Enriqueta Muñiz, La Prensa, 27/03/1988
La novela, género que será protagonista en la próxima Feria del Libro, parece caminar en estos momentos por un delgado hilo, en plenos aires de renovación pero con la dura realidad abajo. Por eso se hace útil, casi indispensable, hablar con Abel Posse, quien no sólo acaba de ganar el muy prestigioso premio Rómulo Gallegos sino que ha cumplido la hazaña de publicar dos novelas en el curso de un año. Recientemente regresado de Israel, donde representó a la Argentina en calidad de ministro plenipotenciario, recupera a la vez Buenos Aires, sus amigos y también un lugar en «La Prensa», donde a menudo colaboró. Invitado especial en la XIV Feria del Libro, participará en seminarios sobre la novela y tendrá un encuentro con su público el día 23 de abril.
Una fecha significativa -le decimos- puesto que marca la desaparición de un novelista ejemplar.
Es cierto –responde-, y tendríamos que hacer un siglo de silencio en honor de Cervantes, ya que las raíces de la novelística iberoamericana están en «El Quijote». No sólo rescata las esencias del drama caballeresco, salvando el concepto de realismo de la época, sino que al jugar con un personaje que entra y sale con naturalidad de la alucinación, aparece como el verdadero inventor de lo real maravilloso.
¿Por qué prefiere esa expresión de Carpentier a la muy difundida de «realismo mágico?»
Porque lo de realismo mágico me parece algo forzado, y en cierto modo redundante. La realidad conlleva el misterio desde el simple hecho cotidiano de que un globo incandescente ascienda en el cielo. La dicotomía entre magia y realidad se debe al racionalismo europeo.
La historia circular
Abel Posse comenzó a escribir, como casi todo el mundo, poemas y cuentos que dos maestros, en verdad excepcionales, le impulsaron a publicar: Nalé Roxlo y Carlos Mastronardi. Su primera novela “Los Bogavantes«, surgió en París, durante la efervescencia previa a la eclosión de mayo 68, cuando la juventud universitaria quería llevar la imaginación al poder.
Muy pronto aparecería su segunda obra, «La boca del tigre«, en la que refleja las experiencias de su estadía diplomática en Moscú Y que ganó en 1971 el tercer premio Nacional de Literatura. Pero la cuerda testimonial no podía satisfacer por mucho tiempo a un auténtico fabulador.
En 1978 publica «Daimón», una aproximación a la figura de Lope de Aguirre que marca un cambio radical en su concepción novelística.
‘En efecto -dice Abel Posse-: tanto «Los Bogavantes» como «La boca del tigre» obedecen a un impulso principal que es la realidad, eso que Gide llamaba « el diálogo con las posibilidades de vivir en nuestro tiempo ». A partir de «Daimón» entro en una etapa experimental, en la que el protagonista es el lenguaje. Hay una búsqueda de estilo y una ruptura total con el sentido tradicional de la novela histórica. Trato de acceder a la realidad trasgrediendo lo historiográfico, las llamadas «reconstrucciones» con la idea de que así me acerco a la verdad más seguramente que a través de la exactitud de los hechos. Ese entrelíneas de la realidad es, como lo señaló Vargas Llosa, lo que le permite al novelista rescatar con su imaginación la auténtica intimidad de la historia. El personaje de Lope de Aguirre se repite en distintos tiempos y con nuevas vestiduras, como una constante de América: la historia es vista no linealmente sino en forma circular, lo que parece ser una de las condenas de nuestro continente.
Humor y surrealismo
Recordamos el lenguaje barroco y tremendista de «Daimón» pero también su humorismo negro.
El humor de cualquier color es un arma preciosa de liberación -reflexiona Abel Posse-. En «Los perros del paraíso» retomé la clave humorística exacerbándola hasta lo grotesco porque sentía que era mi único recurso para desacralizar la narración convencional escrita por curas y académicos, es decir, la relación de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla que es el prólogo español de la gran aventura americana.
¿Hay alguna base histórica para ciertas escenas, casi delirantes, de ese libro?
Yo diría que los episodios surreales saltan desde el trampolín de los hechos reales, interpretados desde un punto de vista humorístico y aun erótico. Me llevó cuatro años de investigación lograr una recreación «delirante», como usted dice, de hechos que sin duda no sucedieron así, pero tampoco como los relata la historia oficial. ¿Quién puede asegurar nada cuando el propio Colón es un prototipo de la ambigüedad de la cultura occidental, con todas sus contradicciones espirituales, morales y políticas?
