Revista Línea – 15/10/2001
En un mal momento de Argentina, con una excepcional crisis económica y política, debemos definir como una permanente decisión de Estado, una política que hace a nuestra misma existencia como Nación, a nuestra alianza con Brasil, con los países de Mercosur y Sudamérica.
A nuestra crisis nacional se agrega el momento mundial señalado por la destrucción de las torres gemelas de Manhattan, hecho brutal y simbólico a la vez, pues indica el fin de las ilusiones de “un mundo feliz” y de ese “fin de le historia” del optimismo de Francis Fukuyama con su paraíso de mercados abiertos y democracias meramente administrativas.
Desde la doble crisis que vivimos los argentinos debemos ir a las cosas, a nuestra cosas. Después de once años de un empeño economicista que se cierra con una situación de quiebra, desempleo e inseguridad, se requiere el coraje de un viraje. Debemos comprender y asumir nuestra realidad nacional y regional:
-Más allá de las ilusiones globalizantes necesitamos manifestar nuestra voluntad política para crear con Brasil, los países de Mercosur y de Sudamérica una zona integrada por un proyecto político surgido de nuestra particularidad cultural y con la decisión programática de consolidarse como uno de los grandes centros de poder político mundial. Como Europa, América del Norte, Rusia-Eurasia, China, Japón o India.
Es precisamente desde esta definición cultural-política que surgirá nuestra fuerza económica para el futuro, nuestro poder de negociación.
Mientras que Brasil es consciente y alienta este destino nacional, Argentina creyó equivocadamente que la economía sería el factor determinante de las alianzas. Nuestro desamparo actual ante los mercados mundiales es la prueba conclusiva del error.
Argentina es hoy un país poco confiable, errático, sin un perfil propio. Sin proyectos, con un empresariado que perdió el control de gran parte de los negocios argentinos (¡desde el petróleo hasta el transporte aéreo o las comunicaciones!), estamos más cerca de una mera “factoría” que de la orgullosa Nación, multicreadora, que todavía somos.
-A partir del encuentro de los presidentes Cardoso y De la Rúa se abre la posibilidad de inaugurar una nueva etapa, importantísima para superar la malsana situación de descreimiento en Argentina:
a). Argentina deberá expresar inequívocamente su voluntad política de consolidación continental con Brasil. Con miras a negociaciones y proyectos de acción internacional conjunta, a la representación permanente en el Consejo de Seguridad, a la definición de líneas estratégicas para el Continente y el Atlántico Sur, para las negociaciones económicas mayores, como la propuesta del ALCA.
b). Desde esta prioridad política, como estrategia del Estado argentino en los próximos años, se deberá reiterar nuestra afirmación del Mercosur como el campo económico regional indispensable, que ya dio muestras de su eficacia.
Se impone un balance realista de los logros y de los graves problemas actuales para renegociar con mutua confianza un horizonte que permita a los sectores afectados por la crisis, rehabilitarse y volver a ocupar los espacios de la construcción económica de la institución.
Desde la visión y el compromiso político claro de parte argentina, se podrá con Brasil y los socios de Mercosur recrear lo que hoy está tan dañado.
El economicismo argentino funcionó con el absolutismo sólo comparable de un marxismo trasnochado, imponiendo sus ortodoxias y el determinismo economicista hasta crear la crisis absoluta.
Hoy se impone, desde la política, recrear los espacios económicos perdidos y lo que es más importante, recrear la confianza en Argentina, internacionalmente e incluso para nosotros, el pueblo protagonista.