociados. Este grupo realizó las primeras empresas de un cine con tentativas de arte. Filmaron películas como La guerra gaucha; filmaron a Miguel de Unamuno haciendo una locura de la época que se llamó Todo un hombre. Mi padre en el fondo era un artista. Siempre elogiaba más a los poetas y a los escritores que a los políticos y a los comerciantes. Una vez me dijo que uno en la vida tenía que ser o águila o buey. Pero esta elección debía ser muy clara. Por supuesto que para él las águilas eran los poetas.
Pasé mi adolescencia asistiendo a un colegio lleno de impulsos e iniciativas. Se llamaba Colegio Nacional de Buenos Aires. Los maestros que enseñaban eran duros, grandes señores, especialistas. Estudiábamos latín, filosofía, literatura. Pero al mismo tiempo, en esos años extraordinarios de Buenos Aires, cada café era una universidad. Había una pasión por todo. Existían editoriales importantísimas como Claridad que editaba todo lo que se podía imaginar sobre el mundo comunista. Yo empecé mi carrera literaria muy de cerca a las figuras de la izquierda argentina. Muchos de estos personajes tuvieron un final desdichado como fue el de Roberto Arlt.
Ese Buenos Aires nos acercaba a la presencia de un hacer cultural de altura mundial. Aquel Buenos Aires era múltiple, convivían la derecha y la izquierda. Se editaba mucho. Por un lado el exilio español hizo una obra increíble con hombres como Losada o López Uausá. El primero fundó la editorial del mismo nombre, el otro fue el alma de Sudamérica que se hizo con capitales argentinos de origen oligárquico-ganadero. Se publicaba toda la literatura de América. Ahí apareció desde El señor presidente de Asturias, toda la obra de Jorge Amado, los libros de Neruda y de Alberti. A este poeta español lo conocíamos porque vivía en Buenos Aires. También era común encontrarse en las calles próximas del diario La razón a Gómez de la Serna, ese gran estilista, creador de un lenguaje estupendo.
- EL OFICIO DEL ESCRITOR
El escritor es siempre un ser dividido. Como he dicho en otras ocasiones el escritor es más bien un gato. Evidentemente por razones utilitarias muchas veces se prefiere perro, vinculado a la casa de una forma diurna y eficaz. El gato por el contrario es esquivo, tiene afectividad cuando quiere, necesita una puerta abierta, tiene que tener noche y techos. Por eso el escritor es más bien un gato. Yo era gato desde muy chico, muy gato. Ambiguo totalmente porque era un muchacho modelo y al mismo tiempo tenía un demonismo conspirado.
Decidí ser escritor porque creía que era una buena forma de vivir. No en el sentido económico sino en la forma de percepción. Los escritores formamos parte de una aristocracia en el buen sentido de la palabra: un grupo de gente que tiene la fortuna de vivir con mayor intensidad sus propias pasiones, de observar mejor el mundo, de preparar un mecanismo de interpretación verbal para capturar la vida. Por supuesto que también la literatura nos lleva a la conciencia del dolor, pero hasta eso es valioso.
En todo escritor tiene que prevalecer el artista más allá de las ideologías, más allá de la formación culterana. El verdadero artista esquiva todo y llega a la obra de arte. Es un itinerario muy difícil. Es como el itinerario del espermatozoide. Dicen que hay como 300 mil en una eyaculación para que sea uno el elegido, el Mao Tse Tung que va a llegar a la culminación. En el arte es lo mismo. Es una apuesta, pero una apuesta donde todos los que la hagan tienen ya el premio de vivir con una intensidad mayor.
Yo sostengo que el único aprendizaje de un escritor, la única batalla estética es caer en su propia voz. Salvo casos notables como Rimbaud o de escritores que tuvieron la suerte de estar instalados en su voz desde un comienzo, tal es el caso de Jorge Amado, la mayoría escribimos fuera de nuestra voz. Pongo el ejemplo de los cantantes de ópera que no tienen el privilegio de contar con un maestro italiano que les diga: «Apenas corra la voz a otra cuerda y usted es Pavarotti». Esto le sucede a muchos cantantes que no pudieron encontrar su voz y se quedan en cantantes de segunda toda su vida. La voz es la revelación del estilo. Es cuando sentimos una exaltación, una apertura y nos damos cuenta que lo que escribimos corresponde a una parte de lo mejor de nosotros. En algunos se da un juego ideológico o un juego de figuras magníficamente escritas corno es el caso de Borges, en otros es una inmersión en la soledad del hombre como en la obra de Ana María Matute.
Por otra parte, un escritor tiene un parentesco o una afinidad con sus maestros. Esto lo veo bien pero conlleva riesgos. Si uno no es parricida con sus maestros, nos puede ir mal. Las primeras admiraciones hay que usarlas para tener el primer impulso de escribir. Todo nacimiento implica el dolor de quien nos pare.
4.LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DIAS
La pasión y el conocimiento de las ciudades están unidos a la pasión y al conocimiento de los libros. A los 23 años me recibí de abogado y partí a Europa. Tenía un enorme interés por la cultura. Viví en París, en Italia, en Alemania y en Sevilla. Tuve la suerte de comprarme una moto vieja que se paraba cada 10 kilómetros y recorrer toda Alemania.
