Elsa Bragato, Democracia, 11/12/1994
Estuvo en todas partes y en ningún lugar. Tal el destino de Abel Posse, nacido en la provincia de Córdoba y ciudadano del mundo por su condición de embajador de la Argentina (desde hace 4 años, en Praga), además de autor de 10 novelas, obteniendo el Premio Internacional Rómulo Gallegos en 1987 y el primer Premio de la Comisión Española del V Centenario en 1992 por «Los perros del Paraíso» y «El largo atardecer del caminante», respectivamente. Acostumbrado a los desafíos de una larga y complicada carrera diplomática (30 años), ahora Posse emprende otro, de connotaciones insospechadas: lanza su versión, a la que denomina “novela coral”, de la vida de Eva Perón, titulada «La pasión según Eva», un libro urticante y polémico, en el que rescata la figura de La Abanderada de los Humildes en su esencia. Todo está ahí: dolor, inmolación, amor, violencia, poder, temor y resentimiento.
No menos polémicas son sus declaraciones: antepone la conciencia del escritor por sobre las de la diplomacia, analiza a partir del personaje de la obra la marginación actual del pueblo argentino, se pregunta en voz alta dónde está la ética y reflota la figura mítica de Eva Perón como ejemplo de justicia social. Dos décadas de recopilación de testimonios, toda una vida acumulando datos en la memoria del corazón y dos años escribiendo durante los largos inviernos de Praga están sintetizados en este libro del que su autor nos ofrece una aproximación a través de una jugosa charla. Marginal, «porque no me conocen aquí», para Posse y sus convicciones aún existe la posibilidad de ser profeta en su tierra.
¿Por qué eligió a Evita?
Me fascinó siempre su figura que no sólo pertenece a la mitología argentina sino a la universal. Es la irrupción violenta de la mujer en el poder. Escribir sobre ella fue una idea constante, un fantasma hasta que pude concretar el libro. Sentí que tenía una deuda con este personaje maravilloso de quien tanto había escuchado hablar en mi adolescencia. Viví siendo chico el primer peronismo y he visto cómo ella se mantuvo como líder de una verdad espiritual, más allá de los colores políticos y de los juicios de peronismo o guerrillerismo. Lo único que cuenta aquí es el carácter y la aventura humana de Evita. Y como escritor tuve la necesidad de rescatar este mito nacional.
¿Hay algún otro?
Muy pocos de nivel político: el otro es el “Che» Guevara que también tiene difusión internacional. Perón; si vamos al caso, es menos mito que la misma Evita.
¿Cómo encaró el trabajo?
Recogí testimonios y versiones de gente que la conoció, de amigos, artistas, políticos de la época que aún viven.
En la obra aparece un extraño personaje: el general alemán Von F., ¿a quién se refiere?
Aquí hubo muchos generales alemanes refugiados. Y Evita se hizo asesorar por Von F., uno de esos generales, sobre cómo tenía que defenderse del Ejército Argentino. Ese hombre existió pero en su caso y en otro más cambié las iniciales. Se podría confundir con Von Faupel, el agregado militar alemán en la Argentina, pero no lo es.
¿Cuántos años le llevó preparar el material?
Unos 20. Fue un proyecto interior. Siempre tenía conmigo un cuaderno de apuntes y, en cuanto tenía oportunidad, hablaba con quienes la conocieron. Por ejemplo, hablé con el primer embajador que envió Franco al país; con el conde de Billy que la recibió en París, con Guardo, y con muchísimos otros personajes de la política nacional e internacional, además de artistas que menciono en el agradecimiento que aparece al final del libro.
¿De qué manera tuvo acceso al ambiente del espectáculo? Bueno, hoy la política y el mundo del show están muy ligados:
Desde siempre tuve contacto con los artistas porque mi padre, Ernesto Parentini, fue gerente de Artistas Argentinos Asociados. Y en su oficina se reunían todos los famosos que, por supuesto, hablaban de Evita. Es fácil comprender por qué era una de ellos, una actriz que de pronto actuaba en política. Escuché hablar a Homero Manzi, a Chas de Cruz, a Ulises Petit de Murat, a Pierina Dealessi, su gran amiga, entre otros.
Por qué la define como “novela coral»?
Porque está armada con todo lo que me contaron, con todo lo que se escribió sobre Evita, con los recuerdos míos y de los otros. Me sentí como un director de orquesta a la hora de equilibrar tanto material, buscando la mejor sonoridad, es decir, ese delgado hilo de plata que es la esencia de una personalidad.
¿Cómo obtuvo datos tan precisos de los últimos momentos de Evita?
