Perla Schwartz, El Universal (México), 26/10/1989
La gente comienza a llegar al salón del conocido hotel capitalino comienzan a sentarse en las sillas estratégicamente ubicadas; listo está el presídium y hábilmente el maestro de ceremonias, don Pedro Ferriz, se entera de los detalles. Por tercer año consecutivo ha de ser entregado el Premio Diana‑Novedades; esta vez cayó en América Latina. El galardonado es el escritor argentino Abel Posee por su novela iniciática como él mismo califica «El viajero de Agartha», relato que comienza en Berlín para terminar en Mongolia.
En el presídium, como representante de los jueces, está el poeta y ensayista Carlos Montemayor, los editores José Luis Ramírez y Carlos Huerta, el presidente de Novedades, Samuel Podolsky, así como los dos premiados en las dos ocasiones anteriores: Joaquín Armando Chacón y Homero Aridjis.
Entre el público más que miembros de la comunidad intelectual están muchos de los argentinos residentes en México y algunos libreros.
José Luis Ramírez, presidente general de Diana, anuncia que el Cuarto Premio de Novela Diana‑Novedades 1990 estará dotado con 35 millones y que este año fueron recibidos 204 novelas por lo que la elección no fue fácil.
A su vez Podolsky como representante de Novedades destaca que los tiempos que vivimos son de gran inseguridad, de lucha feroz que uno de los caminos de salvación es indudablemente la literatura.
El público continúa atento al ir y venir de las palabras. Llega el momento esperado Abel Posse recibe el premio y emocionado lo agradece, no sin antes recordar que se trata de una noche de fiesta para la lengua española, puesto que el ganador del Premio Nobel de Literatura fue el español Camilo José Cela. Y agrega: «Soy un escritor poco conocido en México. Esta es la oportunidad para ser leído en uno de los países que junto con España es epicentro de la cultura latinoamericana actual. El libro sigue siendo un íntimo lugar, un espacio psicológico, metafísico que nos aparta de los conflictos característicos de la vida cotidiana. La literatura continúa siendo necesaria porque en ella confluyen realidad y existencia.»
Acto seguido comentó que «El viajero de Agartha» toca un tema aparentemente exótico pero que en el fondo tiene que ver con la esencia del nazismo.
La siguiente reflexión de la nota introductoria nos da la clave: «¿Qué convicción oculta, inexplicable, llevó a estos hombres a optar por la muerte, el sacrificio sangriento y la autodestrucción individual y nacional? ¿Qué fuerza secreta los hizo saltar del previsible surco de la burguesía alemana y de su encomiable cultura?»
Está en el acucioso lector despejar la incógnita. Y como suele suceder, no se deja esperar el aplauso tributado a Posse. Acto seguido un espléndido cóctel amenizado por un conjunto de cámara. Los pequeños grupos aquí y acullá, los encuentros previsibles e imprevistos. Los murmullos de voces y Abel Posse que no cesa de autografiar ejemplares de “El viajero de Agartha».