Cristina Wargón, 1989
Por una de las tantas paradojas que caracterizan su vida nació en Córdoba, en una fecha que, a fuer de coqueto, se niega a declarar.(«¿por qué -pregunta renuente- insiste en medir mi vida con la obscena métrica decimal?»).
A los tres años recaló en Buenos Aires y a los veintitrés ya partió hacia el mundo. Resulta también que este novelista de espléndida prosa, que ha narrado grandes sagas de nuestro continente, tenga sus primeras ediciones hechas en el exterior. Tal es el caso de «Los Perros del Paraíso”, Premio Rómulo Gallegos, donde aborda la historia de Colón y el Descubrimiento. Autor también de Daimón, El Viajero de Agartha, Los demonios ocultos, entre otros; redondea la paradoja de su vida siendo embajador plenipotenciario de carrera y declarándose un marginal. Tal vez como la marginalidad que tiñe obligadamente a todo pensamiento que se atreve a la osadía.
En muchas de sus novelas aparecen datos históricos extraños, por ejemplo que Guidjieff fue compañero de escuela de Stalin. Todo lo que yo escribo, las tergiversaciones, los juegos surreales o los datos históricos tienen una base cierta o están distorsionados en base a una incertidumbre, pero algún dato hay que está en la base de la cuestión. En ese caso, según Louis Powel, que escribió la biografía de Gurdjiefl, éste y Stalin habrían coincidido en el mismo colegio creo que en 1880.
-Más allá de detalles el gran tema de sus libros es el viaje.
«Es cierto, generalmente el libro me lleva mí y me lleva a través de un viaje. Muchas veces es físico como en «Los Perros del Paraíso» que es el viaje máximo, el del descubrimiento. Otras veces es metafísico, por zonas del conocimiento, la curiosidad.”
-Pero el viaje también signa su vida.
«Si, es una vocación de la cual nunca dudé. El arraigo no lo podía soportar. A los 23 años me fui, inesperadamente recibido de abogado, a Europa. Viví algunos años, estudié en Francia Ciencias Políticas y volví durante la época de Illia, concursé como diplomático de carrera e ingresé en el Servicio Exterior. Era la forma de darle consistencia profesional a mi deambular.»
– Y de allí?
– “Mi primer destino en el año 66 fue Moscú. Estuve en Rusia tres años; es un país que me fascinaba y me fascina por su calidez humana muy rica, muy parecido al español. El mundo eslavo es un mundo de gente de pasiones fuertes. Ojalá que no se pierda ahora, en esta etapa terrible en la que están ingresando… el vértigo de la libertad.»
– ¿En qué sentido «etapa terrible»?
-Porque ellos pierden el orden en que vivían, donde te dan un esquema de vida, de alegría y de seguridad muy grande, para pasar al esquema de la libertad. Van a ingresar a una sociedad eficientista y van a perder ese aristocrático ocio de vivir más allá de la preocupación de sobrevivir… Veo el destino de Rusia como muy doloroso durante estos años, y eso da pena.»
-Aparte de Rusia ¿de qué país en particular quedan recuerdos?
-Quiero mucho a España e Italia. Soy un admirador de la latinidad contra la barbarie anglosajona y creo que se está repitiendo en el mundo el eterno y viejo combate que ya se dio a fines del Imperio Romano.
Los civilizados, que eran los romanos habían creado un imperio maravilloso que estaba ya en su etapa de decadencia y para poder luchar y sostener las fronteras recurrieron a los bárbaros, a los germanos, a los anglosajones y crearon con ellos los primeros ejércitos que fueron los que iban finalmente a invadir y acabar con el Imperio Romano. Y la historia se repite: está la sensibilidad, el mundo yin, casi femenino que es el Mediterráneo Grecia, Italia, España, gran parte de la cultura de Francia y está el mundo de la eficiencia dominado por Ios anglosajones. Es una batalla muy interesante, es la batalla de la latinidad y nosotros somos latinos, por eso nuestros esquemas de desarrollo siempre fracasan.»
-Me extraña ese elogio de la latinidad porque en sus libros «Los perros del paraíso» o «Daimón«, por ejemplo, la latinidad que traen los conquistadores es la bestialidad misma.
«-Ese es otro aspecto y en otra dimensión histórica. En lo que hace a América yo presenté la ironía de la supuesta civilización judeo-cristiana que llega a América y la supuesta barbarie del hombre americano. Quise rendir homenaje a esto último, una civilización profunda, poco conocida, destruida e irónicamente presente.»
-Volviendo al tema de sus viajes llama la atención que su literatura pese a haber sido escrita en el exterior no es para nada nostálgica.
«-Es que considero a la nostalgia un sentimiento decadente por eso, aunque soy un gran nostálgico, la combatí. Creo que la única formación que tiene un artista es combatir sus inclinaciones fáciles. Algo de eso decía Flaubert con «nunca hay que aprovechar el impulso que ya se tiene».
