Diario 16, Madrid – 02/11/1988
El vencedor de las elecciones, el gobernador de la Rioja, Carlos Saúl Menem, busca una más exacta apreciación de su personalidad y de sus propuestas políticas.
La prensa europea se ha manifestado más bien en forma adversa hacia él. Trataron de interpretar lo ocurrido en Argentina como un episodio más bien negativo. Los corresponsales hablaron del retorno al irracionalismo político y a un peronismo fascista demagógico superado.
Creo que en toda Europa (incluida nuestra hermana España) se tiene una visión cada vez más rápida y generalizada de lo que en realidad pasa en Iberoamérica.
Porque el episodio Menem y lo que ocurre en Argentina no se puede disociar de la gran crisis continental, la más grave en lo que va del siglo. Lo ocurrido en las últimas elecciones en México (que significa el comienzo del fin de la hegemonía del PRI); la elección de Carlos Andrés Pérez en Venezuela; el caos financiero y social de Brasil, pese a sus enormes esfuerzos por consolidar la industria pesada; la presión revolucionaria en Perú y la insostenible corrupción de una Colombia dominada por el narcotráfico, nos muestran un panorama de crisis que conlleva reacciones y mutaciones políticas en cadena.
Durante los últimos años los Gobiernos democráticos han luchado en soledad para tratar de vencer problemas que eran invencibles, nacidos de una estructura deformada del sistema económico internacional, como ocurre con la deuda externa. Esta hipoteca, este conflicto macroeconómico, puso en crisis a todos los gobiernos.
La deuda
Pese a las promesas, estudios y declaraciones, no se encontró una solución. La deuda no sólo no puede pagarse sino que sus intereses devoran en algunos casos hasta el 60 por 100 del producto nacional. Sólo los intereses.
Para pagarlos hay que conseguir préstamos que el Fondo Monetario Internacional condiciona con medidas restrictivas que implican un enorme costo social.
Lo cierto es que hoy América Latina debe más de 500 000 millones de dólares. Aunque sea financieramente explicable, lo absurdo es que hay una continua sangría de dólares frescos del Sur hacia el Norte, sin otro retorno que el de nuevos préstamos a elevadísimo interés (porque disminuye la contabilidad del deudor). En suma: un atroz círculo vicioso.
La contracara del problema no es menos absurda: los deudores no tienen posibilidad de recuperación legítima, esto es, incrementando las exportaciones de sus productos primarios o manufacturados.
No hay fair play en el sistema de comercio industrial. Un sistema de barreras aduaneras, como la controlada por el GATT, impide el libre acceso a los mercados. El sistema de subvenciones que aplican la Comunidad Europea y los Estados Unidos es la ruina para los productores agropecuarios tradicionales, como Argentina. (Estados Unidos otorgó 50 000 millones de dólares en un plan de subsidio de tres años a sus productores cerealeros. Esa cifra es casi el total de la deuda externa argentina).
Durante muchos años nuestros Gobiernos recorrieron las sendas sin salida del FMI. Los acreedores, los países industrializados, no encontraron una solución financiera‑política adecuada. Sigue la sangría. Los deudores ya saben que la deuda externa es en realidad eterna y que condena a sus países al atraso y al subdesarrollo en este inmediato futuro, cuando deberíamos estar empañados en acortar la brecha industrial tecnológica que nos aleja.
Penuria
Aquí se centra la reacción que ya se siente en las masas desposeídas a todo lo largo y lo ancho del continente.
Hoy la situación social de Iberoamérica es de penuria creciente. Países que necesitan adelantar, retroceden a niveles de hace veinte o treinta años.
En Argentina, la rica, la europea, apareció la mendicidad, la delincuencia, consecuencia de una caída estrepitosa del salario real y del nivel de ocupación. Por primera vez en nuestra generación, el salario, incluido el de obreros especializados y empleados medios, no cubre las necesidades (no las de bienestar, sino las de subsistencia).
La lucha del presidente Alfonsín no pudo contra la descrita perversión del sistema económico internacional. Se cierra ya su Gobierno después de cumplir una histórica etapa de democratización. Pero el problema económico corroyó su poder.
La supuesta magia de Menem, su populismo, es en realidad lo que los politólogos llaman poder arrogado: es el depositario de un enorme caudal de esperanzas de mejoría social. Los muchos que viven en situación de penuria encontraron en su lenguaje las viejas banderas del peronismo de los primeros tiempos, para ellos el objetivo de justicia social tiene tanta vigencia como en 1946.
Propuestas
Las propuestas básicas de Menem son justas y explicables, pero exigen un esfuerzo y una sagacidad dignas de un gran estadista: a) La revolución productiva. Esto significa la voluntad de terminar con la perversión de un sistema financiero que privilegia la especulación en vez de la inversión productiva y la de promover un fuerte mercado de consumo interno, vinculado a Latinoamérica. (Tarea ésta que en buena parte desarrolló la diplomacia de Alfonsín al buscar una vinculación estrecha, eliminando barreras aduaneras, con Brasil y Uruguay.) Para financiar ese arranque de la producción, necesita negociar con los acreedores una moratoria por la deuda externa y un sistema de reinversiones de la misma. b) El salariazo. Que consiste en centrar los esfuerzos para devolver al salario su poder adquisitivo perdido. Este elemento alimentaría inmediatamente la rueda de la producción, especialmente en el nivel de la mediana y pequeña industria.
¿Cómo logrará estos objetivos?
Menem confía en su mayor fuerza frente al radicalismo y el mismo cafierismo: su apoyo sindical. Se considera en condiciones de crear una tregua social, una especie de pacto de la Moncloa, para sustituir la disociación entre sindicatos, empresarios y gobierno.
Muy criollo
Conocí a Carlos Saúl Menem regresando de Madrid. Me sentí ante un ser muy especial, muy criollo. Convencido que había sido ungido líder del partido mayoritario por su sensibilidad ante los problemas sociales.
Menem es, sin duda, la más fuerte personalidad política surgida en el peronismo desde la muerte de Perón. Ha sido ungido líder. Pero para alcanzar el poder deberá demostrar su capacidad de verdadero conductor. Tendrá que ser capaz de dominar y unificar las corrientes sindicales proclives al anarquismo y al personalismo autocrático de muchos dirigentes.
Esta será su batalla más dura para convertirse en un caudillo de creatividad y de soluciones y no en una esperanza solamente. Deberá mostrar la capacidad de crear equipos y programas posibles para efectuar los cambios propuestos. Será de extrema importancia que pueda controlar ciertos sectores opuestos, y extremistas que el peronismo, en cuanto movimiento nacional, suele integrar, a veces al riesgo de la desintegración, como ocurrió entre 1973 y 1976. Argentina optó definitivamente por la democracia y el mismo Menem es el producto de la democracia en su funcionamiento intrapartidario.
Creo que es importante que los europeos (y especialmente los españoles) no se detengan superficialmente en magias o en detalles peluqueriles. Menem es la expresión de toda la angustia de un continente rico, poderoso, unificado por el idioma y la idiosincrasia, que no se resigna a un destino de exclusión y marginalidad como el que padece África.
El surgimiento casi simultáneo de las posibilidades gubernamentales de hombres como Menem, Brizola, Pérez, Barrantes, o Cárdenas no es un episodio casual o mágico.