¿Cómo pasó de los textos documentales al estilo de «Los perros del paraíso», que parece fluir sin fronteras de ninguna clase?
Era un estilo que ya había encontrado en «Daimón” y que dejé en total libertad para zafarme a mí mismo de la historia e iluminar lo pesadamente real con la fantasía más desbordada. Hay gente que, según afirma, escribe sin divertirse; no es mi caso. Yo gocé profundamente haciendo un trabajo a «contra-historia», como quien busca la verdadera versión, sepultada, de los hechos.
¿Hubo mucha corrección?
Cuando sentí que el estilo estaba incluido en mí mismo, cuando logré un texto madre básico, trabajé, sobre él, muy cuidadosamente, para dar más eficacia a los juegos de correspondencias, paradojas y anacronismos con los que trato de vivificar lo que sería un simple texto de novela histórica. Porque mi intención final es que el lector capte que lo que sucede en ese relato sigue pasando en nuestra contemporaneidad.
El premio Rómulo Gallegos, que se otorga en forma quinquenal, fue una verdadera sorpresa para Abel Posse, quien no se considera tan conocido como otros escritores que obtuvieron la misma distinción: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes. Ya desde ese nivel, aceptó con más tranquilidad y el natural halago el Meridiano de Plata que se le otorgó en Buenos Aires y, sobre todo, el hecho de ver su libro, semana tras semana, en la lista de «best sellers».
Los caminos esotéricos
«Los demonios ocultos», tras el interludio de «Momento de morir» -novela corta de «Metapolítica» argentina que apareció en 1979- es la última novela publicada por Abel Posse. Junto con «Daimón» y «Los perros del paraíso» forma un tríptico que se puede leer en doce idiomas, lo que no resulta frecuente en nuestra literatura. Le preguntamos qué lo llevó a escribir esa extraña y fascinante historia en la que apuntan sólidos conocimientos de doctrinas y mitos esotéricos.
En 1972 intenté componer la primera versión de la novela, pero no logré sintetizar los elementos esotéricos del tema con la trama que se refiere a la presencia del nazismo en la Argentina.
¿Cuál de esos dos motivos dio origen a «Los demonios ocultos?»
Creo que fue el tema esotérico -responde nuestro entrevistado- encontré un punto de unión con el segundo tema a través del nazismo esotérico, ese fundamento iniciático del Tercer Reich que sólo ahora los historiadores están contemplando en su verdadera dimensión.
Le confesamos a Abel Posse que, al leer «Los demonios ocultos», nos quedamos con deseos de saber más, y él sonríe, como anticipando una buena noticia:
Conviene apuntar que en una obra de ficción los temas filosóficos, religiosos o científicos ingresan muy sometidos a la trama novelesca, lo cual produce en el lector una sensación de curiosidad insatisfecha. En todo caso, «Los demonios ocultos» va a tener una especie de segunda parte, que en realidad es otra novela independiente, y que ya tengo escrita: se va a llamar «El viajero de Agartha«.
Un título bastante esotérico, salvo para los lectores de René Guénon o los seguidores de las colecciones de Kier…
« Agartha », recuerda Abel Posse es un mundo «probablemente» imaginario que podría ser la sede de poderes espirituales aún no desarrollados por la humanidad. El hombre de nuestra civilización industrial y tecnológica, pese a su progreso, sospecha que su cerebro está apenas utilizado. Agartha se convierte así en una metáfora de la culpa de Occidente e incentiva el deseo de fugar de la celda de la razón, que por cierto no responde a todas las inquietudes del ser humano.
¿Está escrita en la misma línea que la anterior, es decir, según un discurso lineal, convencional?
Está escrita deliberadamente como una novela de aventuras, aunque desde lo real va pasando imperceptiblemente hacia el misterio, sin que el mismo protagonista -acaso el mismo autor- lo advierta. Se trata, en suma, de una confluencia de planos.
Como novelista de éxito, tal vez no crea demasiado en esas declamaciones vanguardistas acerca de la muerte de la novela…
Pienso que hay una muerte del estilo de la novela decimonónica, pero que al mismo tiempo la novela moderna ha recuperado espacios inesperados en cuanto a temas y lenguajes. Esto le ha permitido resistir a ofensiva del cine y de los canales audiovisuales masivos. La novela sigue siendo un asunto privado entre el autor y el lector, una invitación a crear juntos y una exploración de lugares secretos de la mente, a los que no puede ingresar el convencionalismo de los medios electroculturales.