No sólo muchas anécdotas aparecieron en los diarios sino que pude hablar con amigos de gentes que estuvieron en ese triste adiós. Su mucama Irma, su peluquero desde la época de actriz llamado Alcaraz, y también tengo la suerte de ser amigo del doctor Jorge Taiana, que fue el encargado de extender los certificados de defunción de Evita y luego del general Perón. Para rescatar el profundo sentido espiritual de la vida de Evita, hablé con su confesor, el padre Benítez, que me dio un aporte refinado sobre ese aspecto.
¿Cómo sobrelleva su actividad literaria. en la que no se anda con vueltas, siendo representante argentino de un gobierno peronista? ¿No le trae problemas?
Digamos que algún roce tuve. Por suerte, estamos en tiempos de democracia, así que el aporte crítico de los escritores que se haga dentro de ciertos límites está bien, corresponde. Aunque no niego que siempre existe gente poco democrática que no lo acepta.
¿Hace prevalecer su condición de escritor por sobre la del diplomático?
Así es. Mi verdad como escritor está por sobre todos mis compromisos. Por supuesto, trato de manejarme con cierta elegancia, buscando la zona de menos peligro. Pero en la Argentina hay que ser un estratega para sobrevivir. Es muy difícil tener ideas propias y poder expresarlas.
¿Le parece?
(Sonriendo) Estoy convencido porque estamos poco preparados para la verdadera libertad, no se la tolera.
Tampoco calló su visión sobre los problemas sociales argentinos. No debe ser fácil para usted…
No, pero siempre pensé que esta etapa tiene que ser intermedia para todo peronista. El mundo cambió en el 89 cuando cayó el socialismo y sobrevino este mundo bancario, tremendo. Y hay que sobrevivir. Todo esto lo entiendo. Lo que pienso es que tiene que haber una voluntad precisa de recuperar el lado social de tanta inversión y costo. Si esto no ocurre, no sé qué puede pasar.
¿No se enojan sus compañeros políticos con su posición?
(Sonriendo) Pienso que, en lugar de enojarse con los escritores que decimos las cosas con claridad aun a riesgo de mucho, el gobierno y los hombres de todos los colores políticos del país tienen que comprender que las cosas andan mal, que hay desequilibrio entre el triunfo macroeconómico y la microeconomía del pueblo. Por supuesto, esto está pasando en todo el mundo.
¿En qué aspectos es polémico su libro?
Esencialmente en la imagen que se da de Evita Por un lado, está la santificación de quienes la quisieron y del peronismo juvenil que la enarboló como la imagen de la justicia en acción. Y por otra parte, está el odio de quienes jamás la entendieron y que sólo le perdonaron la vida. Piense que Evita, en sólo 10 años de vida (1943-1953) se convirtió en un mito.
¿Qué opina de la ópera?rock «Evita» y de la versión cinematográfica que pensó hacer Oliver Stone?
De la ópera-rock no se puede pretender una verdad histórica sobre Eva Perón, pero transmite allí que hay una persona excepcional. apasionada. Y mucha gente del mundo la conoció a través de esta obra. En cuanto a la película que pensó hacer Stone, nadie tampoco puede pretender que de Hollywood salga la verdad histórica sobre esta mujer. Pero igual habría servido para realzar su mito.
Y ahora aparece usted, con un texto urticante.
Lo sé. Pero creo mostrar el verdadero rostro del peronismo.
¿Por qué?
Porque todavía hoy el pueblo, cuando vota al peronismo, vota ese recuerdo moral que le dejó Evita. Sólo por eso el peronismo sigue siendo votado: porque significa, en virtud de Evita, una esperanza de justicia. No se lo vota por ninguna reforma económica moderna ni para entrar en ningún pacto internacional ni para estar en el primero o quinto mundo. Se vota al partido de Perón por la pasión de amor que quedó de esta notable mujer. Para mí, Evita es el motor que nos recuerda de que el otro, el semejante, también existe.
¿Hoy no hay conciencia “del otro”?
No. Estamos en una sociedad cínica, eficientista, con todos los valores caídos, donde se echan a 10.000 obreros de una fábrica sin que ese hecho tenga consecuencia. Entonces, creo que valen como ejemplo aquellos que han luchado por la vida. Y Evita fue pasión por la vida.
Uno de los temas que ha tratado en algunos de sus libros es el esoterismo, ¿qué relación existió entre el esoterismo y Eva Perón?
Hay un misterio más que algo esotérico en sí, un secreto insondable que sólo conocen sus hermanas y el padre Benítez, su confesor, y que no pude precisarlo aunque dejé todos los datos en el libro. Evita murió con un profundo dolor que no era por su enfermedad y que jamás pudo calmar. De alguna manera, ese dolor está explicando la pasión tremenda de su mal y su entrega total. Evita se inmoló, creyó tanto en el dolor de los humildes en sus pocos años que se brindó con todo. Le digo más: en la etapa final, Evita ni siquiera odió a sus enemigos sino que los despreció. Ese misterio tan tremendo sería la causa de su entrega sin limites.
