Blanka Starkova, Nove Knihy (Libros Nuevos) (Praga), n°31, 25/09/1993
Hace poco tiempo atrás, «ODEON» editó traducida al checo una novela del escritor argentino Abel Posse, titulada «LOS PERROS DEL PARAISO». Tanto las cíiticas, como el eco de los lectores hacen entrever que aquella visión novelística no tradicional de los acontecimientos relacionados con el descubrimiento de América por Cristóbal Colón está siendo tomada en nuestro país igualmente como en otros lugares, con una gran atención. A la crítica publicada en nuestro boletín «NOVE RNIHY» del día 4.8.1993, hoy agregamos una entrevista con el autor, quien se desempeña actualmente como el Embajador argentino en Praga.
Al parecer, en su novela «LOS PERROS DEL PARAISO», Ud. intentó «desantificar» a la «historia oficial» y su explicación habitual. A ese fin, Ud. emplea toda una serie de medios: de las crónicas, Ud. elige menciones marginales, pasajes curiosos, ironizando y mistificando. Incluso el descubrimiento del Nuevo Mundo, Ud. lo explica como la consecuencia de una relación erótica entre Isabel de Castilla y Fernando de de Aragón.
Yo no escribí mi novela «LOS PERROS DEL PARAISO» con una intención expresa de quitarle el halo de «santidad» a la historia. Sin embargo, es cierto que la historia escrita por España sobre su aventura americana, está hasta tal punto marcada por un estigma de «santidad» que si uno quisiera ver su cara real, tendría que dirigirse por el camino opuesto, siendo el resultado precisamente este «sacrilegio». Me parecía que era necesario desestimar un poco aquellos personajes históricos a los que los historiadores les impusieron una máscara inmóvil y muda de héroes y santos. Me esforcé, además, en mostrar también, cuántas discordias, comedias y tragicomedias conntenía en sí misma aquella gran aventura que desembocó en el descubrimiento de todo un mundo nuevo que definitivamente trasformó nuestra historia. Y precisamente, sobre el telón de fondo de aquella ceremoniosa historia escrita por la pluma española, me causaba mucha gracia poder subrayar la verdadera relación entre los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. Es que se trataba de una relación ilegítima, pues ellos eran primos entre sí y para poder casarse tuvieron que falsificar el permiso para la boda.
Yo veía ese hecho así que aquellos dos jóvenes fundaron un imperio y evocaron un nuevo momento en la historia de la humanidad por intermedio de su relación erótica. Eso me seducía tanto desde el punto de vista novelístico, como desde el punto de vista de mi lenguaje literario. Sin embargo, no hubo en eso ningún deseo superficial de cometer un sacrilegio. Opino que la historia siempre contiene algún elemento pantagruélico, siempre es un poco «a la Rabelais». Y precisamente porque la historia suele tener consecuencias trágicas y, por lo general, es asesina -como decía Elsa Morante- nos olvidamos de la comicidad y tratamos de tomarla seriamente lo que provoca un mal general.
Los protagonistas de su novela -Colón, Isabel y Fernando- dan una impresión tridimensional, mientras que otros personajes parecen solamente como esbozados. ¿Podría Ud. decirnos cuál es su concepto, en general, de un personaje novelístico?
Yo realmente no trato de crear a los personajes. Prefiero valerme de los personajes inmortalizados por la historia oficial. A mí me interesaba otra cosa: yo quise devolverles su intimidad con respecto al conjunto del mundo novelístico. Yo personalmente no creo tanto en el personaje mismo, como en su sentido humano, histórico, en lo que significaba esa persona.
Un personaje importarte es Colón, pues él personifica a todos los dobles sentidos de la cultura judeo-cristiana. Su personaje está basado en todas las versiones históricas. Intenté crear su imagen como a un hombre que era indistintamente judío y católico, aventurero y cosmógrafo instruido, un ambicioso que aspiraba a convertirse en un santo. Precisamente en Colón yo veo una síntesis de aquella cultura que en América mostró todas las caras de la realidad europea. En cuanto a Isabel, tuve el placer de demostrar que incluso una reina puede ser también un ser sexual y además un personaje de tal envergadura que hoy seguramente se la adoraría como a Eva Perón. A los diecisiete años, ella misma subió al poder. Luego durante dos años -desde los 18 a los 20 años- de edad llevaba adelante una guerra civil. Era realmente un personaje fascinante -una especie de Jane Fonda sobre el escenario de la historia.
