Rita Corticelli, Ancora (Costa Rica), 21/03/1999
P: En este momento usted es Embajador de la Argentina en el Perú. En una entrevista usted dijo que empezó a entender América después de haber estado en el Perú. ¿Podría explicar mejor estas palabras, especialmente ahora que se encuentra como diplomático en este país?
R: Los escritores argentinos que se formaron en Buenos Aires viven en un clima muy cosmopolita, ajeno a la América profunda. Por motivo de mi profesión de diplomático, uno de mis primeros puestos fue en Perú y para mí adquirió una revelación americana que me puso un poco al margen de la literatura que se hace en mi país. Una literatura muy conceptual… que no integra mucho la totalidad de lo real americano. Para mí fue Perú el país que cambió mi modo de escribir: en mi primera novela se puede decir que era un escritor argentino y ya a partir de «Daimón» y «Los perros del paraíso» se puede decir, más bien, que soy un escritor americano… de toda América.
P: A este propósito hablemos de sus novelas. «Daimón», «Los perros del paraíso», más recientemente «La pasión según Eva», son libres reconstrucciones de momentos históricos importantes para América Latina. ¿Cuál fue su propósito en estas reconstrucciones que van desde el descubrimiento hasta la vida de Evita Perón? ¿Hay algún hilo conductor entre estos momentos?
R: Yo soy un escritor muy variado, sin un preciso itinerario temático. En determinado momento mi esfuerzo se concentró en torno al episodio central que es el descubrimiento con «Los perros del paraíso», «Daimón» y «El largo atardecer del caminante». Es un momento fundacional de nuestra historia, de nuestro colapso de nuestro choque cultural entre la metafísica europea que trae el catolicismo y ese hombre americano que queda despojado de sus dioses. Es un choque que transforma nuestra América en un eterno adolescente, en un continente que todavía no ha nacido. Me pareció interesante no reconstruir la historia como un episodio estético, sino recurrir a la historia como a una investigación de nuestras raíces rotas, en este sentido se ha movido Carpentier y otros a partir de Asturias. Esto no excluye la presencia, en mi narrativa de otros temas como la biografía novela de Evita Perón o Ernesto Guevara.
P: Justo el año pasado en estos días y recién llegado al Perú, usted anunció la salida de una novela sobre el Che… ¿Podría hablar más sobre la novela? Dijo en aquella ocasión que quería entrar en la intimidad del Che… ¿Piensa haberlo logrado?
R: Empiezo el libro con una frase de Bajtin que decía que la novela es el fin de la ideología porque la ideología es abstracta y la novela nos exige la realidad del personaje… Me parece que Guevara que era un personaje increíble, una especie de condottiero renacentista ya merece ser despojado de una ideología que en cierta medida fracasó. Me interesaba Guevara como personaje de la misma manera que en la literatura clásica europea, como por ejemplo Shakespeare, no están tomados para defender la Monarquía o atacarla sino simplemente para destacar sus cualidades humanas excepcionales…
P: A propósito de contexto histórico de sus novelas y de la caída de las ideologías ¿Qué piensa del revisionismo histórico que países como Argentina y Chile están viviendo en este momento?
R: Me parece que por un lado es el inevitable espíritu de justicia para que las cosas monstruosas de este período no se repitan… Pero al mismo tiempo es peligroso cuando es un retorno al pasado… es una venganza política de un grupo político contra otro usando la historia. Nosotros tenemos en América Latina una enorme ingenuidad porque nunca comprendemos que las espadas tienen un doble filo… Esta es un poco nuestra ingenuidad de vivir como un continente culpable en vez de vivir hacia adelante creando nuestro propio estilo de vida… Por un lado es bueno para evitar la repetición del horror, por otro lado es malo porque tiene un fin político en muchos de los casos… La justicia también está prostituida…
P: ¿Usted abraza la opinión de Alejo Carpentier que veía en el mito el «dueño» de los pueblos y en el escritor un medio para alimentar este mismo mito?
R: Creo que el mito es el gran motor, mito y motor tienen que cambiar una letra… Sin la creación de grandes utopías basadas en los mitos no se puede vivir. Desde la antigüedad el pensamiento occidental nos enseña eso… Todas las historias de las grandes religiones ordenadoras del mundo nos enseñan eso. Así que yo creo que en esta etapa de desmitificación, de chatura pragmatista estamos viviendo la crisis filosófica y poética más grande que agrede a nuestro continente. Nos están robando la última riqueza que nos queda que es la de generar mitos, de creer en utopías y la de nacer y avanzar …. Tenemos una cultura que nos une pero no tenemos formas políticas propias ni el coraje de implantarlas… sin coraje no se puede nacer así que hablar de política es como hablar en un plano absolutamente secundario de la realidad. Nosotros no tenemos política, tenemos mini?política, política de circunstancia… En el año ’60 tenemos el guerrillerismo y las ideologías marxistas en todos sectores universitarios y jóvenes… En el año ’90 tenemos el neo-liberalismo. Somos esclavos de lo que imaginan los sectores serios, y pongo serios entre comillas, del mundo. De manera que tengo muy mala opinión de la vida política, creo que los políticos no han nacido y que la estirpe de San Martín y de Bolívar está como acabada.
