Version Eco, Bogotá (1962)
Tan sólo tú estabas en la noche de Grodek
Inmóvil ante las sombras y bebiendo
La última ceniza de la violencia.
Cuando sobre los muertos ardía esa música
-amargo contrapunto de llanto y delirio-
que te arrojaba al abismo, tras de tu piel.
La obsesión de tu mirada desgarró el velo del alba
Que llegaba –otra vez- a tus botas de soldado.
No pudiste aceptarla con su falsa inocencia
(tan preñada de ocaso y de noche) No.
Desde el dolor de los heridos y el horror
De los mutilados, te echaste a correr gritando
Por el centro de la aldea (la brisa suave abría
Las chaquetas de los ahorcados) Gritaste.
Pero solamente hubo oídos muertos y lejanía
De delirantes para lo entrañable de tu grito
(eco en casas abandonadas, relojes rotos
gruñidos de puertas movidas por el viento
y –tal vez- la mirada de un perro vagabundo)
Corriste. Corriste hasta necesitarte inmóvil
Para entregar al vacío los concéntricos oleajes
De tu sangre atormentada,
Esa sangre que, al amanecer, tuvo la exacta
Desmesura de tu aullido salvaje : « Grodek », un poema.
Después, ¿cuáles fueron los pormenores del extravío ?
Las referencias son confusas : anduviste buscando
Tu nada con un disparo. Luego –por fin- una
exageración de cocaína te cerró al mundo.
¿Cómo los días iban
a soportar tu visión enorme, la osadía de esos ojos
que espejaban la misma opacidad del Origen ?
*
Vengo desde Sudamérica y estoy a tu lado
Aquí, en Innsbruck, bajando por la mañana
Como esa llovizna que pinta tu lápida :
« Georg Trakl. 1914 ». El otoño repite
el sombrío llamado de sus flautas en este
28 de noviembre de 1960, y el pájaro
desencadena su trino desde la niebla.
Pero sé que sus notas no harán vibrar
Tus huesos velados de ceniza, ni tampoco
Estas campanadas : once palomas huídas
Desde la torre de la catedral. Nada te
Alcanza porque estás devuelto a tu hondura
Ajeno a la superficie devastada por el temporal
De las horas, donde fuiste el más extranjero.
Sé que solamente el torrente, el secreto
Torrente que averigua la entraña de la roca
Logra estremecer tus huesos que aún se niegan
A la química crueldad de la tierra.
Pero tú no estás aquí : encienden tu mirada otros
Ojos al recorrer el testimonio de tus versos,
Esas pocas líneas que justifican el doloroso
Misterio de tus días
Porque ninguno como tú, Georg,
Tan obstinado y vertical en los umbrales del Espanto.