A. Astorga, ABC, 28/07/1988
Posse dice, en este sentido, que «para adquirir cierto renombre, cierta fama, se ha tenido que habitar antes en el universo de la soledad, de la adolescencia, para tratar de que la obra sobreviva».
Abel Posse participa hoy en el seminario que, sobre la «Narrativa hispánica: el autor y su obra», se viene desarrollando desde hace semana y media en el eurofórum del hotel Felipe IV, de El Escorial, organizado por la Universidad Complutense, dentro de sus cursos de verano.
El autor andino charló con ABC de lo divino y de lo humano, del nazismo -tema de su última .novela-, de la popularidad, de cómo ve el panorama literario iberoamericano hoy día, de sus pasiones, de sus inquietudes, de sus recuerdos y de lo que le sugiere un folio en blanco antes de ponerse a escribir.
La palabra «fama» le transporta –asegura- al vocablo trampolín: «apoyo, bastón, necesidad, reposo. Es muy útil para el creador, porque para poseerla antes ha debido uno vivir treinta años en la soledad y en la confianza desde la adolescencia». Afirma que el único secreto para triunfar, en el mundo de la novela descansa precisamente en el edificio de la estrategia. «Hay –dice- que llevar la obra a buen puerto sin mentirse a uno mismo y sin querer buscar la fama pretendidamente.» Posse define al narrador como «un tipo que cuando se pierde se convierte en una especie de tremendo «cross country» (llanero solitario) en el medio más difícil, intentando que su obra sobreviva y exista entre nosotros».
El autor argentino admira a los «grandes» del 27 porque trabajaron en torno al idioma, al lenguaje, apasionadamente, con una entrega sin igual; sin cálculos y con una vida marginal hasta muy entrados en años. Ellos supieron mejor que nadie ser fieles a ese acto íntimo, sosegado, reflexivo, de la creación literaria y cuyo único premio no fue la fama exterior y tonta, sino el de convivir con otra sensibilidad, la del lector». Para Posse, la literatura es «un ejercicio lingüístico que, al mismo tiempo, conlleva la conciencia del mundo, el análisis del universo, la intimidad ante el mundo y la mentira en el mundo».
Nómada en las letras
Dice Abel Posse que cuando enfila un folio en blanco no piensa ni en mujeres, ni en musas, ni en físicos inspiradores por el estilo. «Pienso únicamente –señala- en lo literario, en la página, en la felicidad y también en el dolor que supone lograr algo tan difícil como es el contar historias que tengan sentido. ¡Es tan complicado escribir algo que valga la pena!» Reconoce que no lleva vida social alguna y se autoproclama como un escritor «marginal». «Sí, es verdad, soy muy poco conocido. Mi vida literaria, mi profesión, bohemia, la he llevado itinerantemente por países muy distintos.» Se considera una especie de nómada en la república sedentaria de las letras. «Me he acostumbrado a vivir en territorios lejanos exclusivamente escribiendo en una relación muy pura con la literatura. Soy un apartado», recalca una y otra vez este narrador que sí cree en el sentimiento trágico de la vida.
Abel Posse ha pisado territorio ruso, ha estado en Perú, ha visitado multitud de veces el Viejo Continente y ahora anda en España promocionando en sociedad Los demonios ocultos. Hay escritores que escriben para que se les quiera más; él también es uno de ellos. «Del mismo modo que hay dentistas que ejercen su odontología sin dolor para que se les quiera de igual modo más. Todo lo que hace el hombre, en el sentido de lo positivo, está señalado por esa idea afectiva. Da su amor para recibir el amor de los otros. Rembrandt, Mozart, cualquier novelista, intelectual, pintor, etcétera, todos hacemos eso porque está en la condición humana.»
Le inquieta el mundo, los misterios del Universo y, sobre todo, la literatura. «El centro para ver el mundo, para mí es la literatura. Para otros será la política, las artes, la pintura o vete a saber qué. Mi visión literaria del mundo responde a una percepción bastante refinada e interiorizada de la realidad.»
Abel Posse apuesta por la lengua hispana para el futuro, sostiene que está en una fase de crecimiento constante con la «la ventaja –dice- de que no es una lengua franca. El habla española está conllevando toda una cultura, una forma incluso afectiva, una cosmovisión. Esta riqueza tremenda, existencial, hace que todo el que la hable pertenezca a un pueblo y casi a una metafísica». En su opinión, los creadores del lenguaje, los escritores, deben aunar esfuerzos, opiniones, intercambiar conocimientos para que «esta realidad común que tenemos entre todos, que es un poder cultural extraordinario, y que todavía políticamente no tiene la respuesta que merece».
Sobre su país dice que hay ahora una «generación resentida de relatistas, no conocen mucho de la literatura española, y esto no es más que la demostración de que los españoles hicieron más por acercarse, por conocer el panorama cultural, novelesco, literario, en general, iberoamericano que los propios hispanoamericanos por preocuparse de lo que pasaba u ocurre en la «madre patria». Hay allá un desinterés basado en una arrogancia absurda que no la han fomentado ellos, porque ellos -y cuando así hablo no me refiero a los jóvenes que están surgiendo- eran eternos enemigos de Borges, y todo lo del «boom» y demás fue ajeno a ellos. Y se apoyan en una supuesta evidencia, de gran calidad literaria iberoamericana para cumplir lo que nunca hubiera hecho Borges o Lezama lima: desconocer, aislarse del resto del mundo, sumirse en su mundo interior… Borges hablaba constantemente de Cervantes y Quevedo. Y esto sorprende. Pero en los más jóvenes, al contrario, se nota un interés creador. En el interior, sobre todo».
Tras Los demonios ocultos, Abel Posse está metido de lleno en preparar la segunda parte de la novela: «Pero en versión distinta. En vez del hijo que busca al padre, es el padre que abandonó al hijo y que buscó una aventura loca, ideológica, que terminó en desastre.» El viajero de Agartha. así se llama la continuación, la tiene prácticamente acabada, junto a otro viejo proyecto, también terminado, relativo a un homenaje a Buenos Aires, que se editará prontamente.