Después ingresé al servicio exterior. Desde hace 30 años soy diplomático. Este trabajo me ayudó a mantenerme alejado del medio cultural argentino que no me iba bien. En el fondo soy un hombre solitario que vive en un mundo de libros. También me posibilitó viajar y residir en Rusia. Cuando pedí ir a Moscú ,el jefe de personal me preguntó si estaba loco. Nadie quería ir allá porque se vivía mal para el estándar de los diplomáticos y la vida occidental.
Valoro mucho la vida y el lujo. Me gusta la sensualidad del lenguaje y la sensualidad de la vida. He tenido la suerte de vivir en las ciudades más hermosas y en gran parte se lo debo a la cancillería que siempre me ha creído un extraño personaje. Por ejemplo me concedieron ser cónsul en Venecia que fue como ser príncipe en Venecia. Este consulado nadie lo quería por considerarlo venido a menos y húmedo.
Por otra parte conocer y vivir en Perú para mi fue revelador. En este país reencuentro la fuerza del indigenismo, me intereso por las religiones primitivas, viajo por la sierra. Tuve la suerte de conocer a José María Arguedas, el hombre más profundo de la literatura del Perú. El conocimiento de esta tierra me abrió un mundo distinto que exigía de mí un lenguaje nuevo respecto a mis dos primeros libros. Yo tenía parámetros de la novela francesa, parámetros racionalistas, conceptuales e ideológicos que no funcionaban con la realidad del Perú. Entonces forjé otro lenguaje en mis siguientes dos novelas: Daimón y Los perros del paraíso, donde están mis mayores apuestas literarias.
- EL TIGRE Y EL CAMINANTE
En mis primeros libros me siento un escritor culterano que vive los temas de su tiempo. Mis novelas iniciales son de corte sabatino: La boca del tigre y Los bogavantes. La primera es sobre mi experiencia en Moscú. La otra tiene que ver con el París de 1968, la consolidación de la Revolución cubana, la gente que viajaba a Bolivia.
Para mí fue muy importante la amistad y la obra de Severo Sarduy, el conocimiento de Lezama Lima. Me di cuenta que mi caso era extraño respecto de los otros escritores que vivíamos en Buenos Aires. Podría decir que mi caso era similar al de mi amigo Enrique Molina. Nuestra visión de América era distinta. Lo que recibía de nosotros Buenos Aires no lo quería. Seguramente por esto me transformé en un escritor ajeno a mi ciudad. Hice mi carrera en España enviando mi primer libro al Premio Planeta, el cual obtuve en medio de una polémica.
Cuando tenía 17 años mi único interés era publicar un libro mío en la editorial Emecé. Caminaba con mis amigos a las tres de la madrugada entre las calles arboladas de Buenos Aires, hablando de filosofía y otras cosas; y cuando pasábamos por el escaparate de una librería iluminada y veía los libros de Emecé, entonces me gustaba pensar que mi editor era Emecé. Algo semejante me pasó en España cuando desembarqué en Vigo en el año de 1968, y vi los libros de la editorial Planeta, y dije, bueno algún día tendré un libro en España.
- LA CARRERA DEL EXITO
Algunos escritores buscan y quieren el triunfo. Conozco escritores que han tenido un gran triunfo y están profundamente tristes con él. Hay algunos que lograron desde la literatura ser best séller. Uno de ellos fue un gran artista, lo nombro porque ya murió: Manuel Scorza. Fue un hombre que al final de su vida estuvo enloquecido por su triunfo. Había alcanzado 22 traducciones, se leía en todo el mundo, pero él vivía torturado por su éxito. Hay otro escritor todavía vivo en Argentina, que no digo su nombre, pero que también es víctima de su triunfo. Rilke decía que el éxito literario, la fama literaria, es el peor de los malentendidos. Esto es peligrosísimo porque uno se lo puede creer.
El escritor en cada obra nace. Aunque tengo más profesionalismo, siempre me encuentro con el temor de la hoja en blanco. Soy como una streap-teaser vieja de esas que aparecen en Barcelona, en los teatros ridículos. Por eso no creo que haya escritores viejos y jóvenes. Algunos sólo tenemos más desparpajo en la escena, pero nada más. Como lo he dicho y lo recomiendo hay que ser aristócratas. No se junten con el crítico que les hace modificar un libro. Estamos viviendo un mundo terrible donde incluso se encargan libros. No hay que pedir nada cuando se ha de recibir todo. Hay que tener confianza y saber que lo que va triunfar es la obra.
Cuando Borges estuvo en mi casa de Venecia me dijo que él estaba seguro de su literatura desde joven. Porque él además la pasó malísimo en Argentina. Le dedicaron libros para vituperarlo. Gente como los hermanos Viras y Noé Jitrik lo trataron de vendepatrias en la revista Contorno. Cuando estuve en México para recibir el Premio Diana me enteré que Noé Jitrik se ganaba la vida enseñando a Borges. Nadie puede mover a un escritor, lo que lo mueve es su literatura. He conocido escritores en Argentina que se reúnen en revistas literarias para ser escritores. Esto es inútil. Me pongo a pensar en Malcolm Lowry, quien sí era un escritor, cuando tuvo que escribir 90 páginas para explicarle a un editor de Canadá que su novela Bajo el volcán era buena. Y le explica capítulo por capítulo por qué estaba hecha. Ustedes saben el dolor que esto significa. Mejor pagar la edición. Lo más importante que tiene la poesía es ser marginal. Hay un negocio editorial siniestro. Hay que saber usarlo salvando siempre nuestra obra.