Angel Vivas, Epoca (La Cultura), 24/09/1990
Dice que en Madrid se siente como en casa. De modo que, dentro del ajetreo de participar en un curso en El Escorial y en seguida atender a numerosos medios de comunicación que se interesen por su última novela. Abel Posse vive su rápida estancia en Madrid como un descanso. Porque hace apenas diez días que ha sido nombrado embajador de Argentina en Praga; y en ese tiempo ha tenido que terminar las tareas pendientes en Buenos Aires, despedirse de un montón de amigos -«y yo soy muy emotivo», confiesa- e instalarse en Praga donde, a los cuatro días, ha presentado las cartas credenciales al presidente Ravel.
Diplomático de carrera, Abel Posse ha ocupado cargos en la Unión Soviética, Perú. Italia, Francia e Israel. La política. los viajes y la cultura son tres intereses inseparables de Abel Posse. Están en sus novelas anteriores, y también en la recién aparecida La reina del Pata (Ed. Plaza y Janés).
Pero en ésta, al contrario que en las que ha dedicado al Descubrimiento o al nazismo, la Historia está tratada con mayor atrevimiento. La reina del Plata es una mezcla de novela histórica realista y de ucronía al estilo de Huxley o Bradburv.
« Pero no soy en absoluto lector de ciencia-ficción », advierte Abel Posse. No me ha interesado Bradburv ni las novelas de ese género. Comparto lo que una vez me dijo Borges. Si tenía que imaginarse un paraíso postmortem sería rescatando las cosas que le habían gustado de su pasado. A mí me pasa igual. por eso el futuro que aparece en mi novela no es imaginario o prospectivo, sino que está hecho con retazos de nuestro presente.
Borges además se imaginaba el paraíso bajo la especie de una biblioteca.
Yo no. En mi caso sería una mujer, un grupo de amigos; pero no una biblioteca.
Lo que está claro es que, bajo su envoltura de política-ficción, La reina del Plata trata de nuestro presente.
Sí, predomina el presente. Traté de hallar un pasado y un futuro que no fueran muy remotos, que fueran reconocibles por el lector. E imagino un futuro esencialmente optimista; aunque se adivinan peligros.
El tratamiento del tiempo es uno de los aspectos más llamativos de la novela. Hay como una superposición de las épocas, un eterno retorno. Se habla del Ché como personaje histórico, a la vez se dice que «Ernesto ha vuelto a Bolivia».
Ese es un juego muy ambiguo, y lo uso de una forma disimulada para destilar una idea sobre el tiempo. Se trata, efectivamente, de la aplicación concreta del eterno retorno. Que no está dado de un modo teórico, sino literalmente.
Y dentro del presente que se refleja en la novela, destaca el humor negro a la hora de hablar, por ejemplo, de la tortura.
Yo busco continuamente trucos literarios, porque lo que me interesa es el lenguaje. Y yo no podía hablar de la tortura más que con un mecanismo brechtíano de distanciamiento. Por eso está vista con ese humor negro. Tomo distancia para darle todo su horror: suprimo la emoción inmediata para darle toda su carga de emoción.
¿Cómo se ha recibido la novela en Argentina?
Ha tenido una extraordinaria valoración literaria, y a la vez ha causado perplejidad. Ha causado perplejidad por lo que tiene de universal, y quizá ha desilusionado un poco porque esperaban una zambullida en lo local. Pero no he querido hacer eso; Buenos Aires aparece constantemente, pero no a través de lo convencional. sino como marco, como fondo, hay cosas muy bonaerenses, como el sentido de la amistad. La gente suele subrayar en los libros lo que ya sabe, y pasa muy deprisa sobre lo que desconoce. Creo que hay que hacer lo contrario. En todo caso, la novela es una
Doce años de trabajo
¿Cómo fue el proceso de escribirla?
Muy largo y muy fragmentado; tardé unos 12 años en acabarla. Pero fue haciéndose muy espontáneamente. Me di cuenta, a medida que iba sintetizando los distintos planos que hay en ella, que me exigía un estilo novedoso. El estilo fue haciéndose a la par que necesitaba unir esos estratos. Está escrita con mucho cariño, y sabiendo que tenía que destruir la anécdota menor en beneficio de los temas universales que hay en la novela.
Uno de esos temas universales, además de los citados, es la relación razón/locura.
Es un tema que me interesa y que seguimos esquivando después de Foucault. Me interesa el coraje que se necesita para asumir la sinrazón Quise legitimar esa cuestión y ponerla en el plano de los grandes temas. La crisis de la razón es uno de los asuntos de nuestro siglo.
Los personajes de su novela se dividen en Internos (integrados en el sistema) y Externos (marginados). ¿Un escritor es siempre un Externo?
Sí, así es. Y los Externos son siempre necesarios, son fecundadores, aunque tampoco tienen toda la razón. No sería bueno que gobernaran los Externos, son demasiado apasionados, pueden ser proclives a la violencia. La virtud está en saber equilibrar la razón y la pasión.