Después figuran en mi novela personajes con un rol complementario que sirven a la narración en el sentido tradicional. Los tres protagonistas sobrepasan a todos los demás: se trata, en cierto modo, de personajes tipo Nietzsche, acorde al concepto de la cultura, en el cual me baso en mi novela. Son realmente unos superhombres. Seres que con su atrevimiento y rebelión pueden cambiar el curso del mundo. Sobre el telón de fondo de nuestra época -tan gris en cuanto a la personalidad humana y tan pobre en cuanto a la aventura-, mis personajes se yerguen como una carga de la exaltación, como un homenaje al superhombre mítico y como una protesta en contra del proyecto de un hombre normalizado que a mí me parece extraordinariamente triste, aunque menos arriesgado en sus consecuencias. En mis personajes novelísticos se siente la nostalgia por los héroes de Carlyle, y principalmente por el siglo XVI, por el condotier italiano, por un descubridor y un creador de nuevas posibilidades. En este sentido, «Los Perros del Paraíso» son un homenaje al heroísmo, aunque su héroe principal está recorriendo la novela en calzoncillos.
Para su texto es característico el cambio dinámico de las perspectivas: una visión panorámica que hace acordar más bien a una toma fílmica en contraposición con una toma al detalle, lo que se asemeja más bien a una puesta en escena teatral.
Eso es cierto. Toda la novela está compuesta por cuadros escénicos. lo que me posibilita precisamente imponerle una gran intensidad al texto. Trato que aquellas escenas fueran lo más expresivas en relación al personaje y que la vivencia de la escena corresponda a una gran estructura, la estructura fílmica de la narración. Justamente esa interrelación entre lo inmediato de la página, la escena y el conjunto, es muy importante para mí desde el punto de vista estilístico. Si yo pretendiera insertar los personajes en la estructura general desde el mismo comienzo, se me esfumaría la fuerza del cuadro dramático. Si yo suelo cargar un poco más el cuadro dramático, creo que eso no le quita nada a la estructura global de la narración. Eso se asemeja al trato expresionista o, digamos, al detalle barroco en una estructura narrativa clásica. De ese modo yo eludo a mi incapacidad de narrar. Eso se acerca a la llamada «poesía en prosa», donde es posible sostenerlo más fácilmente. Yo intenté mantener ese elemento interconectándolo con la estructura global de la narración.
¿Se atrevería Ud. a reconocer algún parentesco literario?
Para mí son los más cercanos aquellos autores que le otorgan una mayor importancia a una página del texto que al mismo acontecimiento, los narradores-poetas: tales como Broch, Faulkner, Borges, Nabokov, Lezama Lima, Valle-Inclán. Ellos son los que más me excitan -de ellos aprendo más. No sé, hasta qué punto mi libro puede ser considerado original. A lo mejor, juntamente estoy robándoles a todos aquellos que nombré anteriormente. De todos modos, sí no soy original, pues tengo que reconocer que estuve robándole precisamente a ellos.
¿Quisiera Ud. decirle algo a sus lectores en relación a la publicación en checo de «Los Perros del Paraíso»?
El hecho de que yo fui por primera vez traducido al checo me acerca a Praga. a la ciudad que es para mí muy excitante desde el punto de vista literario, por lo cual me considero honrado. Estoy consciente que con este texto yo estoy trayendo acá algo parecido a una tormenta caribeña, con las mulatas bailando la rumba, con los indios degollados y con los terribles conquistadores -aquél mundo movido de América Latina. El mismo aparentemente está muy distante y opuesto, pero, en realidad, nosotros formamos parte de la misma cultura. Los idiomas son como las provincias de un mismo gran continente de la cultura.