Mayka Sánchez, Informaciones (Madrid), 22/03/1983
Madrid, 22.‑Ha sido durante varios años, y sigue siéndolo, diplomático de los distintos Gobiernos de Argentina ‑«porque ésta es la mejor forma de exilio»‑, y por ello ha residido en países de muy diferente cultura. Actualmente vive en París, con frecuentes viajes a España, en donde son editados casi todos sus libros. Abel Posse, diplomático y escritor argentino, se sumerge en el mundo de la creación literaria de la mano de la poesía, pero poco después ésta le abandona «por ser un género aristocrático y superior que acaba devorando a sus propios hijos».
Se adentra, así, en las llanuras de la novela, «en las pampas de la narrativa», como él prefiere expresarlo, y en poco más de diez años produce cuatro novelas. La primera, «Los bogavantes», presentada al premio Planeta en el 68, tuvo que ser publicada dos años después en Argentina a causa de la censura franquista. Le seguirían «La boca del tigre», que mereció el Premio Nacional de Literatura de su país y que fue considerada por Ernesto Sábato como «la obra del hombre en crisis total»; «Daimón», un texto que condensa lo mítico, lo histórico y lo ficticio del continente latinoamericano, y, ahora, «Los perros del paraíso».
«Mi novela es tan americana como española ‑dice Abel Posse‑, porque al producirse el choque del descubrimiento tuve que ver las dos vertientes. Se centra en un replanteamiento del descubrimiento de América, a través del que España se redescubre a sí misma. Entonces España era provinciana, un reino pobre, y las locuras bélicas y eróticas de Fernando e Isabel, esos dos terribles adolescentes, consiguen transformarla en el mayor imperio del mundo. Es una novela donde lo histórico está al servicio de la imaginación, de lo irreal. En definitiva, todo novelista piensa que el historiador se maneja apenas con el uno por cien de los hechos reales, aunque ese pequeño porcentaje es avalado por académicos y gente seria.»
Novela desmitificadora y barroca
Posse logra crear una obra desmitificadora, un universo barroco, en definitiva, Runa novela metahistórica» que utiliza él tema como pretexto para cuidar un «estilo que abarque la realidad de Latinoamérica». Porque para Abel Posse, el escritor es un testigo del llano, del pueblo, y de ninguna manera puede entrar en el poder, ya que sería expulsado o un traidor.
Al explicar la «obsesión» que los escritores latinoamericanos sienten por España, alega que nuestro país es considerado como el único reducto de Europa que todavía no se ha dejado engullir por el desarrollo tecnológico que provoca una cultura decadente y una tecnolatría.
«Yo creo que hay un ocio de pensadores muy generalizado en el mundo y un gran descontento general. Por ejemplo, ahora se es neomarxista, neokeynesiano, neoalgo, pero no se aporta nada nuevo, no se crean nuevas corrientes. Excepto en literatura, pero la literatura no puede aportar soluciones organizadas a esta sociedad en crisis. Lo único que puede traer es una sensación general de nostalgia, porque si da un paso más se convierte en política y se pierde.»
Es un hombre con gran fe en el destino del mundo hispanoamericano, «a donde todavía no ha llegado la revolución francesa», pero admite que está atenazado por dos enormes tentáculos. «Allí hay miseria, cuando son países tan ricos, y hay inestabilidad e inseguridad, cuando la gente quiere Gobiernos estables y democráticos. Es un continente lleno de contradicciones, que produce muchos y muy buenos escritores, pero no estadistas. Y, volvemos a lo mismo, con la literatura no se puede gobernar.»