Emma Rodríguez, El Mundo, 20/11/1992
MURCIA‑ Algo está cambiando. El fin del milenio se acerca, y si una cosa ha dejado clara el congreso. Literatura de dos mundos», que hoy se clausura en Murcia, es la preocupación generalizada de los escritores hispanos por el futuro de la humanidad, la crítica agresiva ante la sociedad del bienestar y la búsqueda desesperada de nuevos valores.
Por encima de la literatura, con el contrafondo amable de un Torrente Ballester acosado por jovencitas en busca de autógrafos o de un salón de actos abarrotado ante la presencia de Augusto Roa Bastos, las amenazas del futuro se han hecho sentir. Si precisamente la figura del autor de Hijo de hombre se alzó como símbolo de fraternidad, el argentina Abel Powise ‑que participa hoy en una mesa redonda con el significativo título de El claroscuro fin de siglo, junto a Jorge Edwards y Cristina Peri Rossi, entre otros‑ contribuyó también a despertar las conciencias dormidas al referirse al «gran vacío cultural que existe, a la gran nostalgia que sentimos de otros valores, valores que x están asesinando y cuyo mejor signo es la degradación de la selva del Amazonas».
Premiado recientemente con el Premio Extremadura de la Comisión del Quinto Centenario por El largo atardecer del caminante, Posa defendió la noción de cultura, «la única que nos puede llevar hacia adelante», y criticó el difuso deseo de unidad cultural que hay detrás de la idea de Comunidad Europea.
Una unidad que en palabras del critico teatral José Monleón, no podrá funcionar mientras no haya un debate cultural y un consenso del pueblo, «mientras se monte exclusivamente sobre alianzas económicas, políticas y militares».
Si la unidad europea está en cierto modo forzada, natural resulta la alianza entre España y Latino América, tema constante en este congreso. «El español nos unifica ‑dijo Abel Posse‑ porque conlleva una idea de vida, unos valores, un alma comunes. Y la literatura está en la base del imperio idiomático y cultural».
El escritor hizo hincapié en el papel de la literatura iberoamericana del siglo XX «como liberadora del lenguaje, frente al acartonamiento en que cayeron las letras españolas tras cl siglo XIX».
«Hicimos una revolución ‑continuó‑ al rescatar el principio de fantasía, al acercamos a los mayores horrores sociales sin dar la espalda a la estética, al contar con excitares militantes como Rulfo o García Márquez, al romper el propio lenguaje».
La alianza de los pueblos a través de las letras. A eso se refirió el escritor argentino, «porque todos formamos parte del puebla de la imaginación de Cervantes.» Optimista respecto al futuro del idioma y de la literatura en común («nos pertenecemos mutuamente. Aquí está el secreto que nos puede convertir en una gran fuerza social, política y económica en un futuro»). Posse criticó duramente los mitos de las democracias liberales de Occidente, «que ya se han derrumbado».
«El telón de acero –señalo- es ahora un telón metafísico, porque no se ha dado una sustitución de valores. Estamos viviendo en sociedades de alto riesgo, en cierto sentido peores que una dictadura, porque la violencia se ha trasladado al cuerpo social, porque no se sabe si es peor vivir bajo el totalitarismo de Stalin o que un rufián mate a tu hija de una sobredosis». En la misma línea, Monleón abogó por llenar el gran vacío espiritual que existe por medio de un nuevo «discurso ético, cultural y político», «porque la sociedad del consumo ya no hace feliz», mientras que la escritora uruguaya Cristina Peti Rossi fue tajante al declarar que «no estoy dispuesta a pasar por el fascismo una segunda ven». El problema de la xenofobia le preocupa, igual que al chileno Jorge Edwards, que está inquieto ante la crisis económica, el atraso terrible de algunas regiones, el hambre y la destrucción de la naturaleza. El escritor, que acaba de concluir un libro de cuentos bajo el título de Fantasmas de carne y hueso, se muestra a pesar de todo optimista. «Creo que nos acabaremos salvando con mucho esfuerzo, voluntad e inteligencia».