P: ¿Cuál es su relación con Lezama Lima y la escuela cubana?
R: Estilística… Yo forjé un lenguaje para narrar la historia de otra manera como en «Daimón» y «Los perros del paraíso». Lezama Lima es el maestro más notable como creación de un lenguaje, como creación de un sistema de fantasía, de humorismo, de erotismo propio en su narración, es el estilista más notable de América… Con Cuba tengo una relación de afecto… he viajado por el libro sobre Guevara y mis libros están publicados en Cuba. Cuba es un epicentro del estilo literario, es interesante que ha fracasado todo intento de literatura realista, ideológica y politizada y lo que queda de Cuba ha sido gran independencia en la creación del lenguaje. Me refiero exclusivamente a Severo Sarduy, a Lezama Lima, a Carpentier y a los poetas. Mi gran amigo ha sido durante muchos años Severo Sarduy, de manera que tengo con él un acercamiento de tipo estilístico… la creencia que el idioma español merece mucho más que la chata narrativa binaria, la narrativa tradicional de la novela francesa… el mejor momento de la narrativa latinoamericana es cuando recupera plenamente su fantasía, creatividad y lenguaje. Los maestros cubanos son los más grandes de América que han creado una escuela de más alto nivel… es un verdadero Siglo de Oro.
P: ¿Cuál es la idea que usted tiene de cómo tiene que ser el intelectual latinoamericano?
R: Los escritores latinoamericanos se han adelantado a los filósofos y han ido más lejos que los políticos que se quedaron en las ideologías, sobre todo las ideologías fracasadas… Los escritores han sido la conciencia viva de América. Cuando pienso en Vallejo, en Neruda, en Rubén Darío… me doy cuenta definitivamente de que este continente tiene una conciencia a través de su poética y no de su política o filosofía. Así que creo que es deseable para el continente salir ya del sueño y que adquiera forma y que su enorme cultura encuentre por fin el coraje de tener su propia forma de vida, de política, de economía, y que no sea más el continente tristemente dependiente, de segunda que somos hoy.
Por Carolina Sanabria Sing
Autor extraño, sin duda, Abel Posse en sus textos, parece regido, como el protagonista de su olvidada novela «Daimón», por un espíritu demónico, que hace de la suya una escritura reverente, subversiva e incluso herética.
Sin tratar de ver su producción como el resultado de un soplo divino -o demoníaco, más bien-, existe toda una vasta formación académica que atraviesa sus textos y que no se puede obviar: nacido en 1936 en Córdoba, Argentina, Posse inicia su educación en Buenos Aires, «patio de su infancia y adolescencia». En 1959 se traslada a París, donde sigue estudios políticos y literarios. Diplomático de carrera, vive años en Tubinga, Sevilla, Moscú, Lima, Venecia, París, Israel y Buenos Aires.
Su trayectoria literaria no puede de ninguna manera calificarse de estable u homogénea: su primera novela, «Los Bogavantes», aparece con retraso en España a causa de la censura franquista, y la segunda, «La boca del tigre» (1971) obtiene importantes reconocimientos: Premio Nacional Trienio 1969-1971 y el Premio Nacional de Literatura Argentina. En 1987 recibe el Premio Rómulo Gallegos (máximo galardón de literatura latinoamericana concedido cada cinco años) por «Los perros del paraíso» y en 1988-1989 gana en México el Premio Internacional de novela Novedades y Diana por «El viajero de Agartha».
Textos como «Daimón» y «Los perros del paraíso» han sido publicados con gran éxito en España y Francia, traducidos al inglés, francés, alemán, portugués, holandés, checo, ruso y estonio. Pero esta situación contrasta notablemente con el hecho de que sus obras no han obtenido una difusión acorde (¿mercadeo?) con el reconocimiento de tantos premios internacionales. Este desconocimiento de sus textos por un amplio sector del público lo convierten en un escritor ambiguo: marginal, en el plano de recepción, distribución y consumo, pero a nivel de reconocimiento crítico se le premia y hasta se le compara con Carpentier y García Márquez. De manera que Abel Posse tiene, aun en su literatura, la extrañísima característica de debatirse entre la censura y el reconocimiento, la marginalidad y la premiación.
«Momento de morir», «La reina del Plata», «Los demonios ocultos» y su segunda parte, «El viajero de Agartha», «La pasión según Eva» (sobre Eva Perón) son algunas de sus obras. Especial interés por su propuesta guarda, sin embargo, la trilogía sobre el descubrimiento y conquista de América, narrada desde la perspectiva de polémicos conquistadores españoles: Lope de Aguirre en «Daimón» (1978), Cristóbal Colón en «Los perros del paraíso» (1983) y Cabeza de Vaca en «El largo atardecer del caminante» (1993), con lo que se inscribe en la tradición literaria de reescribir, como otros escritores contemporáneos latinoamericanos, la conquista y colonización.