¿Le parece un buen momento para reflotar con tanta vehemencia la figura de Evita? Digo, por las elecciones próximas, por los desocupados, los sin techo, y por todos los que sufren.
Lo medité mucho en Praga cuando escribía el libro y llegué a la conclusión de que sí, había que publicarlo ahora. En un momento de cobardías, de figuras límites, de corrupción, reflotar la figura de una persona que fue capaz de inmolarse por amor al prójimo me parece fascinante y el mejor de los modelos.
También mencionó al «Che» Guevara como otro mito político, ¿lo compara a Evita?
Son distintos. No puedo sentir lo mismo además ante la imagen del mito del “Che” que ante algún político argentino. El “Che” dio su vida por sus ideales y por eso lo respetaré eternamente. Albert Camus dijo: «El único que es testigo de un ideal es el que se deja matar por él» Y también Evita se inmoló a los 33 años por sus ideales, llegándole a dar carterazos al doctor Ivanisevich cuando le dijo que dejara todo por su debilitada salud. Ella siguió hasta el final.
Cuando le comentamos que esta entrevista iba a ser para DEMOCRACIA, usted se sintió conmovido. ¿Por qué?
Es una gran coincidencia: DEMOCRACIA fue el nombre del diario del peronismo donde Evita escribió una veintena de artículos que fueron publicados. Algunos los hizo ella y otros los dictó. Están recopilados.
Sigamos, ¿cómo explica el resentimiento de Evita?
No había sido nadie, incluso fue la única que don Duarte no reconoció. Un día se dio cuenta de qué tenía todo el poder del mundo y ningún cargo. Y quiso ser vicepresidenta de la Nación, sabiendo que el Ejército no la toleraba: Le pidió a su marido esa grada, pero Perón era militar y, como veía más la obligó a renunciar. Cuando el 22 de agosto de 1951 se produjo esa especie de rebelión popular clamando por Evita, Perón y sus asesores estaban anonadados por el estupor al comprobar que el líder era ella y no él. Incluso está grabado el momento en que Perón dice: «Terminemos con este acto». Fue un hedor dramático: Evita renunció sin estar convencida, sólo por seguir a su marido. Esperó un milagro de Perón, pero no se produjo.
¿Por qué?
Porque Perón era hombre del Ejército y sólo lo podría haber hecho de seguir las indicaciones de Evita de fusilar a Benjamín Menéndez, luego de la revolución con cuatro tanques que había hecho. En cambio, Evita había sido nadie y se convirtió en la encarnación de la justicia social.
¿Evita y el «Che” cada uno a su modo, tuvieron “su” revolución?
Sí porque cuando son seres de esa magnitud, capaces de luchar por sus ideales, pierden el sentido de la realidad. En cambio, Perón siempre supo en qué lugar del planeta estaba ubicada la Argentina y qué significaba en el contexto mundial: estábamos colgados del mundo.
¿No le encuentra defectos a Eva Perón?
Fue una mujer violenta, con poder. Y fue capaz también de levantar el teléfono y llamar a un empresario para exigirle caramelos o zapatillas para 200.000 chicos, vengándose si no era escuchada
¿La conoció?
La vi varias veces y la tuve cerca en el acto por el centenario del fallecimiento del General José de San Martín, el 17 de agosto de 1950: En ese momento, yo estudiaba o el Colegio Nacional Buenos Aires. La recuerdo como una señora bella, vestida con algo azul, de tez blanquísima, en medio de un atardecer caliente. Era muy bella, sí, pero no tenía sex-appeal, no movilizaba resortes sexuales. Ella lo sabía y se preocupaba por ser más atractiva aunque su figura era prácticamente piel y hueso.
¿Cuántas etapas reconoce en su vida?
Tres: la primera, la de la pobreza, la etapa de guardar fideos en un paquetito para comer al otro día; la etapa del lujo, que fue muy fuerte y coincide con su resentimiento y la conciencia del poder que tenía, y la etapa de la santidad, la del rodete que le enseñó a hacerse un coiffeur de París. AI final ella se aleja de todo y todos y se entrega a la gente sabiendo que era para morir.
¿Cómo siente hoy el recuerdo de Evita?
Como el de un ser excepcional. La admiro como mujer. Y en el mundo de hoy falta el peso de la mujer. Hemos creado un mundo machista, ineficaz, de vivillos y pícaros, al que le falta el elemento femenino de la pasión. Evita la tuvo. Quería el destino de la mujer como mujer y no como hombre.