-Volviendo a sus libros, algunos de ellos pueden inscribirse en el realismo mágico pero curiosamente sus personajes son europeos: Colón, Daimón…
«-Creo que es una cuestión estilística. El problema de lo real maravilloso no se juega en mí a través de los personajes sino del estilo que invade la realidad, en la cual no se respetan las coordenadas tradicionales del espacio, el tiempo, la razón o la lógica. A Colón yo lo traté de definir como personaje aprovechando todas las aperturas que él mismo tenía. En su vida estaba lo sagrado, lo místico, el esclavista, el extraordinario navegante, el trepador social, el mitómano. El tenía todas las contradicciones de nuestra civilización occidental y el personaje invitaba a sintetizar toda una cultura. Me preocupé por el aspecto de esta cultura judeo cristiana que trae la culpa, la caída, la ambición que termina en el Imperio. El origen de la conquista es tan americano como europeo. El origen de lo que nos pasa y nos pasó está en esa Europa que llega a América. Somos las dos cosas: hombres determinados por esta tierra y al mismo tiempo totalmente ligados a la cultura europea.»
-Otro de los temas de sus libros es la búsqueda del Paraíso y la imposibilidad de acceder a él.
-Más exacto sería decir «soportar» que acceder, porque no se trata de la vieja pulsión del hombre de occidente de retornar al Paraíso, el problema pasaría por el retorno a un estado previo a la conciencia exacerbada del tiempo y el espacio. Y ese sueño en esta etapa de la evolución humana es imposible imaginarlo Estamos condenados a la infelicidad. Un animal no vive la conciencia del tiempo y la muerte. Está situado “en” el mundo. En cambio nosotros estamos situados “frente” al mundo. Este es el verdadero pecado original del hombre el pecado de la conciencia.»
-En general los escritores, algunos con mayor finura y otros con mayor torpeza suelen ser algo de sus pares. ¿Usted con quien está en deuda?
«-Yo tengo una formación cultural, filosófica y literaria como la que tenían los escritores argentinos de antes. Borges es el paradigma de esa visión abierta. Tengo escritores que admiro por lo que me ayudan y enriquecen. Le puedo hablar de Vladimir Nabocov, de Borges, de Carpentier, de Lezama Lima pero sobre todo de los poetas, Creo que la construcción de la prosa requiere más que nunca de la iluminación de la palabra poética. Pero me es difícil hablar de esto porque la crítica nunca puede hacerla el propio autor.»
Julio Cortázar, que también vivió en el exterior como usted, se preocupaba mucho por la pérdida del lenguaje «argentino».
«-Si, en un momento el problema se agudizó en él. Yo estaba en Paris y él comenzó a recoger los mismos, el nuevo lunfardo de la época. Todo eso se refleja en «El libro de Manuel» y el resultado es muy forzado. No hay que tener esa obsesión. El escritor vive siempre en un idioma, no tiene que preocuparse por recoger modismos, esa es tarea para un folclorista que estudie los estratos del lenguaje. La única fidelidad de un escritor es con el lenguaje interior. Además yo leo todo en español, si puedo, incluso las traducciones.»
-Aunque el idioma lo mantenga sin problemas, toda una vida en el exterior debe darle una visión muy particular de la Argentina.
«-Soy un admirador absoluto y total de la Argentina; de toda América Latina. Tengo una convicción profunda de que existe una extraordinaria calidad de vida.
-¡¿Calidad de vida?!
«-Sí, la calidad humana de la gente. América Latina tiene una cultura que no encontró su expresión Los modelos sociales o políticos propios, entonces están siempre desfasados, vivimos una realidad exterior que no corresponde a nuestro yo profundo.»
-¿Argentina se parece a América Latina?.
«-Si, totalmente en las grandes cosas. Tuvimos el sueño de ser europeos porque tuvimos en la ciudad de Buenos Aires especialmente, un gran desarrollo cultural y un estilo de vida muy alto. Pero ahora, estamos tan golpeados económicamente como América Latina, aparece esa fibra, esa distinción esa particularidad del hombre de este continente . Hay un ritmo, una forma de ser, una gracia, una inteligencia que es latinoamericana. Creo que es un pueblo apto para todo, lo demostró en la tecnología más sofisticada, desde la energía nuclear hasta la tecnología industrial en Brasil. Lo demostró también en la inteligencia: sólo nosotros tenemos una literatura viva, todas las demás son literaturas muertas.»
-¿A qué llama literatura muerta?
«-A la italiana por ejemplo; a toda Europa que no puede presentar a un Borges, García Márquez, Rulfo, Lezama Lima, Vallejo. Es como la literatura francesa del siglo 19 o la rusa de 1870 a 1910. En Francia no hay ningún escritor que se pueda acercar ni de lejos a Borges o Carpentier.
Deja una respuesta